GOET
Goethe
El padre fue un pedagogo de la alta burguesía,
que vivía de sus recuerdos en Italia y se ocupaba de la educación de sus
dos hijos: un sabio frustrado e insatisfecho, con ansias
de saber y de educar.
A mitad del siglo XVIII, se casa con la hija de un
funcionario imperial; era una joven alegre y piadosa. De varios hijos,
sólo sobrevivieron una hija y un hijo: Johan Wolfgang, nació el 28 de Agosto de
1749.
A los seis años ambos escribían en latín y unos años más
tarde, en griego y hebreo; el poeta dominaba además el francés, el
inglés y el italiano; tocaba el clavecín y el violoncello y tenía talento
para el dibujo; recibió clases de esgrima, equitación y danza. Sentía una gran
curiosidad por la biología, dedicándole en su juventud gran parte de su tiempo
libre; fue un observador apasionado con una curiosidad sin límites; le fascinaba
el teatro y los títeres.
Su juventud
Con sus ojos grandes y luminosos, su abundante cabellera
castaño oscura que dejaba flotar al viento o ataba en una pequeña coleta,
sin jamás usar peluca ni polvos, delgado, una nariz curva y un óvalo
alargado, sorprendía por su modo de ser tan serio, pese a su ironía
natural. Goethe era sociable; su creación tuvo un fin colectivo.
Deja el hogar para frecuentar la Universidad
y -con el diploma en el bolsillo, seis meses más tarde-
defiende sus ideas con apasionamiento. Fue un ser en armonía
con la
naturaleza y los dioses.
El Rococó se impuso; frecuentó ese ambiente
frívolo y bucólico, impuesto por la sociedad del momento. Era un nuevo modo de
vivir, menos ostentoso y más íntimo que el barroco.
Luego de es frivolidad en Leipzig, de joven adolescente enamorado del
amor pero con amores contrariados, necesitó compensar con el éxito sus
frustraciones sentimentales. Fue una etapa que no duró pues no era su
estilo; ya se perfilaba al escritor y al hombre de
teatro aunque con el tiempo se impuso el poeta a todo otro interés.
Era un autosuficiencia
intolerable, ególatra orgulloso de su erudición y dueño de una gran fantasía,
que aun no encontraba su estilo. Había una dicotomía
entre el Rococó afrancesado y el posterior hombre de teatro clásico. Abandona
para siempre la moda de Versalles, pese a juzgar universal y
eterna la literatura y la poesía francesa.
Sus amores
Fue en su juventud un romántico exaltado, amante de
conquistas idílicas. De todas ellas emerge Carlota B, una joven tierna y
dulce, a quien inmortaliza como la heroína de su primera novela, Werther,
que tanto impresionó en su época.
El 9 de junio de 1772 fue invitado a un baile y
acompañó a una jovencita llamada Carlota, hija de un pastor. Regresan a
la madrugada con el permiso de volver a verla ese mismo día; e pese a estar ella
comprometida.
El diario de Werther reproduce lo contenido en el
diario de Goethe. La increíble emoción que provocó en su generación, la
desesperación que cristalizó en algunos lectores, mimetizándose con
el héroe, terminaron en dos ocasiones en suicidio; un joven se tiró por la
ventana y una joven se ahogó en un río: ambos tenían el libro de Werther en el
bolsillo. El genio se amalgamó con tal profunda intensidad en el
protagonista que tocó las fibras más sensibles del lector
romántico, en pleno esplendor alemán. Escribió la
novela en un mes y cuatro semanas: el tema trata sobre un joven rebelde,
insatisfecho, en un mundo hostil a su deseo de expansión, víctima de su destino.
Sobrevivirá en la novela la personalidad de un joven idealista y apasionado. Werther llegó justo a tiempo. Toda esa generación fue marcada a llaga viva por los sentimientos idealizados, que ya perfilaban el principio del Siglo XIX. El Romanticismo aspiraba a la comunión cósmica. Medio siglo más tarde, el escritor confesó con serenidad haber amado y sufrido.
Sobrevivirá en la novela la personalidad de un joven idealista y apasionado. Werther llegó justo a tiempo. Toda esa generación fue marcada a llaga viva por los sentimientos idealizados, que ya perfilaban el principio del Siglo XIX. El Romanticismo aspiraba a la comunión cósmica. Medio siglo más tarde, el escritor confesó con serenidad haber amado y sufrido.
