martes, 4 de enero de 2022

ALEMANIA UNIDA

 En Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania la transición democrática fue  una cuestión de satisfacer las necesidades de sus ciudadanos, aflojando los lazos con la Unión Soviética. El camino  estaba sembrado de obstáculos.  Se desarrolló dentro de las fronteras nacionales establecidas; excepto en  Checoslovaquia,  que permaneció inalterable, tras el posterior «divorcio de terciopelo» en 1993, cuando Checoslovaquia se dividió en  dos estados: La República Checa y Eslovaquia; las fronteras  continuaron siendo las mismas. 

La transformación de un régimen comunista en una democracia liberal creó problemas;  exigieron la intervención de potencias internacionales, que aprobaron  esa alteración de la geopolítica europea.  No hubo conflictos territoriales entre alemanes y polacos o entre húngaros y rumanos.  Las fronteras se consolidaron en Europa central desde 1945.
En el caso de la RDA  fue diferente. La unión de las dos Alemanias -impuestas por los aliados  victoriosos, al final de la segunda guerra mundial, tenía  consecuencias internacionales.
Tras la caída del Muro, la ciudad seguía  dividida y controlada por los aliados, pero en la práctica el fin de la división de Berlín se percibía, aunque se desmantelaron los controles fronterizos recién en julio de 1990.

El Muro se destruyó.  Luego de veinticinco años se podía pasar de oeste al este y viceversa:  una multitud atravesó la Puerta, bajo una lluvia intensa  que avanzó  hasta el centro de Berlín Oriental. En la parte occidental aparecieron decenas de vendedores ambulantes. Sin embargo, en Berlín Oriental  la celebración del primer paseo bajo la Puerta de Brandeburgo  fue sobria.

El desequilibrio económico entre las dos partes del mismo país fue un factor decisivo; ya existía antes del  Muro, cuando  el   éxodo   de trabajadores  pasaba a Alemania Occidental; con el  muro pudieron poner fin en parte al éxodo.

Al acceder a los programas de  televisión  del oeste, promocionando  el consumo, comenzaron a gritar «Patria alemana unida,» indicando que la mayoría no consideraban a RDA  un país extranjero; se sentían identificados con los alemanes del oeste, como un país único. El 70%   deseaban la unión pues eran  pobres en comparación. Pero mientras no cambiara el valor de la moneda de Alemania Oriental, sería imposible mejorar su nivel de vida. Cualquier alteración dependía de la relación  entre ambas partes; se debía tomar decisiones.

Estados Unidos y la Unión Soviética eran críticos en esta  ecuación tan compleja. Las iniciativas llegaron del canciller  H. Kohl. Nadie preveía una unificación veloz, ni siquiera después de  la apertura del Muro.  

H. Kohl presentó un «plan de diez puntos» para avanzar con  la unificación. Mencionó estrecha colaboración, cualquier transformación  debía ajustarse en  conjunto». Alemania  era ahora un estado único. Kohl insinuaba que la federación tardaría años en madurar.

La unificación suscitó consternación  en Europa occidental y también en Moscú.  George Bush, que  en el 89 sucedió a Reagan, vio con  satisfacción la posibilidad de una  reunificación, siempre  que –unificada- permaneciera en la OTAN. Esta idea alarmaba a Moscú y  provocó un rechazo a cualquier posibilidad de unirse.
En diciembre de ese año Bush y Gorbachov celebraron una cumbre en Malta.  Llegaron a un acuerdo para fomentar  la cooperación entre las dos superpotencias. La reunión de ambos líderes fue trascendental pues  marcó el fin  de la guerra fría.  En sus conferencias de prensa Gorbachov declaró que cualquier incremento artificial entorpecería los cambios en Europa del Este, refiriéndose a los expulsados de las antiguas provincias de Alemania Oriental, que posteriormente  formaron parte de Polonia: la petición de los soviéticos era  la frontera oriental de Alemania. Mitterrand, el  primer ministro de Italia  Thatcher  y el ministro holandés expresaron su oposición. Ese año,  en una reunión,  Thatcher y Mitterrand  alegaron que, tras la unificación, solo una Unión Europea con una moneda común podría contener el poder de una Alemania unida. Sin embargo Gran Bretaña   rechazó la moneda única.

