viernes, 26 de noviembre de 2021

VIETNAM

 

Vietnam

 

En  1965, Europa atravesó un período de revueltas políticas. En el Telón de Acero afrontaron desafíos en los gobiernos.

En 1968, en Francia hubo  protestas estudiantiles. La «Primavera de Praga» causó una conmoción en el bloque soviético. A principios de los años 70 su legado fue multifacético y duradero. Los disturbios reflejaron transformaciones profundas en los valores sociales.

La juventud del baby boom eran adultos. Los valores y el comportamiento de la generación anterior, educada en una disciplina impuesta por la  guerra mundial, se cuestionaba. Para los jóvenes, el poder, el deber y  la obediencia eran valores  del pasado;  fueron más individualistas en su modo de vestir,  sus hábitos y estilos de vida, no dispuestos a aceptar el conformismo conservador y la autoridad paterna, siempre dispuestos a rebelarse.

Estados Unidos libraba una guerra desgastante en Vietnam  convirtiéndose en la imagen   del imperialismo capitalista. Alemania era la principal candidata nuclear en caso de un enfrentamiento entre  superpotencias; se movilizaron protestas estudiantiles.

 

En 1960, un sociólogo americano proclamó el fin de la ideología  Occidental. Las tendencias evolucionaron desde el siglo XIX  hasta  mitad del siglo XX. El marxismo  finalizó en una sociedad tecnocrática, sin  ningún papel.  La década del ‘50 fue testigo de su agonía  y de lo  inútil  de sus ideas fundamentalistas.

A mitad de la década, la oposición  entre el marxismo y el capitalismo  tuvo un papel central denominada la Guerra Fría; la protesta política reflejaba un sentimiento de alienación en la juventud que se  generalizó en una generación nueva que  tomaba el poder. Algunos  incitaban a las manifestaciones, a favor de los derechos civiles. Las canciones líricas  de Bob Dylan se transformaron en himnos de protestas  juveniles.

El horror de la guerra de Vietnam - se vio  en  televisión- trascendía las fronteras  y condenaba el imperialismo y el colonialismo. El capitalismo tuvo una visión idealista de una sociedad sin clases, según los  neo marxistas; se reflejó en manifestaciones dirigidas contra la clase política.
 Estallaron en París,  en 1968,  pero el malestar  venía del pasado. Fue el símbolo del rechazo  de los valores fundamentales de la época. Los estudiantes,  en contacto con el extranjero, adquirían oportunidades de transformar las ideas radicales en una acción colectiva, originando una revuelta generacional. Encontró también su expresión en Estados Unidos,  Japón  (incluso en regímenes autócratas  como la España franquista,  diferente  de  la   que estalló en Polonia y Checoslovaquia. En el oeste, el movimiento de protesta se dio de manera más dramática; en Italia, Alemania y Francia, con  rasgos  diferentes pero con  ciertas similitudes. Básicamente  la protesta fue un estallido de descontento estudiantil en las universidades.  Los docentes  eran profesores  distantes  y autoritarios. Los   estudiantes  se duplicaron. La Universidad de Roma, concebida para cinco mil alumnos, tenía cincuenta mil . Muchos salían de la universidad sin títulos y los aprobados tenían problemas para encontrar trabajo. En Alemania, los estudiantes se cuadriplicaron pero los profesores universitarios y las instalaciones no aumentaron  al mismo ritmo.  Para los estudiantes, la administración de las universidades era reaccionaria y restrictiva y  los nuevos campus universitarios  llevaban a la alienación. El descontento social se volvió costumbre  y  se convirtió en un rechazo total a la sociedad.

Cada protesta reflejaba las condiciones  de su país: la facilidad para comunicarse y para viajar permitía que las quejas se  divulgaran velozmente. La ira y el resentimiento crecieron entre los alumnos. La pólvora  encendió la mecha de los  líderes estudiantiles rebeldes, hábiles para convertir las quejas en un desafío a   la autoridad burguesa.

En Italia y  en Alemania  los regímenes fascistas y la sociedad capitalista  hervían; se trataba de una rebelión  de izquierda: el marxismo era  una inspiración intelectual de la  Nueva Izquierda, pero  sus adeptos no miraba a Moscú: el modelo soviético quedó deshonrado, después de la represión de Hungría. Hallaron sus líderes en las revoluciones campesinas y las luchas guerrilleras  en el Lejano Oriente y en América Latina. Admiraban a Mao, ignorantes de su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad; también admiraban al líder norvietnamita, a Fidel Castro, la figura opuesta al imperialismo,  en especial al  Che Guevara, el líder de la revolución cubana -asesinado a tiros por soldados bolivianos.  Leían  a Marx y a León Trotski. Su obra, en tiempos  de Mussolini, era venerada. Se inspiraban en  los  gurúes intelectuales marxistas, el filósofo francés  Sartre y Foucault, cuyas obras hacían hincapié en el poder represivo  de las instituciones.  Marcuse,  crítico   alemán, consideraba la sociedad contemporánea deshumanizada y abogaba por al rechazo  de los falsos dioses del consumismo occidental.  

Diferente a las ideas marxistas estimularon la rebelión en grupo, con el deseo de crear un mundo mejor, una sociedad más justa e igualitaria. La guerra de Vietnam se agravaba;  puso a la juventud en contra de los EE .UU que, desde la Segunda Guerra se convirtió en  el modelo de los valores democráticos de libertad y  prosperidad.

Estados unidos fue  arrastrado  hacia un conflicto sin solución en Indochina, Vietnam, Laos y Camboya. En 1954-1955, los franceses le pidieron ayuda a esa potencia pero luego, viendo  que no podían ganar la guerra contra el norte comunista,  se retiraron de la contienda. El objetivo de los Estados Unidos y Francia era contener el avance del comunismo en toda Indochina.
Washington  dependía de un gobierno títere y corrupto en Saigón,  capital de Vietnam del Sur.  A principio de los 60, Estados Unidos envió una cantidad importante de armas a Vietnam; los norvietnamitas  luchaban por la independencia , intensificando su guerra de guerrillas en el sur. Cuando aumentó el riesgo de perder la guerra,  Johnson, envió tropas a Vietnam.  De  184.000 soldados  en Vietnam, en dos años la cifra aumentó a 485.000. 

