En Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania la transición democrática fue una cuestión de satisfacer las necesidades de sus ciudadanos, aflojando los lazos con la Unión Soviética. El camino estaba sembrado de obstáculos. Se desarrolló dentro de las fronteras nacionales establecidas; excepto en Checoslovaquia, que permaneció inalterable, tras el posterior «divorcio de terciopelo» en 1993, cuando Checoslovaquia se dividió en dos estados: La República Checa y Eslovaquia; las fronteras continuaron siendo las mismas.
La
transformación de un régimen comunista en una democracia liberal creó problemas; exigieron la intervención de
potencias internacionales, que aprobaron
esa alteración de la geopolítica europea. No hubo conflictos territoriales entre alemanes y polacos o entre
húngaros y rumanos. Las fronteras se
consolidaron en Europa central desde 1945.
En el caso de la
RDA fue diferente. La unión de las dos
Alemanias -impuestas por los aliados victoriosos, al final de la
segunda guerra mundial, tenía
consecuencias internacionales.
Tras la caída del
Muro, la ciudad seguía dividida y
controlada por los aliados, pero en la práctica el fin de la división de Berlín se percibía, aunque se
desmantelaron los controles fronterizos recién en
julio de 1990.
El
Muro se destruyó. Luego de veinticinco
años se podía pasar de oeste al este y viceversa: una multitud atravesó la Puerta, bajo una lluvia
intensa que avanzó hasta el centro de Berlín Oriental. En la parte occidental aparecieron
decenas de vendedores ambulantes. Sin embargo, en Berlín Oriental
la celebración del primer paseo bajo la Puerta de Brandeburgo fue sobria.
El
desequilibrio económico entre las dos partes del mismo país fue un factor
decisivo; ya existía antes del Muro, cuando el
éxodo de trabajadores pasaba a Alemania Occidental; con el
muro pudieron poner fin en parte al éxodo.
Al
acceder a los programas de televisión del oeste, promocionando el consumo, comenzaron a gritar «Patria
alemana unida,» indicando que la mayoría no consideraban a RDA un país extranjero; se sentían identificados con los alemanes del oeste, como un país único. El 70%
deseaban la unión pues eran
pobres en comparación. Pero mientras no cambiara el valor de la moneda de Alemania Oriental,
sería imposible mejorar su nivel de vida.
Cualquier alteración dependía de la relación entre ambas partes; se debía tomar decisiones.
Estados Unidos y la Unión Soviética eran críticos en
esta ecuación tan compleja. Las
iniciativas llegaron del canciller H.
Kohl. Nadie preveía una unificación veloz, ni siquiera después de la apertura del Muro.
H. Kohl presentó un «plan de diez puntos» para avanzar con la unificación. Mencionó estrecha
colaboración, cualquier transformación debía
ajustarse en conjunto». Alemania era ahora un estado único. Kohl insinuaba que
la federación tardaría años en madurar.
La
unificación suscitó consternación en Europa occidental y también en Moscú. George Bush, que en el 89 sucedió
a Reagan, vio con satisfacción la posibilidad de una
reunificación, siempre que –unificada-
permaneciera en la OTAN. Esta idea alarmaba a Moscú y provocó un rechazo a cualquier posibilidad de unirse.
En diciembre de ese
año Bush y Gorbachov celebraron una cumbre en Malta. Llegaron a un acuerdo para fomentar la cooperación entre las dos superpotencias.
La reunión de ambos líderes fue
trascendental pues marcó el fin de la guerra
fría. En sus conferencias de prensa Gorbachov
declaró que cualquier incremento artificial entorpecería los cambios en Europa
del Este, refiriéndose a los expulsados de
las antiguas provincias de Alemania Oriental, que posteriormente formaron parte de Polonia: la petición de los
soviéticos era la frontera oriental de Alemania. Mitterrand, el primer ministro de Italia Thatcher y el ministro holandés expresaron su oposición.
Ese año, en una reunión,
Thatcher y Mitterrand alegaron
que, tras la unificación, solo una Unión Europea con una moneda
común podría contener el poder de una Alemania unida. Sin embargo Gran
Bretaña rechazó la moneda única.