Años después, una digna dama llamada Carlota se presentó junto a su hija, en Weimar y ambos se encontraron con una cierta melancolía, por no poder recuperar las cenizas del fuego apagado. Con Werther, muere el idealista romántico y renace el titánico guardado en su interior: fue la última obra de su juventud.
Comienza una nueva relación con Lily. Proyectaron
vivir en América del Norte, lo cual, para una joven noble era todo un sacrificio. El poeta la amó
con pasión; más tarde escribió que fue la primera mujer que amó; toda otra
inclinación amorosa fue ligera y superficial en comparación con ella. Las
anteriores en el pasado fueron amores adolescentes, jugando al amor; hubo
entusiasmo pero no felicidad. Lily llegó en el momento
decisivo para orientar su vida del modo más fecundo. Fue un período
apacible. Ella venía de una familia opulenta: Goethe era burgués.
Se hace finalmente adicto
al presente. Cada dolor deja un cambio
que rejuvenece en nuevos amores .Se enamoró de Maximiliana,
idealizada mujer de letras. Con dos amigos emprende un viaje por el Rin y
regresa a Fráncfort, donde encuentra a los veintiséis años a una joven
rubia con la cual se compromete y se hubiera casado… pero huye a
tiempo.
Charlotte Von Stein, fue una relación de comunión
intelectual, intensa y profunda. El amor terminó con su viaje a
Italia. Mina tenía 18, cuando él tenía 40. Ella siempre lo vio como
un amigo paternal. Marianne, casada, se derrumbó al terminar la relación.
Se escribieron tiernas notas, y él le enviaba algunos versos
manuscritos, pero nunca volvieron a encontrarse. La vida amorosa de Marianne se
acabó; fue un amor verdadero.
Hacia la madurez
Lleva una existencia práctica, con algunos descubrimientos científicos.
Sus estudios de osteología logran descubrir el hueso intermaxilar, que muestra
la relación parental entre el hombre y los animales. Tiene un laboratorio donde
germinan diversas plantas, incluso un cocotero. Estudia alquimia, química y la
composición de minerales. El deseo de mejorar la agricultura lo lleva a
estudiar los cereales. Escribe sobre
las clases de piedras y sobre la
calidad de la tierra.
Weimar
Está emplazado en un valle, rodeado de
jardines con siete mil habitantes.
El duque se asombra con la visita del poeta y con su teoría brillante sobre cómo gobernar, además de sus aptitudes administrativas. Lo desea a su lado como ministro. El duque es muy joven: Goethe es diez y siete años mayor; sin embargo, se vuelven camaradas. El duque lo consideraba un hombre de carácter, de sentimientos nobles, que hacía un culto de su honor. Para agradecerle sus servicios, obtiene del Emperador un título de nobleza, que llega en un documento sellado con el águila bicéfala, que el poeta le envía a la mujer amada.
El duque se asombra con la visita del poeta y con su teoría brillante sobre cómo gobernar, además de sus aptitudes administrativas. Lo desea a su lado como ministro. El duque es muy joven: Goethe es diez y siete años mayor; sin embargo, se vuelven camaradas. El duque lo consideraba un hombre de carácter, de sentimientos nobles, que hacía un culto de su honor. Para agradecerle sus servicios, obtiene del Emperador un título de nobleza, que llega en un documento sellado con el águila bicéfala, que el poeta le envía a la mujer amada.
Goethe se instala en Weimar, pese a la oposición de
su padre, que teme la vulnerabilidad de
la nobleza. Cumple con sus obligaciones, pero no encuentra eco en
esos alemanes pueblerinos, poco espirituales y menos universales.
Viaje a Italia,
Parte en trineo el día de su cumpleaños, el 28 de
agosto y, hasta no cruzar la frontera de Suiza, se oculta para no ser
descubierto. Necesita un cambio y gozar de ese viaje soñado, que
duró dos años. A su regreso, se imagina que todo seguirá igual,
incluso la amistad con el duque de Weimar y su relación con Charlotte Von
Stein.
Se encuentra con un cielo azul y el sol italiano de
Verona. Primer descubrimiento: los higos, fruta meridional por excelencia.
Continúa el viaje a Padua, Ferrara, Bolonia, Florencia y
Asís, en etapas; eran caminos polvorientos, en carruajes. En Venecia se queda
tres semanas y por fin llega a Roma, donde tuvo un despertar físico y
espiritual. Nunca experimentó una sensación igual.