En 1964, se extendió velozmente  una organización inspirada en la ideología de la Nueva Izquierda. En  1967,  200.000 personas se reunieron en Nueva York para protestar contra la guerra.  En los meses siguientes la guerra se intensificó y el horror fue  el  uso de las temibles bombas de napalm norteamericanas. La opinión pública   fue contraria a la guerra, mientras aumentaba el número de jóvenes reclutados forzosamente para luchar (y morir) en un conflicto imposible de ganar. Muchos venían de familias pobres, de piel blanca o negra, mientras las familias ricas o bien relacionadas evitaban que sus hijos fueran movilizados. Las protestas  aumentaron con manifestaciones contra la participación de su país en Vietnam.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

LA CULTURA ENTRE 1955 - 65

 

 Se produjo en la cultura popular cambios que rompieron  con el pasado: se produjo una revolución. A la mayoría no le importaba el pasado: quería disfrutar de tiempos mejores. Los jóvenes en particular  vivía el presente y miraba el futuro.

Esta generación transformó la   clase social. La cultura popular se convirtió en la fractura social más importante. Los cambios fueron alterando de manera paulatina, pero permanente, así como los valores sociales y el modo de vida.  La brecha entre la alta cultura y la popular se redujo porque  los gustos coincidieron. Los progenitores de clase media, contagiados por los sus hijos (y deseosos de no ser excluidos), disfrutaban tanto de la música pop como de la clásica, y los profesores universitarios asistían a partidos de fútbol,  antes  reservado  en exclusividad a la clase obrera industrial. Los cambios  fueron uniformes en  el continente. En Europa la transformación cultural fue más lenta que  en  los países Católicos, pero el proceso de cambio, una vez iniciado evolucionó y propagándose durante el resto del siglo.

El lenguaje universal de los jóvenes fue  la música pop; la lista de éxitos en Gran Bretaña fue la balada «My Son, My Son», de Vera Lynn. The Comets,  señaló la llegada del rock and roll, un nuevo estilo musical  que  cruzó el Atlántico desde Estados Unidos y tuvo un éxito  masivo entre los adolescentes. Las salas de baile se entregaron de inmediato al  swing; sus admiradores gritaban en los cines y bailaban rock en los pasillos. Como reflejo del espíritu de rebeldía juvenil, la trivial historia sobre el director de una orquesta de baile que triunfa, tras descubrir el encanto del rock and roll provocó disturbios juveniles y vandalismo en pueblos y ciudades de toda Europa del oeste. Ochenta ayuntamientos del Reino Unido prohibieron la película. Halley desapareció pero llegó Elvis Presley convertido en  un dios para  los jóvenes en los Estados Unidos y  en Europa; fue la primera gran estrella del rock and roll. Guapo, una expresión seductora y un estilo interpretativo, con un provocativo movimiento de las caderas, lo convirtió en un sex symbol para millones de adolescentes y para  muchos  adultos. Algunos conservadores lo consideraban  una degradación peligrosa de la verdadera cultura y moral.

Los adolescentes rendían culto también a otros grandes artistas del rock and roll. Ciertas  figuras destacadas gozaron de una popularidad enorme en ambos países. El impacto del rock and roll  fue explosivo. Sometidos a una educación asfixiante en  colegios de hermanos o monjas, en el oeste de Irlanda, fue como salir de la Bastilla después de cuarenta años.

El rock and roll se convirtió en una verdadera revolución cultural  trasladándose a Inglaterra. Su primera grabación de «Love Me Do» anunció la llegada de los Beatles, cuatro adolescentes de Liverpool con el rostro aniñado y melenudos (Lennon,  McCartney,  Harrison y Ringo Star) que se convirtieron en un boom y se extendió por toda Gran Bretaña.  Su música evolucionó del énfasis inicial en el rock a sonidos más sofisticados y alcanzó tal vez su máxima creatividad durante su etapa «psicodélica» en 1967. Su  experimento con  estupefacientes acentuó  el uso de drogas. Interpretaron «All You Need is Love» -vía satélite- para una audiencia de televisión mundial  entre  350-400 millones de personas y se convirtió en unos de los temas del movimiento pacifista “flower power” y del movimiento de las protestas internacionales contra la guerra de Vietnam.

Los Beatles rechazaban  los valores convencionales: fueron el anti sistema  juvenil. Los Rolling Stones  siguieron el mismo camino;  cultivaban de «chicos malos», el estilo desinhibido con su mezcla de rock y blues más su apariencia física, con el cabello largo y ropa informal (que contrastaba con el aspecto  uniformado de los Beatles y de otras bandas de la época); les daba un atractivo antiautoritario, encajando bien con la cultura de los jóvenes de los años 60,  que se extendió por los Estados Unidos y Europa e incluso penetró al otro lado del Telón de Acero; en todas partes los jóvenes se vestían con ropas similares.

Durante la fiebre roquera  de los años 50, los jóvenes rebeldes británicos, tomando a veces como modelo a James Dean, -un joven actor un icono que protagonizó Rebelde sin causa,  usando chaquetas de cuero y pantalones «pitillo» que se mató  en un accidente de auto a los  veinticuatro años-o a Marlon Brando. Los jóvenes de los años 50 prestaron atención a sus  peinados engominados al estilo  Elvis Presley. Hubo variantes en Alemania y Francia: “Los teddy boys” o “Los blusones noirs”que aspiraban a parecer diferente al resto de la sociedad. Se trataba de una minoría rebelde (a veces violenta);  en los 60 el estilo de los jóvenes todavía era conservador,  similar al de sus padres pero, a fines de la década, su aspecto  era  bien diferente. Solían llevar el pelo largo y vestir ropa informal. Gracias a un marketing acertado, los vaqueros -que originalmente eran una indumentaria de trabajo  pasaron a ser su uniforme,  que también  usaban los adultos  más modernos. El aspecto hippie empezó en Estados Unidos y  se puso de moda en Europa; indicaba la adhesión a una contracultura, más relacionada con las drogas y la liberación sexual. No todos querían  ser hippies. El diseño de modas, dirigido a los jóvenes  de   ambos

sexos,que tenían más dinero para gastar en ropa, anunciaba estilos atractivos  y distintivos. La «juventud» se convirtió en un gran negocio, con una amplia variedad de tiendas de moda que ofrecían la última moda unisex.

La modista  Mary Quant -un icono de la moda inglesa fue calificada en Italia como «la creadora de la moda  al último grito-  inventó la minifalda. Jane Shrimpton y la delgadísima  «Twiggy»  se convirtieron de «supermodelos»,  creadoras de tendencia de la ropa femenina  internacional. Desaparecieron  los sombreros varoniles. 