La
II Guerra Mundial peleó para destruir el poder alemán y la unión amenazaba revivirlo. Otros líderes europeos eran más abiertos, siempre
que se garantizaran las fronteras y los acuerdos de
seguridad vigentes. El momento decisivo
llegó con el acuerdo entre Francia y Alemania Occidental. Kohl calmó la situación, confirmando que Alemania se uniría a la integración europea.
Mitterrand
y Kohl llegaron a un acuerdo sobre el ambicioso plan que
finalizaría en la Comunidad Europea. El presidente francés estaba impaciente por
vincular Alemania con una Europa occidental integrada. Kohl,
discípulo de Adenauer, era consciente de las ventajas para
los alemanes de continuar vinculada a Occidente, a fin de
desactivar la tensión internacional;
estaba dispuesto a sacrificar el marco alemán, símbolo
de la prosperidad económica alemana de
posguerra.
Kohl declaró que su objetivo era la unión de la nación. En diciembre,
se
eliminó de la Constitución la cláusula, que preservaba el liderazgo del partido comunista en la zona oriental.
Las
elecciones para un nuevo Parlamento pluralista se realizaron en 1991. Entre la
destrucción del Muro y fines del 89 emigraron
unos 120.000 alemanes de la parte
oriental.
Gorbachov
cambio de opinión sobre la unificación alemana, pues se enfrentaba con
múltiples dificultades en su
país: la unión alemana requería un acto de
valentía política. Gorbachov reconoció el derecho de los alemanes a unirse en
un único estado. El dirigente oriental
le comunicó a Gorbachov que la mayoría de la
población apoyaba la idea: “La presión
a favor es tan fuerte, que el proceso se
volverá incontrolable: no seremos capaces de cambiar el curso de los acontecimientos”.
Alemania unida podía pertenecer a la OTAN. La Unión Soviética y
Gorbachov rechazaron esa idea.
Los
alemanes orientales proponían la
neutralidad militar de ambas partes, mientras avanzaban hacia la federación; Gorbachov no aceptaba ni siquiera esta
solución. Busch y el canciller
Kohl afirmaron que la OTAN debía ampliarse para garantizar la
seguridad de toda Alemania, lo cual provocó malestar en Rusia y en la UE.
Gorbachov no esperaba que el pacto de Varsovia se
desmoronara tan velozmente; terminó aceptando
que Alemania unida eligiera si
deseaba adherirse a la OTAN;
mostraba el debilitamiento de la Unión Soviética: su economía necesitaba urgentemente ayuda financiera. Alemania
estaba dispuesta a ofrecer créditos financieros.
Kohl
visitó Moscú. La Unión Soviética recibió las
siguientes garantías: Alemania renunciaría para siempre a poseer armamento nuclear -químico o bacteriológico- y no conservaría más de 370.000 soldados.
Kohl
accedió a pagar los costos del retiro
de las tropas soviéticas y su re-ubicación en la URSS: en total eran
doce mil millones de marcos más tres
mil millones en créditos.
A
Gorbachov le sirvió para construir las
buenas relaciones cruciales a largo plazo del futuro de
Europa. Los soviéticos consideraban la unión de Alemania una traición
imperdonable para los intereses de la Unión Soviética.
Quedaba pendiente
un punto: La República Federal nunca abandonó su objetivo de regresar a las
fronteras de 1937, que incluían zonas occidentales
de la Polonia de posguerra. El tema se abordó en
marzo, cuando el Parlamento
alemán Occidental renunció a
cualquier reclamo de las antiguas
provincias orientales y confirmó la
frontera oriental en la línea
Óder-Neisse, lo cual se ratificó en el tratado
entre Polonia y Alemania en 1991.
Un año antes, la República Federal dejaría de
proporcionar ayuda económica y, sin esa ayuda, la
moribunda economía de Alemania Oriental estaba condenada. Kohl
convenció a su gobierno para que el
marco occidental se convirtiera en la
moneda nacional, aún con sus grandes
desventajas económicas. Rescatarían -a un costo enorme- una economía en
bancarrota, con drásticas pérdidas
económicas y sociales. Muchos, recién llegados de la zona oriental perderían
sus empleos, al cerrar las industrias estatales rusas: la producción industrial cayó el primer año el 51% . Los
socialdemócratas y los sindicatos querían
evitar una economía oriental competitiva, con una pesada carga financiera para la zona
occidental. El canciller percibió las ventajas a
acordar; se oyeron quejas. Se agravó la situación con el despido masivo de
maestros, investigadores, científicos,
profesores universitarios y profesionales, vinculados con el régimen de la
parte Oriental; cuando se
nombró a alemanes occidentales para
reestructurar la política
y la economía, muchos alemanes se sintieron ciudadanos de segunda clase en su
país.