Se fascina con la ciudad de una belleza imperial,
las iglesias, las ruinas, los monumentos, el arte. Lo antiguo está
asociado a la vida misma; presente y pasado se ignoran; uno puede recostarse
libremente a pleno sol, entre los mármoles del Foro romano, leyendo un libro.
Se levanta temprano y escribe; visita museos,
colecciones particulares, pasea por las calles, descansa cerca de las
fuentes o bien esboza un croquis de alguna ruina célebre, que encuentra a su
paso. Al cabo de unos meses, el encanto se disipa. Roma le parece ahora un cementerio
con demasiadas iglesias, conventos y monjes de paseo. Encuentra el
paganismo sumergido bajo diez y siete siglos de cristianismo y ya no goza
de su anonimato: su ego se resiente.
Viaja al Sur. Necesita un cambio de ambiente. Tal vez
extraña por primera vez el pequeño ducado de Weimar, donde es muy conocido.
Llega a Sicilia, luego de una semana en barco; pasa
por el estrecho de Mesina, atormentado por el mareo. Se queda un mes y medio.
Italia le devolvió su creación poética, la
libertad y la plenitud sensual. En Roma toma de conciencia de
su vocación lírica. Regresó, lleno de proyectos.
-La revolución nunca es culpa del pueblo, sino
del gobierno: no es posible una revolución, si un gobierno es justo. La
política y la historia no son una ciencia exacta. Lo mejor de la historia es el
entusiasmo que despierta. La política la siente como una especialidad a
la cual uno no debe aventurarse sin poseer conocimientos y la competencia para
triunfar-.
Siente desprecio por el amateur y el diletante y sobre
todo por el incompetente; las discusiones sobre este tema y las críticas
estériles lo exasperan, porque nada se puede cambiar, opinando. El pueblo no
debería intervenir en el gobierno; en cambio un gobierno debe darle resultados. Nunca
formuló de modo explícito sus opiniones públicas. Se las descubre en su obra o
en su correspondencia, pues sentía horror de decodificar sus ideas. Odiaba la
intriga y, cuando la sintió en carne propia, huyó de Weimar y partió a Italia.
Goethe no poseía un sentimiento alemán ni demasiada fe en
su pueblo; siempre guardó silencio frente a los acontecimientos graves de la
historia. Criticó a los soberanos los privilegios de la nobleza y
de no ser conscientes de sus deberes. Podía bien ser un hombre de Estado,
aunque renunció a sus funciones administrativas y se mantuvo al margen de
toda participación política, cuando regresó de Italia. Deseaba ser
conocido en la posteridad como poeta.
Desde 1775 a 1786, durante once años escribió solamente
el poema Misterios, donde el autor se preguntaba sobre
los problemas esenciales del hombre y la sociedad. Pero interrumpe la creación
literaria, cuando descubrió que alcanzó verdades que no pueden ni deben ser
reveladas. Perteneció a la
Orden de la
Torre , donde la sociedad de los misterios era una figura
reiterativa del ideal, bajo el velo de una alegoría, cuando no se podía
expresar claramente. Como el oráculo de Delfos, sólo otorgaba ciertos
indicios; al neófito le restaba interpretar el signo y sacar las conclusiones.
El deber de un guía era conducir a quien se extravía, lo cual no probaba la
existencia de Dios.
La prueba está en su obra Wilhelm Meister, no
muy diferente de toda otra logia, que pululó en esa época. Lo correcto era
hacer el bien, según sus medios, sin intentar ni obtener beneficios
personales. Escribió sobre temas estéticos, pedagógicos, sociales y religiosos,
interesándose por los ideales del hombre o la evolución del individuo.
Panteísta, era un alemán que pensaba como griego y amaba la naturaleza al
estilo de los antiguos. Siendo liberal, rechazó un árbitro como monarca y
describió un mundo utópico.
Los seres humanos -en oposición a Kant- no deberían
inclinarse por una moral impuesta sino convertirse en personas sociales, que
armonizaran con los intereses prácticos de sus semejantes. Como Hegel, condenó
la interioridad esquemática, vacía del romanticismo estéril, que huía de
la realidad a través de sueños e ideales. El protagonista de la obra era
él; renunció a la verdad personal e intentó comprender el mundo. Las
fuerzas ocultas del individuo lo debían orientar hacia una actividad
fecunda, que lo ayudara a expandir su personalidad. Se consideraba un ciudadano
del mundo y no creía deber estimar sólo a sus compatriotas sino a toda la
humanidad. Se veía como "un viajante en la ruta de la vida, que debe
socorrer a otros viajeros en su camino. Allí, donde uno se
siente útil, está mi patria”.