La II Guerra Mundial  peleó para destruir el poder alemán y la unión amenazaba revivirlo. Otros  líderes europeos eran más abiertos, siempre que se garantizaran las fronteras y los acuerdos de seguridad vigentes. El momento decisivo llegó  con el  acuerdo entre Francia y Alemania Occidental. Kohl calmó la situación,  confirmando que  Alemania se uniría a la integración europea.

Mitterrand y Kohl   llegaron a un acuerdo sobre el ambicioso plan  que finalizaría en  la  Comunidad Europea. El presidente francés  estaba impaciente por vincular Alemania con una Europa occidental integrada. Kohl, discípulo de Adenauer, era consciente de las ventajas para los alemanes de continuar vinculada a Occidente,  a fin de  desactivar la tensión internacional;  estaba dispuesto a sacrificar el marco alemán, símbolo de la prosperidad económica  alemana de posguerra.
Kohl  declaró que su  objetivo era la unión de la nación. En diciembre,

se eliminó de la Constitución la cláusula, que preservaba el liderazgo del partido comunista en la zona oriental.

Las elecciones para un nuevo Parlamento pluralista se realizaron en 1991. Entre la destrucción del Muro y fines del 89 emigraron  unos 120.000  alemanes de la parte oriental.

 Gorbachov  cambio de opinión sobre la unificación alemana, pues se enfrentaba  con  múltiples dificultades en su  país: la unión alemana requería un acto de valentía política. Gorbachov reconoció el derecho de los alemanes a unirse en un único estado. El dirigente  oriental le comunicó a Gorbachov que la mayoría de la población   apoyaba la idea: “La presión a favor es tan fuerte, que  el proceso se volverá incontrolable: no seremos capaces de cambiar  el curso de los acontecimientos”. Alemania unida podía pertenecer a la OTAN. La Unión Soviética y Gorbachov rechazaron esa idea.

Los alemanes  orientales proponían la neutralidad militar de ambas partes, mientras  avanzaban hacia la federación; Gorbachov  no aceptaba ni siquiera esta solución.  Busch  y el canciller Kohl  afirmaron que  la OTAN debía ampliarse para garantizar la seguridad de toda Alemania, lo cual provocó malestar en Rusia y en la UE. Gorbachov no esperaba que el pacto de Varsovia se desmoronara  tan velozmente; terminó  aceptando  que  Alemania unida eligiera  si  deseaba adherirse a la OTAN;  mostraba  el debilitamiento de la Unión Soviética: su economía  necesitaba  urgentemente ayuda financiera. Alemania estaba dispuesta a ofrecer créditos financieros.

Kohl visitó Moscú. La Unión Soviética recibió las siguientes garantías: Alemania renunciaría para siempre a poseer armamento nuclear -químico o bacteriológico- y  no conservaría más de 370.000 soldados.

Kohl accedió a  pagar los costos del retiro de las tropas soviéticas y su re-ubicación en la URSS: en total eran  doce mil millones de marcos más tres mil millones  en créditos. 

A Gorbachov le sirvió  para construir las buenas relaciones cruciales a largo plazo del futuro de Europa. Los soviéticos consideraban la unión de Alemania una traición imperdonable para los intereses de la Unión Soviética.
Quedaba pendiente un punto: La República Federal nunca  abandonó su objetivo de regresar a las fronteras de 1937, que incluían zonas occidentales de la Polonia de posguerra. El tema se abordó  en  marzo, cuando el Parlamento  alemán Occidental renunció a cualquier  reclamo de las antiguas provincias orientales y confirmó  la frontera  oriental en la línea Óder-Neisse, lo cual se ratificó en el tratado entre Polonia y  Alemania en  1991.

