Persianas
especiales en las ventanas. En Teherán envejecían las alfombras, pisándolas los
camellos, los burros y las ovejas y las ensuciaban para venderlas mas cara. El regateo
duraba tres horas. Mi padre era en
Teherán general de brigada; se visitaba con el Sha. EE UU estaba aliado contra
los nazis en Europa; en Irán la misión de mi padre era alejar el comunismo del
país. El Sha tenía 37 años. El lujo era increíble; pisos e mármol, jardines,
puertas de cristal, enormes ambientes, sirvientes, espadas de oro incrustadas
con piedras preciosas, perlas como un puño. Oro en forma de ladrillos. La
familia se reunió; mi madre era ebria, mis hermanas Ruth Ann tenía un novio
comunista y Sally le gustaba la poesía y el arte.
Salíamos
de caza de asnos salvajes en medio del desierto.
DE
Irán pasé a Suiza a internado; bosques, lagos azules en oposición a las rocas y
la arena del Irán. Las fondues, el vino, la cerveza. Escuela para los hijos e
delegados, Yo tenía quince años. Era
trilingüe: hablaba inglés, francés, alemán y jugaba al Foot-ball; en 1948, en
Francfort, la comida era escasa, colas para comprar verduras, patatas, huevos,
leche en polvo.
Mi
padre era capitán de las Fuerzas americanas bajo ocupación. El número dos de la
policía de la zona; sobre el modelo de la policía e New Jersey.
Yo
estaba en plena rebeldía de adolescente con mi padre. Eran más estrictos que otro
padre que los dejaban salir hasta una cierta hora; miles de soldados americanos
chocaban con sus padres, más serio que los otros. Si obtenía una mala nota era
encerrado sin salir. (Mis hermanas
estaban becadas en EE UU). Jugábamos partidos de rugby, había bailes de
disfraces, tomábamos bebidas en el bar, había bailes, chicas. Fui un joven
europeo en Suiza y un hijo de militar en Alemania: íbamos a la ópera a escuchar
Carmen y Aída.
En
Agosto estaba en West Point. Me gustaba la vida militar, la autodisciplina; a
veces la exigencia lindaba con la crueldad. Fiestas en la casa de una abuela.
En
West Point me formé; también Einsehower, Mc Arthur, Patton y otros salieron de
allí con prestigio muy codiciado. Era gratis pero daba prestigio; cubría
ochenta y seis plazas por año; tuve brillantes calificaciones, las más altas en
estudios, en rugby, otros deportes y en
prueba de acción múltiple. El entrenamiento era duro; sentíamos tensión física
y psíquica. Hicimos el juramento de
código de honor, de fidelidad, defender la constitución; fue difícil sobrevivir
el primer mes. Gimnasia, marchas, natación, cada vez más duros en las próximas
ocho semanas. Nos enseñaban que los cadetes nunca mienten, no engañan, no roban
ni permiten que otros lo hagan. Normas de veracidad para toda la vida. Buena
escuela de ingeniería, matemática, historia, ciencias sociales, tácticas
militares como Alejandro Magno y otros hasta el fin de la
II Guerra Mundial, la bomba hidrogena, el fin de la guerra de
Corea, ética y derrota.
Los
franceses estaban en Indonesia, (actual Vietnam); disputas en el congreso entre
Mc Carthy y el ejército; decían que el senador era del Ku Klux Klan con métodos
odiosos, que los comunistas tenían células en todas partes, que habían robado
secretos de los EE UU y de La
URSS y tecnología nuclear, para apoderarse del mundo. Yo era
anticomunista y quería defender a mi patria.
Había profesores que eran héroes de la Guerra de Corea. ¿Era duro resistir? ¿Y a la tortura? Todos deseábamos
ser valientes militares. Éramos de los mejores alumnos; queríamos ser buenos
estudiantes buenas personas y buenos atletas y buenos militares pero sin
exagerar. También ser divertido, buen compañero, no tomar la vida demasiado en
serio. Los cabos cadetes no podían casarse.
Cuando
bajaba la moral de la
Compañía hasta formar grupos hostiles, debíamos disolverlos
para ser un jefe eficaz, comprenderlos, según su temperamento, artístico
incluso. Le pedí a un joven con dotes especiales que diseñara un tazón y luego
que lo fabricara; los altaneros hostigaban a los plebeyos pero hasta cierto
punto.