Sostenía que “Alemania estaba gravemente amenazada por su
descomposición interna:” Para un ciudadano, nada es más despreciable que el
rencor y la desconfianza o la ignorancia entre las naciones y las clases. Ser
liberal le trajo el desprecio de muchos adversarios. Fue escritor con un
espíritu práctico y burgués.
Dejó inconclusos textos sobre Mahoma,
César, Sócrates y el judío errante.
EROTIKON
Christiane, una bellísima joven, sería quien llevara este apodo hasta convertirse un día en su mujer legítima. Fue quien logró reconciliarlo a Goethe con Weimar. El dolor que sintió al abandonar Italia lo seguía perturbando treinta años más tarde.
La defendió contra todos. Su dulzura y delicadeza
la hacían irresistible a ese supino ego. La corte la desaprobaba; Madame Von Stein y la sociedad de
Weimar la trataban con desdén.
Christiane fue su pequeña alhaja erótica, el tesoro
nupcial de su lecho; deliciosa compañera en el placer, excelente ama de casa,
voluptuosa, hedonista, hábil cocinera, para nada intelectual. Sentía gran admiración por su
marido, aunque era incapaz de juzgar su obra: no era ni
instruida ni inteligente. El doble influjo de Christiane y
luego la posterior amistad con Schiller lo salvaron de replegarse en sí mismo.
Ambos reemplazaron a Charlotte Von Stein que, -antes de su viaje a Italia- se
ocupaba de ambos roles.
Se casó con ella en 1806, más por reconocimiento en esa
época que por amor; lo hacía feliz. Tuvieron cuatro hijos; tres murieron al
nacer: Goethe los lloró desconsoladamente.
El Romanticismo se inclina hacia el Gótico de
Goethe fue agnóstico; era la moda del siglo, aunque en él no lo fue por una razón superficial; su fue cristiana nunca fue ardiente. Fue un sediento cristiano, inclinado hacia la piedad; religioso, pero al estilo de los antiguos griegos, sentía la necesidad de apagar su sed de absoluto; los ritos formales no lo satisfacían; poseía una estructura filosófica, basada en otras aspiraciones.
AMISTAD
Goethe y Schiller se odiaban sin conocerse, por mera competencia. Un día en 1794 salían de una conferencia de Historia natural y se encontraron frente a frente y hablaron de botánica. Goethe le expuso su Teoría sobre la metamorfosis; Schiller no estuvo de acuerdo; luego del encuentro casual, la charla y ciertas observaciones del joven lo asombraron. Goethe fundaba toda la ciencia en la experiencia; la respuesta de Schiller fue una revelación y le mostró la perfecta honestidad de su espíritu y le expuso sus ideas sin mentir. Schiller se sorprendió que Goethe aceptara sus objeciones y las tomara en cuenta.
Eran dos fervientes poetas, fieles servidores de la cultura, lo cual no impedía gustos diferentes y caracteres opuestos; uno era burgués, sabio y clásico, mientras el otro era un joven bohemio y un romántico empedernido. Goethe lo acompaño caminando hasta su casa; el joven le escribió pidiéndole que colaborara con su revista; éste aceptó y le agradeció, enviándole un ejemplar de Wilhelm Meister, recién editado. Schiller le respondió en seis páginas con un análisis perfecto sobre el carácter del autor, justo el día de su nacimiento. Sabemos la importancia que le daba a su cumpleaños, como si fuera un ritual casi religioso con un dejo de superstición. Concedió a estas líneas un valor excepcional: los astros y planetas jugaron a favor. Era el momento en que más necesitaba un amigo, un socio, un compañero intelectual. Christiane, en cambio, llenaba el plano sensual y cotidiano de su vida.
Schiller no escribía en plena efervescencia del
momento; escribía cinco a seis obras al mismo tiempo y las
continuaba según el humor del momento. El modo de escribir de ambos poetas era
totalmente opuesto. Goethe, ya anciano, encontró a su lado el
entusiasmo creador, que su edad parecía apagar. En revancha, Schiller se
alejaba de la ideología de Goethe pues la consideraba estéril.