El mayor cambio de los 60 fue la televisión, con gran repercusión en la cultura; afectó a todos los sectores sociales y en todos los países.  Empezó  en los años 20, pero la supremacía absoluta de la cultura popular fue tres décadas más tarde.  En Gran Bretaña tuvo el mayor impulso  de adquirirlo  durante la coronación de la reina Isabel II,  junio de 1953, en la abadía de Westminster. Millones de familias se reunieron alrededor de  esta voluminosa caja de madera con una pantalla diminuta, para ver las imágenes granuladas en blanco y negro de este gran acontecimiento en Londres; fue el primer gran  evento televisado en Gran Bretaña y  en diversos  lugares del mundo. Participaron dieciséis organismos de radiodifusión europeos; incluso en la Francia republicana un millón de personas vio la coronación.

Sin embargo, en Europa,  aún estaba en los inicios. En 1953, la televisión holandesa transmitía tres horas de programas a la semana para  diez mil receptores. Aunque en 1955 dos terceras partes de los hogares estadounidenses poseían un televisor, en Italia  contaba con menos de cien mil abonados. En 1963 había doce millones en Gran Bretaña, ocho  en Alemania, tres en Francia y un millón  en Italia; en 1960 apenas un 1% de los españoles poseía uno, mientras  en Grecia  no se vendió  hasta 1969. Su difusión  no se pudo detener ni siquiera en en Alemania Oriental: Suecia tenía 312  por cada 1.000 habitantes; Hungría (171 x cada mil) y detrás venía Irlanda, Italia y Austria.

El 20 de julio de 1969, el alunizaje de la nave de la misión Apolo XI, dando los primeros pasos en la superficie lunar por  Armstrong y  Aldrin se vieron en todo el planeta en las imágenes, transmitidas por satélite a la mayor audiencia televisiva registrada hasta la fecha:  530 millones de espectadores.

El deporte televisado formaba parte  de la cultura popular y, gracias a las conexiones por satélite de los Juegos Olímpicos, pudieron verse en todo el mundo. En Europa, donde el fútbol es el deporte por antonomasia, la Copa de Campeones de Europa, la Eurocopa y la Copa Mundial atraían a un número cada vez mayor de espectadores en todo el continente y, cuando los viajes aéreos se volvieron más económicos, los aficionados  se desplazaban más. A diferencia de la televisión comercial estadounidense, en Europa, en los primeros años lo habitual fueron las cadenas de televisión públicas, financiadas con una cuota de radiodifusión  y con publicidad. En Italia, Francia y Alemania Occidental,  este sistema ya funcionaba. En Gran Bretaña la BBC se financiaba solo con el pago de una licencia.

La televisión, al igual que la radio, se consideraba en todos los países un servicio público. La televisión comercial inglesa, totalmente financiada con publicidad,   en 1955, con la televisión independiente   acabó con el monopolio estatal. Sin embargo, en la Europa continental, rara vez fue un obstáculo serio para el sector público, antes  de los  80.

Al este del Telón de Acero, la televisión estaba estrictamente controlada por el estado, como guardianas de la moral pública y al mismo tiempo bloqueando en lo posible cualquier influencia occidental. La televisión pública,  en Occidente, intentó equilibrar el entretenimiento con los documentales y otros programas educativos.

Las audiencias, al principio con  un solo canal y, hasta los 80, con unos pocos canales más, no tenían mucho para elegir. Fue evidente, desde el principio, que los programas de entretenimiento era lo que los espectadores deseaban ver. Para entonces  suplantó a la radio como principal forma de entretenimiento familiar: las comedias, las aventuras y los dramas ligeros, los concursos y los deportes eran lo que millones de personas deseaban ver; incidió en la vida familiar y en las actividades de ocio; por las noches las familias se reunían alrededor del televisor. Ciertos programas eran una prioridad imperdible  y los horarios de las comidas se ajustaban de acuerdo al horario de Dinastía o un partido internacional.  Las salidas al cine, a un café, al pub, a un restaurante o  a visitar a amigos o parientes debían adaptarse a  los programas. El ocio, más que en la época de la radio,  entró en los hogares. La televisión se convirtió en el nuevo dios. A medida que se fue extendiendo, las salidas al cine se volvieron menos frecuentes; la cifra de espectadores disminuyó; cayó en Francia, Italia y los Países Bajos  a una tercera parte de su nivel,  tanto como en Noruega. En Gran Bretaña cerraron una tercera parte de los cines, convirtiéndose  en salas de bingo.

Al este del Telón de Acero, la tendencia fue  diferente y  poco uniforme:  los espectadores se redujeron a la mitad en Polonia,  aumentó un poco en la Unión Soviética y  en Bulgaria. En 1960 había 4,8 millones de televisores en la URSS, y el cine, junto con la lectura y la bebida,  seguía siendo una de las pocas diversiones disponibles, en medio de la monotonía de la vida cotidiana.

Dada la escasez de capital, el predominio estadounidense en el cine europeo, durante los primeros años de la posguerra, fue inevitable.  A principio de los 60, las películas importadas de Estados Unidos constituían una parte importante de las exhibiciones en los cines europeos.  Francia e Italia fueron más resistentes a la tendencia general. Los franceses preferían sus películas; la cuota de mercado del cine francés aumentó, impulsada por los éxitos internacionales: Y Dios creó a la mujer de Roger Vadim lanzó la carrera del nuevo icono sexual, Brigitte Bardot.

Alemania Occidental  importaba películas de Estados Unidos;  sin embargo las películas  más populares. como Sissi (1955), protagonizada por Romy Schneider, fueron producciones alemanas.