Teníamos
obligación de pertenecer en el ejército tres años, salvo excepciones o pertenecer
allí hasta la jubilación, como militares.
La
infantería era la más dura. Los cadetes la evitaban (ataques con bayonetas. El
Congreso reducía gastos del ejército y daba dólares a las Fuerzas Armadas. La URSS
tenía la bomba hidrógeno. Las Fuerzas Aéreas crecían mucho. Uno llegaba fácilmente
a coronel o general. Las bases eran modernas, nuevas, confortables. Pero yo
quería estar a la cabeza de mis hombres en la batalla, no servir en una base de
artillería. Era una gran responsabilidad pues los errores de los oficiales se pagan con
vidas humanas.
Me
gradué en 1956, como cadete, luego subteniente del ejército de EE UU. Papá
estaba feliz: me sentí buen hijo. Medía 1,89 y pesaba 90 kilos. En ese mundo
idealizado, nació mi nuevo sistema de
escala de valores. Amaba mi patria y comprendí la diferencia entre el bien y el
mal. “Deber, honor, patria”. Conciencia formal, ideal y servir a la patria por
encima de uno mismo; cumplir mi deber sin estar pendiente de mis ventajas
personales. Treinta años más tarde nos
quejábamos yo y dos amigos, los tres generales con tres estrellas del Pentágono y del Capitolio; teníamos otro
ideal diferente para ascender.
Ejército en Corea: 1957
Sufría
las consecuencias de la guerra. La
URSS tenía el spútnik y armas sofisticadas en la frontera de la OTAN , más helicópteros y
paracaidistas: preparaban un perímetro de defensa.
1959: Orden de ir a Berlín
en dos años. Feliz de regresar a
Alemania. Temía que en los EE UU estallara la guerra entre mi país y La URSS. Berlín este
seguía siendo un polvorín, un país totalitario. Tiendas vacías, ropa gris; no
levantaban la vista al caminar. Dos grandes hileras de fachadas tan kitsch que
los mármoles se caían; era una ciudad opresiva.
Berlín
Oeste era magnífico; no existía el Muro todavía. Los autos que circulaban eran
Mercedes, Volkswagen, Porches; había cafés, restaurantes y confiterías
bailables.
El
ejército americano era más profesional Ya
entrenaba para el combate; ya estaban las listas para el combate. Fui jefe como
teniente de Compañía de infantería. Seleccionaban
meticulosamente a los soldados rasos para enviar a Alemania.
Cada
tres meses mandé un pelotón de reconocimiento de combate. Actué con autonomía.
Vigilé la actividad del enemigo. Auténticas operaciones de reconocimiento
contra las fuerzas soviéticas de
Alemania Oriental.
El
1º de mayo los soviets -en una gran fiesta- exhibieron tanques, artillerías,
lanza cohetes, gran material bélico. Pero nuestro orgullo y moral eran
altos. Berlín Occidental nos trataba
como héroes. En Navidad, las familias nos invitaban los fines de semana a rondas
de cerveza con los soldados o para brindar por EE UU. Nadie odiaba el Puente
aéreo de 1949, que salvó a americanos y británicos, ni olvidaban que –sin los EE UU- Berlín occidental
hubiera sido aplastada. Había cuatro mujeres por hombre. En 1961 fui ascendido a capitán y
regresé a Georgia. Carecía de armas (era la Guerra Fría ): faltaban cohetes,
ojivas nucleares. Di conferencias técnicas, basadas en material no secreto.
Crisis
de los misiles en Cuba. 1964. Kennedy al borde de la guerra. Catástrofe
inminente.
En
West Point seguía la rutina académica.
En
Vietnam había 20.000 hombres en el Valle del Sur, con misiones con helicópteros
y aviones de caza. Se autorizó a Johnson a enviar tropas al combate: nerviosismo
entre los oficiales americanos. El ejército estaba en su fase de expansión y hacía
falta comandantes. Pocos oficiales fueron enviados a Vietnam. West Point me
dejó ir con la promesa de volver al cabo de un año, para finalizar mi
compromiso como docente.
Pasé
mi vida preparándome para ser oficial de infantería y para combatir por la
libertad. Quería adquirir experiencia en el combate, no subir ascendiendo.
Quería ir a Vietnam sólo por mis ideales.
El lanzador de cohetes intimó al Vietcong. Durante un mes no hubo ataques de
cohetes; la matanza de My Lai fue repulsiva.