Goethe componía entre el trajín diario. A sus setenta y seis años, mientras trabajaba, entraban sus criados, anunciaban las visitas, el bibliotecario le hablaba de los libros recién editados, recibía al peluquero, mientras dictaba imperturbable.
Schiller sólo podía escribir en un estado de
exaltación. Se encerraba ocho días sin hablar y apenas se alimentaba. Su misantropía
era célebre como sus rabietas.
Este modo de trabajar tan extraño, tan sin método y mesura lo llevó
quizá a su muerte precoz. Trabajaba sin descanso en una obra hasta
terminarla. Cuando escribió Guillermo Tell cubrió las paredes del cuarto con
mapas de Suiza, diferentes descripciones de viajes y la historia de
Suiza. Schiller, hombre de temperamento fogoso aunque de salud frágil,
resentida por el exceso de trabajo, cayó enfermo en agosto de 1804.
Varias veces Schiller estuvo al borde de la muerte. Pero
esta vez ambos se enfermaron. Se habían visto la última vez a fin de
abril. Goethe no pudo acompañarlo al teatro, pues se sentía mal. Schiller
se agravó en esos días y murió.
La partida del joven poeta fue un vacío abismal: la
mitad de su ser partía con él. No tuvo fuerza de acompañarlo al
cementerio; la emoción intensa lo obligó a quedarse en cama: fue mal
interpretado. Con el tiempo sólo habló de sus colaboraciones y de su
amistad En vez de un duelo estéril empleó su tiempo en glorificar al
poeta desaparecido. Se afanó en representar sus dramas, rindiéndole homenaje.
Compuso una elegía para el último noble escritor alemán.
La diferencia de sus personalidades fue fecunda; uno para
el otro era un crítico de una severidad inteligente y a Goethe le convenía
desacostumbrarse del aplauso de sus admiradores. Progresaron juntos, corrigiendo
sus errores. El mismo Goethe enumeró las obras que terminó gracias
Schiller.
Goethe, indiferente de los valores contemporáneos,
se interesó por el joven Schopenhauer y por su teoría sobre los colores;
fue injusto con Kleist, odiaba a Hölderlin y no comprendió a Jean
Paul ni a Heine. Con excepción de Schumann y Mendelsohn, que lo conduciría a
Bach, no sentía simpatía por los artistas de su época. De Beethoven le
gustaba la quinta Sinfonía; era
amante más bien del canto. La música debía ser siempre alegre, actuando como
una energía para poder pensar en un tono más elevado; Le era útil; no se
embriagaba, no se emocionaba con ella.
TEATRO
No habiendo podido dedicarse a ser actor, fue un
director severo y responsable; intentó reformar el teatro para aquellos
alemanes de escasa imaginación.
Los comediantes alemanes eran individuos groseros e impertinentes y Weimar no era apta para las representaciones clásicas. Deseaba que los actores y el público respetaran el teatro: fracasó; la opereta se instaló en la pequeña ciudad de Weimar y en su minúscula Corte. Lo descorazonaba el gusto vulgar cortesana y del público. El teatro no era una diversión; debía servir para modificar a los hombres y a la sociedad. En Inglaterra Marlowe, antecesor de Shakespeare, era más serio y profundo. Siempre deseó representar un teatro más clásico, que indicara los gestos con ímpetu y por fin se daba cuenta, anciano y desilusionado, que el público en Weimar prefería la opereta ligera a los dramas de Schiller o a las tragedias griegas. Se cansó y abandonó la dirección, habiendo sido un maestro excepcional.
Los comediantes alemanes eran individuos groseros e impertinentes y Weimar no era apta para las representaciones clásicas. Deseaba que los actores y el público respetaran el teatro: fracasó; la opereta se instaló en la pequeña ciudad de Weimar y en su minúscula Corte. Lo descorazonaba el gusto vulgar cortesana y del público. El teatro no era una diversión; debía servir para modificar a los hombres y a la sociedad. En Inglaterra Marlowe, antecesor de Shakespeare, era más serio y profundo. Siempre deseó representar un teatro más clásico, que indicara los gestos con ímpetu y por fin se daba cuenta, anciano y desilusionado, que el público en Weimar prefería la opereta ligera a los dramas de Schiller o a las tragedias griegas. Se cansó y abandonó la dirección, habiendo sido un maestro excepcional.