Gran Bretaña, al compartir la misma lengua con Estados Unidos,  estuvo  más expuesta al dominio de Hollywood; en la posguerra, la producción cinematográfica británica florecía. Su película más destacada fue El tercer hombre de Carol Reed, con sus imágenes de una Viena devastada por la guerra y una memorable interpretación de Orson Wells en el papel del antihéroe, implicado en un negocio de contrabando de penicilina. El inglés  era aficionado a las películas bélicas,  novelas, memorias y cómics de guerra. La glorificación de los héroes del pasado enmascaraba el declive nacional. Entre  el 45 y el  60 se rodaron más de un centenar de películas de guerra y unos 8,5 millones de espectadores vieron Misión de valientes estrenada en  el 55, y  doce millones la vieron dos años más tarde El puente sobre el río Kuwait describía la crueldad de los japoneses con los prisioneros de guerra británicos. Ningún otro país europeo podía enaltecer la guerra en el cine de ese modo; cuando en la Europa continental se rodaba alguna película bélica tendía a centrarse en los temas de la resistencia o en el sufrimiento de las víctimas inocentes. Pero en los países con historias bélicas complejas y ambivalentes  este tipo de películas fueron muy populares. Los ciudadanos deseaban sobre todo evadirse,  que no que les recordaran sus horrores. Justo después de la guerra, el cine italiano estuvo  dominado por las producciones estadounidenses. En 1957, cinco de las diez películas más taquilleras en Italia fueron de la US, pero a fines de los años 60  cambió: solo tres producciones dos westerns y una comedia de Disney figuraron entre las diez películas más populares, pues los gustos  se  trasladaron a los westerns y las comedias italianas. Gina Lollobrigida y Sophia Loren, al igual que la sex symbol  Brigitte Bardot se convirtieron en nombres universales en toda Europa y al otro lado del Atlántico y varios directores de cine italianos rodaron películas de gran calidad que fueron muy populares tanto en Italia como en el extranjero. Entre ellas destacó La dolce vita (1960), de Fellini, que retrataba una «buena vida»  vacía, sórdida y sin sentido; era una crítica a la moral contemporánea y a una clase alta italiana poderosa y decadente. Protagonizada por Anita Ekberg , incluía  ciertas escenas atrevidas que la televisión italiana, influida por la  Iglesia Católica, suprimió. La controversia en torno a la película no hizo sino incrementar el interés en Italia y  más aún en el extranjero.  Su enorme éxito internacional  convirtió la Roma posfascista en una atracción turística de moda. En los 60 las premiadas películas de  Antonioni en  La aventura, La noche  y El eclipse, que exploraban la inseguridad emocional en uns sociedad moderna, fueron aclamadas internacionalmente y su film en inglés Blow-Up  se convirtió en un enorme éxito  público y artístico, debido en parte a sus escenas de sexo, explícitas para la época. Otro director italiano  de reconocimiento internacional fue Visconti, cuya película La caída de los dioses sobre las relaciones de una familia de industriales bajo  el régimen de Hitler, fue internacionalmente aclamada, mientras  Zeffirelli cosechó   popularidad con sus adaptaciones de las obras teatrales de Shakespeare La mujer indomable con  Richard Burton y Elizabeth Taylor, y Romeo y Julieta. El cine italiano fue excepcional en varios sentidos. Italia contaba con el mayor número de cines de Europa y la televisión tardó en establecerse; a mitad de los  60, los italianos  veían más cine y teatro o eventos deportivos. No ocurría lo mismo en gran parte de Europa.  De vez en cuando, una película artística, como El séptimo sello (1956), del director sueco Ingmar Bergman podía romper las barreras habituales y convertirse en un clásico además de un éxito internacional. Le siguieron otros éxitos como Gritos y Susurros, Sonata otoñal.

Cuando en la posguerra aumentó la prosperidad, el cine, el teatro y la literatura recurrieron cada vez más a la crítica social. Para muchos artistas, la prosperidad y la estabilidad se convirtieron en sinónimos del materialismo, hipocresía y los asfixiantes valores conservadores. El estilo de vida y lo social convencional más la falta de oportunidades basadas en la clase fueron temas frecuentes. La crítica social miraba al pasado para rebelarse contra él. Gran Bretaña y Alemania Occidental respondieron a los cambios sociales y culturales. En Inglaterra, la  literatura, el teatro y el cine se centraron en la pobreza, la agresividad, el resentimiento y los valores sexuales de la clase obrera. En 1963 transmitían una nostalgia por la vida «genuina» de la clase obrera del norte de Inglaterra, que estaba desapareciendo. Criticaba el hedonismo y el culto a la juventud. Era evidente que la cortesía estaba en decadencia.

En Alemania del oeste, la creatividad cultural  estaba vinculada a la conciencia del pasado nazi. La obra teatral El vicario  provocó una enorme controversia por su reproche al silencio del papa Pío XII durante el Holocausto. En literatura, la crítica solía ser más sutil; censuró la mente de los alemanes en esa década, mientras aludía al pasado reciente en su poema Blues de la clase media. Un pasado no superado, una catástrofe a la cual  contribuyó la complicidad de tantos ciudadanos se desterró de la conciencia y fue suplantado por los valores materialistas de una sociedad de consumo próspera, dando lugar a un frenético  placer por  lo «nuevo», la vanguardia, en todas sus formas artísticas. El sentimiento de alienación entre los intelectuales de esta Alemania  que  describía una sociedad arrogante y superficial, intentando borrar su pasado era más intenso.  Se asemejaba a la «nueva ola» de  Truffaut,  Godard y otros cineastas franceses, que dieron  la espalda a las formas narrativas convencionales y crearon algo similar a los ensayos reflexivos en el cine. En el teatro y la pintura experimentales, provocadores,  criticaban los valores vigentes de la cultura, la política y la sociedad. los Beatles y otras  bandas influyeron en la transformación de los valores sociales. No obstante, la vanguardia cultural tuvo un efecto desproporcionado en la generación  joven.  La idea de una cultura  más democrática y comunitaria, más consciente y menos subordinada a las formas tradicionales.