La RDA buscó una vía rápida de unificación. Los alemanes orientales votaron por la abolición de su propio estado. El atractivo del marco
alemán fue el factor decisivo. Los dirigentes
desempeñaron papeles cruciales en la campaña electoral: Kohl
fue reelegido y obtuvo la victoria del marco alemán occidental; triunfó con un 48% de los votos; una tercera
vía quedaba enterrada.
El
socialismo no cumplió con lo prometido; fue el veredicto de una multitud resentida:
el futuro no estaba en el sistema fallido del socialismo marxista-leninista. El
imán era la prosperidad con sus libertades y su economía pujante. Desde las elecciones de marzo hasta la unión, el camino fue breve y bastante directo. El paso
decisivo fue el único marco legal en
ambas partes de Alemania. El tipo de cambio acordado fue de
ocho a uno (el antiguo tipo de cambio en
el mercado negro), que se aplicó a los
ciudadanos de la RDA con empleo, pensiones o ahorros de cuatro mil o seis mil marcos para los
mayores de sesenta años. Los ahorros más elevados y
deudas empresariales se cambiaban a un tipo de 2 a 1. A corto plazo,
quienes poseían ahorros podían disfrutar de
viajes al extranjero o comprar objetos
fuera de su alcance; se convirtió
en una novedad para muchos; el modo de vida protegida que les proporcionaba el sistema comunista se acabó; el
comunismo garantizaba el empleo, por
poco productivo que fuere. Los trabajadores y sus familias pasaron a estar expuestos al mercado.
La economía oriental no
era competitiva: una tercera parte de su industria podía quedar sin subsidios. Durante los
cuatro años siguientes fueron privatizadas miles de empresas
estatales de la zona oriental,
absorbiendo más de trece mil empresas con cuatro
millones de empleados. La mayoría pasó a ser subsidiaria con poco valor. Los precios de venta eran bajos y lograr
hacerlos rentables fue
lento: perdiendo más de 250.000 millones
de marcos. La inversión privada era insuficiente,
pues soportó gran parte de la
carga financiera de esa unión bilateral, necesitando un
colosal programa de inversiones. Las carreteras en
mal estado, el ferrocarril, los puentes,
el arruinado sistema telefónico precisaban una renovación urgente, al igual que los enormes gastos sociales por el desempleo y los servicios sociales.
Durante los tres años antes a la unificación,
el gobierno de la RDA gastó 350.000 millones
de marcos, lo cual condujo a un sideral aumento de la deuda pública más los costos de financiación.
Similar a Polonia,
la transición llevó a un fuerte
choque económico, asegurado por las condiciones de la unidad
monetaria y velocidad de las privatizaciones. Como consecuencia de la unificación,
la economía estuvo expuesta a una liberalización más radical. Los
alemanes orientales podían contar con los enormes subsidios de la parte occidental.
Desde
1991, los sueldos de los alemanes ayudaba a financiar la transición en Alemania
Oriental, contribuyendo a los gastos de
la primera guerra del Golfo, llegando a unos 15.000 millones de euros anuales, con gran
desencanto de gran parte de la población-; los gastos económicos y
sociales eran abrumadores. Pese a los recelos de París y de Londres, ni Alemania ni el extranjero retrocederían.
El
31 de agosto de 1990 las dos Alemania firmaron un tratado
para resolver los problemas técnicos. Fue un momento de trascendencia única
para este país y también para Europa por
sus repercusiones.
Marcó el fin simbólico de una época, donde el
estado nación infligió un sufrimiento y
una destrucción inimaginables en Europa y muchos otros países. Dividida durante
cuarenta años, contribuyó a la
construcción de los pilares de una nueva Europa, basada en la paz, la
prosperidad y la estabilidad.
AL
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