Su última ilusión amorosa
Viaja a Marienbad, donde el destino le depara una sorpresa; encontró una jovencita de diez y siete años; reblandecido, pide su mano, perdiendo el sentido común. Escribe
Retomó a las obras inconclusas. En Wilhelm Meister habla
de su infancia y de su vocación teatral; es, como siempre, el protagonista de
la novela y escribirla lo mantuvo ocupado durante medio siglo: hasta el
fin de sus días seguirá corrigiéndola; fue su obra más hermética; se desprende
de la estética literaria, intentando convertirse en un hombre socialmente útil.
Se desarrolla en tres planos: el anecdótico, que limita los hechos
concretos y sus peripecias; el simbólico, de una realidad universal, y el
esotérico, de interpretación mística que lleva el destino de los individuos
hasta un nivel sobrenatural.
Contiene varias alegorías pero, por encima del tema, se expande un cielo trascendente, en medio de alucinaciones indescifrables que deben ser desconocidas por los profanos. El iniciado las sabrá conocer y no se equivocará, conducido por un guía perturbador: si es el protagonista, quedó el misterio sin descifrar.
Contiene varias alegorías pero, por encima del tema, se expande un cielo trascendente, en medio de alucinaciones indescifrables que deben ser desconocidas por los profanos. El iniciado las sabrá conocer y no se equivocará, conducido por un guía perturbador: si es el protagonista, quedó el misterio sin descifrar.
Nada es más luminoso que leerlo. El joven viajero con los
cabellos tupidos y la mirada de águila finaliza su periplo, cuando -ya anciano
de ochenta años- se siente enriquecido por sus experiencias.
Fausto fue concebido en dos
partes,
a) la primera tiene origen en una
leyenda popular, donde el protagonista hace un pacto con el diablo
en su afán de saber y de gozar.
b) la narración infernal con brujas, fuegos y algunas poesías, sin
diferenciar entre ciencia, magia y alquimia. La filosofía limita la
religión a una sede de fuerzas divinas, que lo mantuvieron ocupado hasta
el final.
El Fausto, concebido como un proyecto a los veinticuatro años, fue también retocado hasta su muerte. Mientras este drama es la suma de la experiencia humana, dentro de un plano místico y uno mágico, Wilhelm Meister es la suma de la experiencia, en un plano terrestre y práctico.
El Fausto, concebido como un proyecto a los veinticuatro años, fue también retocado hasta su muerte. Mientras este drama es la suma de la experiencia humana, dentro de un plano místico y uno mágico, Wilhelm Meister es la suma de la experiencia, en un plano terrestre y práctico.
Se acerca el fin; su hija Augusta muere y las muertes se
suceden. Vive los últimos años con su hijo, su nuera y nietos. Le gustaba
mantener el rol protector con ellos aunque los dejaba tiranizarlo.
Tenía ochenta y dos años; terminó su testamento para sus
descendientes, para Weimar y toda Alemania. Desde 1823 ya no viajó. Su
memoria estaba intacta; su espíritu nunca decayó, pese a tener
físicamente los achaques de
la vejez. Sólo su mirada siguió clara y brillante; Con su robe de chambre de
franela blanca, parecía un rey o un patriarca. Quiso ser
poeta y lo fue; dejó todo clasificado y archivado en manuscritos.
Unas semanas antes de morir todavía se
ocupó de los planes de la maqueta de la primera locomotora.
En invierno, su enfermedad se agravó; su valet creyó
que era un resfrío; pasó una mala noche; tres días más tarde parecía curado.
Estaba sentado, débil pero de buen humor. Preguntó sobre los acontecimientos
del día, comió con apetito, pasó una tarde tranquila; hojeó una colección
de grabados hechos por él y al acostarse se mostró feliz de poder trabajar
al día siguiente. Hacia medianoche volaba de fiebre.
Murió en paz; pidió que abrieran la ventana: “más luz”,
fueron las últimas palabras en este hombre que veneró el sol y a Dios. “Más
luz”: tal vez fue la revelación del mundo luminoso en el cual entraba con
tranquilidad.
* (Diario de Talleyrand).
** Ulrica vivió soltera hasta los 95
años.
** Mme Stein morirá a los 84, medio
año antes que el poeta,
Bibliografía Marcel Brion, miembro de la Academia francesa, Goethe, editorial Albin Michel, Paris 1949 (490
páginas).
Adaptación de C. B
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