LOS HIPPIES ROMPEN CON LAS NORMAS DEL PASADO

La cultura, en sus  formas artísticas, literarias y  creativas refleja, cuestiona y moldea los valores y la mente de una sociedad. En los  60, esos valores, entre los jóvenes se encontraba en la primera etapa de una transformación duradera que estaba cambiando y perdiendo peso. En esos años, las sociedades europeas se  desmilitarizaron y el ejército  perdió su influencia socialmente. Los valores de los militares  no eran tan dominantes y los estados gastaban menos en defensa y más en protección social. Las escuelas y las iglesias cristianas tenían menos capacidad para adoctrinar a los jóvenes. La creencia, inculcada a los jóvenes hasta el fin de la II guerra mundial, del deber combatir y morir por su país desapareció. La juventud  realizaba el servicio militar obligatorio de dos años sin entusiasmo. El servicio militar era necesario para que los soldados lucharan en las guerras, pero  con las armas nucleares se volvió un anacronismo. Los  ejércitos  eran inútiles para las guerras  impopulares y  en los años 60  ofrecieron alternativas, como el trabajo civil en hospitales o escuelas.   El mundo laboral    cambiaba en una época  de  empleo full time, con sindicatos a fin de  mejorar las condiciones de sus afiliados eran comunes en los  50 y 60. Las pautas laborales más flexibles hacía el trabajo menos monótono, más humano; se tomaban en cuenta las iniciativas de los trabajadores: no eran tan rígidas. Las fábricas suecas de automóviles reducían las diferencias; la producción era más corporativa; se debilitaba la  disciplina férrea. A fines de los 60, en Alemania Occidental un tercio  de la clase media era de origen obrero y una quinta parte  era de la clase media alta. Construían bloques de pisos o barrios en zonas nuevas,  a poca distancia del trabajo. Los obreros especializados, bien pagos, se aburguesaron, buscando la felicidad individual  en  occidente aunque y no se aplicaba del otro lado del Telón de Acero. Los empleos administrativos de oficina cautivaron a personas que  antes trabajaban en la industria; se redujo la diferencia entre la clase obrera y la clase media baja.  Al reducirse  la semana laboral, había tiempo libre para el ocio, otorgaban  importancia a la familia, disfrutaban de vacaciones, tenían viviendas con jardín y  viajaban al extranjero. muchas diversiones eran individuales, (la música, el cine y el televisión) Después de la guerra, en los países europeos la educación secundaria se extendió  velozmente ofreciendo oportunidades de ascenso  antes reservadas a la élite social. En 1970, la asistencia a las escuelas era dos veces y media mayor en alumnos entre los diez y los diecinueve años de edad, preparando a  la juventud para  trabajos más complejos o acceder a estudios superiores, terciarios.  En los países satélites, la educación fue  diferente Se abolieron las escuelas privadas y religiosas, se prestó atención a la lengua, la literatura y la historia rusa del movimiento obrero  marxista-leninista  y el desarrollo social y político. La educación universitaria aumentó. Se fundaron nuevas universidades  politécnicas y aumentó el porcentaje de los alumnos. En Europa occidental y oriental, la enseñanza superior  era para los hombres.  1/4 parte de los estudiantes  en Mánchester eran mujeres, una parte ínfima  del sexo femenino estudiaba  ciencias. luego de la posguerra. La cultura europea   estuvo casi dos milenios bajo la enseñanza cristiana, hasta el siglo XVIII. El conocimiento científico los hacía encontrar respuestas racionales lo cual socavó la fe. Por tradición la iglesia  ejercía mayor influjo en las zonas rurales que  en la clase obrera industrial, y el éxodo del campo a  las ciudades debilitó la autoridad de la iglesia. Las atracciones que ofrecía la ciudad comprendía mayor tiempo para el ocio;  los jóvenes preferían ir al  parque, al cine o a algún espectáculo deportivo en vez de  a la iglesia. El descenso de la práctica religiosa llevó finalmente a una educación laica   reduciéndose la enseñanza religiosa,  e incluso los valores morales que fueron el dominio tradicional eclesiástico. En los estados comunistas del  Este la  caída de las prácticas religiosas respondía a motivos políticos. Ser cristiano practicante o judío o musulmán suponía una  desventaja, y hasta las iglesia sufrió la represión política. Entre  el 59 y el 65, el número de sacerdotes ortodoxos soviéticos se redujo  a la mitad en seis años; iglesias, mezquitas y sinagogas cerraron, y  las instituciones religiosas  fueron vigiladas por el estado.

 En Europa oriental la tendencia no fue  uniforme. Albania fue más hostil con la religión. En Polonia, la práctica religiosa y la piedad popular aumentaron.  En Europa occidental, el descenso de la práctica religiosa fue más pronunciado en el protestantismo que en la Iglesia Católica, El debilitamiento fue mayor en Escandinavia; la la población era  + instruida, los sistemas políticos liberales más desarrollados y las normas culturales sujetas a mayores cambios. El declive fue más lento en el sur católico del continente; el influjo de la religión  protestante era más fuerte  en la región septentrional. En Irlanda, un país pobre, el catolicismo estaba integrado en la identidad nacional, con excepción del noroeste; el 90% de su población  acudía  a misa. en regiones más ricas y modernas, como Baviera, la fidelidad a la iglesia  era fuerte; millones de personas peregrinaban a santuarios católicos como Lourdes en Francia, Fátima en Portugal, Knock en Irlanda o en  el santuario de Polonia (donde se encuentra el icono de la «Virgen Negra», símbolo de la nación),  asegurando la  fuerza de  la fe católica., Más católicos que protestantes  asistían  a los oficios religiosos. La mayoría creía en Dios,  se bautizaban, se casaban y ofrecían servicios fúnebres, pero la fe religiosa  disminuía y no creían en el más allá. Las iglesias intentaron adaptarse a los cambios sociales.  se abrieron a otras religiones en busca de la unidad cristiana. En  el 60 el arzobispo de Canterbury, primado de la Iglesia Anglicana, y el papa  se encontraron por primera vez desde antes de la Reforma; fueron ordenadas las primeras mujeres pastoras por las iglesias luteranas de Dinamarca Suecia y Noruega. Pocos fieles se interesaban en un Dios  puramente subjetivo. Era un cambio de época; el papa Juan XXIII  más cordial y cerca del pueblo que Pío XII  fue  el papa  más transformador  y moderno. Convocó un concilio general de la Iglesia, el único desde 1870, y el segundo desde el siglo XVI.  La Iglesia necesitaba reformarse y modernizarse para evitar una deterioro  mayor de sus feligreses. Los obispos de Alemania  eran  conscientes de la  falta de asistencia a la misa de los domingos; la reforma  y la renovación estaba más avanzada en Francia, se  extendió  a Holanda, Bélgica, progresando poco en Irlanda y Gran Bretaña pero en Italia  la Iglesia conservadora se resistía al cambio. Aceptó la reconciliación con otros credos y se disculpó ante los judíos por su sufrimiento por la postura del Papa. En 1965 se cerró el cisma con la Iglesia Ortodoxa. Para los católicos practicantes -inaceptable para los tradicionalistas- se cambió la celebración de la misa en latín a lenguas vernáculas, decisión creada para acercar  la Iglesia a todas las personas. Los cambios reavivaron el debate entre  laicos y  el clero; los obispos  estaban en contra. La doctrina de la infalibilidad papal fue rechazada y  el  comportamiento sexual se volvió más flexible, aunque el celibato  del clero fue reafirmado por el papa Pablo VI,  sucesor de Juan XXIII, que murió antes de que el concilio  finalizara su trabajo. Disminuyó el número de sacerdotes y aumentó  quienes abandonaban el sacerdocio para casarse. El problema  mayor fue la prohibición de la anticoncepción,  que llevó a protestas ásperas entre el clero  y los seglares: finalmente la prohibición papal fue ignorada, causando un daño  a la autoridad papal y señalando los límites  del Vaticano II,   decayendo más aún la práctica  católica en occidente.  Al no aceptar el control de natalidad, el papa dejó  abierto  el conflicto que la Iglesia  no pudo frenar. La rigidez  hacia el matrimonio, el divorcio, la cohabitación y los nacimientos extramaritales se modificaron. Los jóvenes no consideraban la reproducción como el fin primordial del matrimonio; las oportunidades de empleo  llevaban a las personas a organizar la crianza de los hijos y el ejercicio de la profesión  en función de sus propias vidas, sus deseos y sus economías. Mujeres que buscaban un empleo remunerado cuestionaban la visión tradicional de tener hijos y encargarse del hogar familiar. Esa idea se impuso más  en Escandinavia, siendo más lento en los países católicos. La tendencia a casarse, ser madre años más tarde y tener menos hijos se desarrolló también en Europa oriental. El sistema de apoyo a la maternidad  permitía a las mujeres trabajar a jornada completa  más extendido que en el oeste, donde las ganas de   prosperar, el dilema por conseguir un departamento adecuado retrasaba el deseo de tener hijos.