 Un año antes, la República Federal dejaría de proporcionar ayuda económica  y, sin esa ayuda, la  moribunda economía de Alemania Oriental estaba condenada.  Kohl convenció a su gobierno para que  el marco  occidental se convirtiera en la moneda  nacional, aún con sus grandes desventajas económicas.  Rescatarían  -a un costo  enorme- una economía en bancarrota,  con drásticas pérdidas económicas y sociales. Muchos,  recién llegados de la zona oriental perderían sus empleos, al  cerrar las industrias estatales rusas: la producción industrial cayó el primer año el 51% . Los socialdemócratas y los sindicatos querían   evitar  una economía  oriental competitiva, con  una pesada carga financiera para la zona occidental. El canciller percibió las ventajas a acordar; se oyeron quejas. Se agravó la situación con el despido masivo de maestros, investigadores, científicos, profesores universitarios y profesionales, vinculados con el régimen de la parte  Oriental;  cuando se nombró a alemanes occidentales para  reestructurar  la política  y  la economía, muchos alemanes   se sintieron ciudadanos de segunda clase en su país.
La RDA  buscó una vía rápida de unificación. Los alemanes orientales votaron por la abolición de su propio estado. El atractivo del marco alemán fue el factor decisivo. Los dirigentes desempeñaron papeles cruciales en la campaña electoral:  Kohl fue  reelegido y  obtuvo la victoria del marco alemán occidental; triunfó con un 48% de los votos; una tercera vía  quedaba  enterrada.

El socialismo no  cumplió con lo  prometido; fue el veredicto de una multitud resentida: el futuro  no estaba en el sistema fallido del socialismo marxista-leninista. El imán era la prosperidad con sus libertades y su economía pujante. Desde las elecciones de marzo hasta la unión, el camino fue breve y bastante directo. El paso decisivo fue el único marco   legal en ambas partes de Alemania. El tipo de cambio acordado fue  de ocho a uno  (el antiguo tipo de cambio en el mercado negro), que  se aplicó a los ciudadanos de la RDA con empleo, pensiones o ahorros de cuatro mil o seis mil marcos para los mayores de sesenta años. Los ahorros más elevados y deudas empresariales se cambiaban a un tipo de 2 a 1. A corto plazo, quienes poseían ahorros podían disfrutar de viajes al extranjero o comprar objetos  fuera de su  alcance; se convirtió en  una novedad para muchos; el modo de vida protegida  que les  proporcionaba el sistema comunista se acabó; el comunismo garantizaba el empleo, por  poco productivo que  fuere. Los trabajadores y sus familias  pasaron a estar expuestos al mercado. 

La economía  oriental no era  competitiva: una tercera parte de su industria podía quedar sin subsidios. Durante los cuatro años siguientes fueron privatizadas miles de empresas estatales de la zona oriental,  absorbiendo más de trece mil empresas con cuatro millones de empleados. La mayoría pasó a ser subsidiaria con  poco valor. Los precios de venta eran bajos y lograr hacerlos  rentables fue  lento: perdiendo más de 250.000 millones de marcos. La inversión privada  era  insuficiente,  pues soportó  gran parte de la carga financiera de esa unión bilateral, necesitando un colosal programa de inversiones. Las carreteras en mal estado, el ferrocarril,  los puentes,  el  arruinado sistema telefónico precisaban una renovación urgente, al igual que  los enormes gastos sociales por el desempleo y los servicios sociales. Durante los tres años antes a la unificación, el gobierno  de la RDA gastó   350.000 millones de marcos, lo cual condujo a un sideral aumento de la deuda pública  más los costos de financiación.
Similar a  Polonia,  la transición llevó a un fuerte choque económico, asegurado por las condiciones de la unidad monetaria  y velocidad de las privatizaciones. Como consecuencia de la unificación, la economía  estuvo expuesta a una liberalización más radical. Los alemanes orientales podían contar con los enormes subsidios de  la parte occidental.

Desde 1991, los sueldos de los alemanes ayudaba a financiar la transición en Alemania Oriental, contribuyendo  a los gastos de la primera guerra del Golfo, llegando  a unos 15.000 millones de euros anuales, con gran  desencanto de gran parte de la población-; los gastos económicos y sociales eran abrumadores. Pese a los recelos de París y de Londres, ni  Alemania ni  el extranjero   retrocederían.

El 31 de agosto de 1990 las dos Alemania firmaron un tratado para resolver los problemas técnicos. Fue un momento de  trascendencia única para este país y  también para Europa   por sus repercusiones.

 Marcó el fin simbólico de una época, donde el estado nación   infligió un sufrimiento y una destrucción inimaginables en Europa y muchos otros países. Dividida durante cuarenta años,  contribuyó a la construcción de los pilares de una nueva Europa, basada en la paz, la prosperidad y la estabilidad.

 

 

AL

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