Para
ser buenos, necesitábamos oficiales suficientes y subalternos fogueados. El
Vietcong atacaba de noche. Yo dormía ¾ horas. Los Vietcong eran bandidos, socorridos por Vietnam del Norte.
Con
un batallón de ingenieros, tendimos una carretera hasta el corazón de la
península con el fin de hacer accesible a varias aldeas. Logramos construirla,
pese a los de Vietcong. Regreso a los EE UU en 1970. La guerra quedaba a 16.000
Km. El Pueblo rechazaba la guerra.
1973-75
Kissinger firmó en París el fin de la
guerra. Y Nixon firmó el fin del servicio obligatorio.
Me
destinan a Alaska, al departamento
de coroneles y la dirección general de oficiales. En 1974 mi mujer Brenda y mis dos hijas vienen
conmigo; llegamos a las 4.30 p. m; ya
era oscuro y hacía 42º bajo cero: Se nos
congelaban los pelos de la nariz y la barba.
Mi
unidad tenía 4.500 hombres. Los coroneles no hacían nada: pescaban, cazaban.
1975
nuevo deber; defender Alaska de cualquier ataque soviético; defender el
oleoducto; había dos estaciones: el petróleo y la hulla. La misión era defender
la bahía y las estaciones de bombeo.
Primavera.
Marchas de cuarenta Km. para defender un servicio de estaciones de bombeo
contra supuestos ataques soviéticos. Escribí
normas para los oficiales y subió la moral.
30
de abril de 1975. Cae Saigón. EE UU traicionó a Vietnam del Sur. Ayuda con armas y material bélico para luchar
pero les devuelve su guerra. 31 octubre: última noche en Alaska. Parto a Hawai.
Soy un general con tres estrellas.
La guerra del golfo
Saddam invade Kuwait para quedarse con el petróleo; aducía que robaban petróleo. El presidente de EE UU pensó que Saddam no atacaría. Irak estaba preparado. Busch padre temía que Saddam invadiera por Kuwait. El ejército era inferior al de China,
Fui
al Pentágono para informar a Busch y proteger la libertad de los pueblos. Nada
puede sustituir el liderazgo americano. Destruir la aviación y sus defensas con
un bombardeo sin tregua sin desatar
una
guerra mundial y sin hundir barcos sin orden de la Casa Blanca. Inutilizar el combate
con defensiva a la posible ofensiva. El Congreso dio permiso para 200.000
reservistas más.
1990. Al calor del desierto. Allí regía la ley
saudí. La artillería de los aliados con Irak. Se necesitaba reforzar la nueva
defensa. Colin Powell -desde Washington- pide información sobre “Tormenta del
desierto”. No se podía pasar a la
ofensiva; se necesitaban nuevas divisiones acorazadas: Washington aceptó.
La
forma clásica del ataque frontal con un ejército numeroso es atacarlo desde el flanco para envolverlo y
luego aplastarlo contra el mar. Irak era
tres ves más grande que Kuwait y todo era a su alrededor desierto, salvo las pequeñas ciudades.
Destruir la guardia republicana, que había dejado de existir como organización
militar y lanzar la ofensiva, atacar, cruzar la frontera y penetrar en Irak.
Había
cuatro fases en mi plan; bombardeo estratégico, control del cielo de Kuwait,
bombardeo de las posiciones artilleras iraquíes, atrincheramiento y
concentración de tropas. No sería una maniobra envolvente, admitió Powell tres semanas
antes. Señalé que quería que operasen sus unidades. Los enemigos estaban en el
extremo oriental de Kuwait y sus alrededores. Nosotros impediríamos que fuesen
hacia al sur. Al este estaba el golfo; al norte el río Eufrates, como barrera natural. Quería un
ataque de cuatro cuñas en la frontera, cerca del golfo con dos divisiones de
infantería, marina y un grupo operativo que penetrase en Kuwait para
inmovilizar las fuerzas de Saddam y rodease la ciudad. Reservé un segundo pasillo en occidente para
un ataque paralelo de pan árabes, egipcios y saudíes para entrar a la ciudad y combatir calle por
calle, casa por casa.
El
principal golpe de EE UU fue por el oeste y desde allí torcer hacia el este.
Aniquilada la guardia republicana contra
el mar, debíamos estar preparados para atacar Bagdad. El día señalado fue a
mitad de febrero. El núcleo de los contingentes estaba en Alemania y debíamos
transportar las divisiones hasta el Golfo para que los soldados se aclimataran.