Los métodos anticonceptivos y las leyes sobre el aborto permitieron a las mujeres decidir cuándo tener hijos o tenerlos  fuera del matrimonio. En  el 60, en Estados Unidos, la píldora anticonceptiva cambió la vida de las mujeres; por primera vez podían controlar los embarazos. La píldora transformó la conducta sexual. Hubo más  libertad, disfrutando  hombres como mujeres: la liberación erótica y los divorcios aumentaron.   Una década más t arde una cuarta  parte de los matrimonios de Suecia y Dinamarca terminaban en divorcio; una tercera  parte de las parejas suecas y danesas de veinte años elegían vivir juntas sin casarse  en Suecia; una quinta  parte de los nacimientos se producían fuera del matrimonio,  superior a los  otros países del oeste.

En Italia el divorcio  fue legal en 1970, en Portugal en 1975, en España en 1982, en Irlanda, en 1997 y en Malta en  2011.Una revolución sexual  juzgó las convenciones sexuales. Simone de Beauvoir fue una pionera con su libro El segundo sexo en la posguerra:  fue el mejor ensayo sobre ese tema, promoviendo la independencia sexual femenina. La igualdad de la mujer  fue una conquista del movimiento feminista, un  cambio social  sideral en las décadas siguientes,  gracias a la píldora. Hombres y mujeres disfrutaron del sexo ocasional, sin riesgo de un embarazo. La libertad sexual dio lugar al intercambio de múltiples parejas, que provenían de la cultura hippie cruzando el Atlántico. La homosexualidad en los años 50 era criminalizada, fue mayormente aceptada en la sociedad, con un   avance más lento por  los prejuicios.

Los medios de rápida expansión, desempeñaron un papel en la aceptación social en las  actitudes  sexuales. Libros y  films rompieron tabúes tradicionales. En 1960 se  publicó íntegra la novela  El amante de lady Chatterley  con descripciones explícitas y en un lenguaje gráfico y coloquial. La editorial, Penguin  Books  fue  absuelta  por el tribunal y el escándalo disparó las ventas del libro. Fue un ejemplo de la imposibilidad  de mantener una estricta censura sobre la expresión sexual, hasta entonces en vigente, mientras cambiaban los valores sociales; en la literatura, el cine, los diarios y las revistas (la televisión protegía la moral pública) el sexo fue un gran negocio. Los gobiernos se adaptaron.  Suecia y  Dinamarca volvieron a tomar la delantera  en  los métodos anticonceptivos. Gran Bretaña ofreció la píldora gratuitamente  a disposición de las parejas casadas, pero con receta médica; desde 1961 a 1968,  se otorgó para todas las mujeres, casadas o no. Tras las presiones de las feministas, en 1965 Francia eliminó la prohibición del control de la natalidad. Los países católicos, siguiendo la postura oficial de la Iglesia, se opusieron a  relajar las restricciones que pesaban sobre la anticoncepción;  en Italia no se levantó hasta 1970 y en Irlanda, diez años después. El aborto era legal en la Unión Soviética y en los países satélites desde los 50; en Europa occidental, las leyes que permitían el aborto  aún se aplicaban, cumpliendo estrictamente ciertas condiciones; se extendieron desde fines de los  60 y principios de los 70. Las medidas legislativas llevaba a acalorados debates, que se topaban con la oposición del Catolicismo; los países católicos legalizaron gradualmente el aborto;  algunos, como Malta, siguieron resistiéndose y mantendrían la prohibición del aborto hasta el siglo siguiente.

El cambio en las actitudes sociales  se reflejó en la legislación sobre las prácticas homosexuales. La postura de los gobiernos con respecto a ella  varió a lo largo de la historia. En la mayoría de los estados comunistas existían prohibiciones oficiales,  mientras la mayoría de las democracias occidentales criminalizaban la homosexualidad. En Francia era legal desde la Revolución; en Dinamarca, Suecia e Islandia, desde hacía dos o tres décadas. Desde  los 60, los gobiernos de toda Europa liberaron la legislación sobre la homosexualidad. El movimiento por los derechos de los homosexuales, iniciado en Estados Unidos, ejerció más presión. Poco a poco, aunque el proceso se alargó hasta los 90, la criminalización de la  homosexualidad entre adultos tocó a su fin en todo el continente oeste y este. La discriminación persistió; Rusia occidental era más progresista, más tolerante.

Las actitudes racistas persistían. Las actitudes sexistas eran habituales y las mujeres  lidiaban con insinuaciones sexuales no deseadas. El feminismo se enfrentaba a una ardua lucha para cambiar los prejuicios masculinos sobre las mujeres y alterar la persistente discriminación contra ellas en la educación,  las oportunidades laborales. Para los jóvenes, era demasiado lenta,  no suficientemente radical. A fin de la década desafiaron el orden político y social tanto al oeste como al este.

Gran Bretaña

Tuvo  problemas en  las universidades con  protestas masivas    de estudiantes. La proporción entre estudiantes y profesores  era equilibrada. Los estudiantes de Oxford y Cambridge  gozaban  de tutelas individuales  y una educación superior que privilegiaba a los de  la elite. Las aulas y los seminarios eran pequeños y el contacto entre los alumnos y los profesores era estrecho y frecuente: a menudo los profesores simpatizaban con los discípulos y sus exigencias de democratizar el modo de gestionar las universidades. Se logró ciertas mejoras; se limitó el poder de los docentes y se  redujo la masificación de aulas y  bibliotecas; los estudiantes  fueron  tratados como adultos. La mayoría de edad pasó a ser de 18 años.   Desde 1965 se levantaron también  contra la guerra de Vietnam.  La Campaña de Solidaridad hizo causa común con la victoria de Vietnam del Norte.  Hubo en Londres manifestaciones pacífica hasta que centenares de personas se separaron de la marcha y se dirigieron donde estaba  la embajada de Estados Unidos;  se encontraron a  con policías a caballo, que los esperaba. Hubo centenares de heridos. La gente fue agredida con porras, atropellada por los caballos y golpeada con las botas reforzadas con hierro. Sin embargo  la violencia fue  baja,  comparada con la de Italia, Alemania Occidental y Francia. La guerra de Vietnam  fue muy impopular y era imposible de ganar.  En Europa, el descontento de  los trabajadores logró mejoras en los salarios y en las condiciones laborales. Los gobiernos  aflojaron el enfrentamiento mediante negociaciones  entre  empresarios y sindicatos. Intentaron reformas sociales, una suma mayor de las pensiones,  mejoras en las viviendas y mejor  calidad de vida.  La actitud rebelde contra la autoridad  de los ‘60 y los ‘80  abrieron la puerta  para impulsar la igualdad entre hombres y mujeres. El movimiento feminista estaba en su  inicio donde la liberación de las mujeres  tenía  un papel secundario. Las presiones a favor de las minorías raciales, inspiradas en el  derecho de la libertad sexual (incluido el derecho al aborto) más  los derechos de los homosexuales  se debían  al impulso de las protestas de  París.

El movimiento pacifista hippie  en EE.UU  «haz el amor y no la guerra»  cruzó el Atlántico con protestas antinucleares en los años 80.  El legado en Francia  promovió el  movimiento ecologista, que  defendía  el medioambiente. Un activista estudiantil  se convirtió en miembro del Parlamento  por el Partido de Los Verdes e incluso llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores. Danny el Rojo llegó a ser miembro del Parlamento Europeo y líder de Los Verdes franceses. La revuelta del 68 tuvo un efecto duradero y  definitivo; algunos se distanciaron de su pasado radical;  el movimiento revolucionario  no generó ninguna revolución;  otros  continuaron  con la lucha, como periodistas, abogados o trabajadores sociales,  inculcando a sus alumnos los valores  de  ese año    garantizando  que el cambio  no  se quedara solo en movimientos de protesta.Primavera de Praga en  Checoslovaquia ¡En Europa central, un  desafío al orden amenazaba quebrantar el poder soviético.  La Primavera de Praga, en Checoslovaquia fue distinta. Sus causas y consecuencias fueron  diferentes, pero  el eco fue escuchado  en el Telón de Acero. En muchos  países hubo protestas estudiantiles. Se  necesitaba  tener coraje para levantar la voz  en el bloque oriental, pues  se enfrentaban con duras represalias: Checoslovaquia se exponían a ser  aislada socialmente. La mayoría   podía  sufrir  las consecuencias: el empleo  peligraba, la educación  de los hijos, la vivienda y otras necesidades. A fines de los ‘60, los  occidentales viajaban al Este.  La liberalización parcial de los comunistas en Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia permitió cierta movilidad;  600.000 civiles viajaron a Occidente ese año y a  principio del 69. La política de Hungría, desde mitad de  los ‘60,  permitió  escuchar la música popular y el cine occidental, siempre interpretado como crítica al capitalismo. 


En  Berlín, el régimen  tuvo  una tolerancia relativa;  algunos jóvenes  alemanes del Este recibían  ropas occidentales, discos y publicaciones,  gracias al contacto con Berlín Occidental.  Algunos fueron detenidos por protestar contra la invasión soviética de Checoslovaquia. En las universidades de Alemania Occidental e Italia se desencadenaron  manifestaciones en defensa de la libertad de los checos, atacando a la Unión Soviética y criticando la República Democrática alemana. Fueron  pequeñas en comparación con las del bloque oriental. Los manifestantes eran jóvenes; los estudiantes, escasos.  Tres cuartas tenían menos de treinta años; fueron castigados por su apoyo al país rebelde.. En Berlín Occidental, la seguridad   era demasiado estricta y la represión demasiado dura, pero en Alemania del Este los  intelectuales estaban  vinculados con el régimen. solo hubo represión.

 Primavera de Praga en  Checoslovaquia 

En Europa central, un  desafío al orden amenazaba quebrantar el poder soviético.  
La Primavera de Praga, en Checoslovaquia fue distinta. Sus causas y consecuencias fueron  diferentes, pero  el eco fue escuchado  en el Telón de Acero. En muchos  países hubo protestas estudiantiles. Se  necesitaba  tener coraje para levantar la voz  en el bloque oriental, pues  se enfrentaban con duras represalias: Checoslovaquia se exponían a ser  aislada socialmente. La mayoría   podía  sufrir  las consecuencias: el empleo  peligraba, la educación  de los hijos, la vivienda y otras necesidades. 
A fines de los ‘60, los  occidentales viajaban al Este.  La liberalización parcial de los comunistas en Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia permitió cierta movilidad;  600.000 civiles viajaron a Occidente ese año y a  principio del 69. La política de Hungría, desde mitad de  los ‘60,  permitió  escuchar la música popular y el cine occidental, siempre interpretado como crítica al capitalismo. 
En  Berlín, el régimen  tuvo  una tolerancia relativa;  algunos jóvenes  alemanes del Este recibían  ropas occidentales, discos y publicaciones,  gracias al contacto con Berlín Occidental.  
Algunos fueron detenidos por protestar contra la invasión soviética de Checoslovaquia. 
En las universidades de Alemania Occidental e Italia se desencadenaron  manifestaciones en defensa de la libertad de los checos, atacando a la Unión Soviética y criticando la República Democrática alemana. Fueron  pequeñas en comparación con las del bloque oriental. Los manifestantes eran jóvenes; los estudiantes, escasos.  Tres cuartas tenían menos de treinta años; fueron castigados por su apoyo al país rebelde.. 
En Berlín Occidental, la seguridad   era demasiado estricta y la represión demasiado dura, pero en Alemania del Este los  intelectuales estaban  vinculados con el régimen. solo hubo represión.