El
ataque de flanco sería con el ataque de aire. Necesitaba el apoyo de los
aliados. EE UU tenía 300.000 hombres en el conflicto de Tormenta del desierto; Irak prometió poner 250.000 que en total serían 540.000 hombres.
El
29 de noviembre el Congreso de Seguridad
autorizó el uso de las fuerzas, si Irak no abandonaba Kuwait antes del
15 de enero.
Se
dudaba si los egipcios se unirían o no a la ofensiva; no quería entrar en Irak, sí liberar Kuwait.
Fui
al Cairo; Egipto dominaba esas líneas por una guerra anterior a 1973; conocían
los campos y las dificultades. Les
describí mi plan y los convencí.
Francia
dudó de entrar o no al conflicto. Necesitaba saber si contaría con su
ayuda. El gobierno deseaba participar,
pero temía enfrentarse con los tanques y con los soviéticos de Irak. Estaban dispuestos a proteger el flanco
occidental. Acepté entusiasmado.
De
Alemania llegaban refuerzos y
llegaríamos a tener igual cantidad de fuerzas que en el momento álgido de la
guerra de Vietnam. Necesitaba cuatro meses y medio para estar listo. Washington
aprobó los tiempos.
El
15 de enero me dieron el ultimátum; planes de guerra más planes de Navidad.
Bush me llamó por teléfono; hubo una misa; llegó Bob Hope a alegrarnos con
música country y cantó White Christmas.
La
lucha sería entre saudíes, sirios, egipcios, kuwaitíes, -desde Marruecos,
Nigeria, Dakar- más las fuerzas británicas y francesas.
Los expertos checos ayudarían en la guerra química y
Polonia, con médicos y equipos polacos.
El
rey Fahd dio un extensivo discurso en árabe sobre problemas regionales con
Saddam Hussein. Los árabes se arrodillaron en la arena del desierto de cara a la Meca , orando en el lugar.
Hacía 37º de calor y era octubre, algo insoportable. Los soldados no tenía
botas apropiada para ese clima y esas tierras;
caminar con ellas era tener los pies en un horno. Eran las mismas usadas
en la guerra de Vietnam con agujeros para dejar salir el agua de los pantanos
pero ahora era la arena caliente. El alimento tanto frío como caliente tenía el
aspecto y sabor a pasta.
Bush
visitó el ejército para Thanks Giving y envió tres divisiones más -a pedido mío- más
una brigada con tanques modernos, un acorazado y trescientos aviones. Así se doblaron las fuerzas de tierra y marina
y se triplicó los tanques. Me preguntó
cuánto duraría la guerra; le respondí tres
meses, tres semanas o tres días, en condiciones óptimas. Bush la comparó a Checoslovaquia, invadida por Alemania.
Lo
primero era el grupo mortal al mando del control; lo segundo, conservar la
superioridad aérea, lo tercero, cortar
las líneas de abastecimiento, lo cuarto, destruir los tanques y la
guardia republicana: que Irak dejara de
ser eficaz, destruyendo los recursos químicos, biológicos y nucleares. Si nos ordenaban lanzarnos a la ofensiva,
teníamos el poder y la fuerza militar para penetrar en Irak y un bombardeo
estratégico que pocos conocían en Washington. Debíamos lograr el control del cielo de Kuwait
con tres bombardeos de las posiciones de artillería para concentrar las tropas y aniquilar
las
fuerzas de Saddam en el extremo oriental de Kuwait y alrededor de Kuwait. Las
fuerzas en esa zona impediría a los iraquíes desplazarse hacia el sur. Al este
se encontraba la barrera natural del Golfo. Al norte, el Eufrates. Destruir
esos puntos para que se transformara en una barrera natural.
Un
ataque de cuatro cuñas –repito- era mi plan, con dos divisiones de infantería
marina de EE UU y un grupo saudí para penetrar en la ciudad. También podría
atacar desde el mar con fuerzas anfibias.
Mi
mayor deseo era que la guardia republicana quedara acorralada contra el mar y
aniquilarla. Hecho esto, atacar Bagdad.
En esa zona nada quedaría. Bagdad tal vez sería innecesario, pues la
guerra hubiera llegado a su fin.
Todo
el mundo conoce el resultado final. Ganamos la guerra en tres días.
Bibl:
(Schwarzkop Norman. Autobiografía, (los Grandes Temas de la Historia , edit Globu,
España, año 1994)
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