 Polonia

Los estudiantes polacos, -conscientes del clima de protesta en Europa occidental y de las exigencias en Checoslovaquia- tuvieron una mayor libertad de expresión, pero el cierre de un teatro de Varsovia  donde se representaba la obra que criticaba las condiciones en Rusia desencadenó protestas: veinte mil estudiantes  en Varsovia gritaban  «Abajo la censura y «Viva Checoslovaquia». La respuesta fue una brutal represión. La policía con cañones de agua y gases lacrimógenos, provocó un ataque  que duró  horas. Las protestas se extendieron a las universidades polacas.   En Cracovia, los obreros  expresaron su apoyo,  pero los dispersaron con perros policías. Los estudiantes no consiguieron un  apoyo de los obreros. La  policía cerró fracciones de la Universidad de Varsovia; cancelaron varios cursos y  una cuarta parte de los 2.700 estudiantes fueron detenidos  junto con un  10% de los profesores: cientos de  ellos fueron reclutados. Muchos académicos dimitieron.

Con  los graves disturbios, el régimen se favoreció con los  sucesos en Checoslovaquia, pues el aplastamiento de la Primavera de Praga, mediante una intervención soviética armada, centró la atención de los polacos: los problemas no habían desaparecido. Los estudiantes querían una mayor democracia y de una liberalización del sistema. La revuelta  fue inferior a la de Checoslovaquia, aunque fue respaldada socialmente: condenaba, el estancamiento en el nivel de vida, los transportes y  las malas condiciones de las residencias estudiantiles. Para el gobierno era  el único modo de garantizar el control. Querían acabar con la sociedad capitalista y sustituirla por una forma ideal de comunismo: no deseaban reemplazarlo sino reformarlo. Muchos deseaban  volver  a un comunismo más democrático y liberal. La Primavera de Praga puso fin a estas utopías. La democracia era incompatible con el estado comunista. Si amenazaba el Partido gobernante y ponía en peligro la unidad del bloque soviético, sería aniquilado por las fuerzas.   

 Un socialismo más humano se aprobó; el Partido Comunista garantizaría los derechos, libertades e intereses y modificaría resoluciones para satisfacer las demandas populares.   Los reformistas ocuparon los puestos clave en el partido y en el estado. Sin embargo, el líder no fue capaz de controlar la presión a favor de las reformas radicales que él mismo desencadenó. Su  popularidad era un dilema: debía mantener la reforma, pero  impedir que  se transformara en un peligro para los intereses de la Unión Soviética y de sus aliados: el temor  era un grave riesgo para los reformistas checos. Mientras tanto, los líderes de la Unión Soviética y de la República Democrática Alemana, Bulgaria, Hungría y Polonia, miembros satélites del pacto de Varsovia, estaban  muy preocupados por lo sucedido en Checoslovaquia.  Advirtieron a Praga  finalizar  la  contrarrevolución contra el sistema socialista, que ponía en peligro al comunismo.  Bréznev intentó reinstaurara la censura, destituir a los  líderes reformistas y exigió orden en el partido checo.  En  agosto, el Politburó soviético decidió intervenir militarmente:  medio millón de soldados de cinco países del pacto de Varsovia, apoyados por 7.500 tanques soviéticos y un millar de aviones, iniciaron la invasión de Checoslovaquia. Por orden del gobierno checo, no hubo resistencia armada;    enormes multitudes  se congregaron  en Praga y Bratislava para protestar contra la invasión.  Cuatro dirigentes fueron detenidos y llevados en avión a Moscú: fueron sometidos a  presiones, cedieron y firmaron un acuerdo, anulando las reformas de la Primavera de Praga; a cambio, Moscú retiró  las fuerzas. Se restablecieron las relaciones bajo imposición. El acuerdo  establecía la obligación internacional  de defender a los países socialistas de las fuerzas contrarrevolucionarias: los líderes de la Primavera de Praga fueron destituidos; un estudiante de Praga se inmoló prendiéndose fuego en protesta  por las reformas removidas;  cien mil personas  fueron a su funeral y doscientas mil los apoyaban.  En marzo, la victoria del equipo checo de hockey sobre hielo frente a la URSS produjo manifestaciones antisoviéticas: una rápida intervención soviética  destituyó  al líder. En 1970 hubo tres grandes purgas. Miles de agentes sindicales, maestros, académicos, periodistas fueron despedidos. Checoslovaquia  restableció el orden  mediante  una  represión brutal: se  impuso la censura. La población se sometió, aunque un pequeño grupo de escritores e intelectuales  seguía protestando de diversas formas. Bajo la mirada de occidente, el aplastamiento de la Primavera de Praga fue otro  duro golpe;  después de Hungría, el prestigio de la Unión Soviética y  su gobierno socialista podían mantenerse mediante las armas.  Muchos simpatizantes del comunismo en Europa del Oeste se desalentaron con el comunismo. La URSS debió cambiar.


EL HOLOCAUSTO

 

Los actos de barbarie cometidos en Europa oriental fueron obra de los criminales de las SS; los alemanes corrientes ni participaron ni sabían nada del exterminio de los judíos. El Holocausto (como llegaría a conocerse) quedó excluido casi por completo del debate público y constituía una parte muy pequeña de las investigaciones históricas. Solo en los años 80 asumiría un papel central en las interpretaciones de los pueblos y academias de la época.

Mientras que en la República Democrática Alemana, el genocidio de los judíos se incluía en la barbarie exterminadora más amplia del imperialismo fascista, en Alemania Occidental, que siempre se atribuía a Hitler y a la cúpula de las SS.  Dos psicólogos resumieron la reacción colectiva en un libro como la incapacidad de sentir  el duelo; cuando se publicó  en 1967, marcó el inicio de una nueva época en el análisis del pasado nazi.  La mayoría de los alemanes occidentales querían disfrutar de los beneficios del «milagro económico» en lugar de regodearse en el pasado, ya que  no podían silenciarlo por completo. Desató una polémica sumamente agria.  La incapacidad de la generación anterior para enfrentarse al pasado alimentó el sentimiento de alineación y rechazo, expresado en la protestas estudiantiles de 1968.  Una década después de  los disturbios se  emprendió una investigación rigurosa sobre la  complicidad cotidiana con el régimen nazi de grandes sectores de la población, con el fin de que el Holocausto ocupara un lugar central en el pasado del país. A principios de los  60, los alemanes  no podían cerrar los ojos a la matanza de los judíos de Europa. La captura en Argentina, ese año del agente israelí  Adolf Eichmann, el principal organizador de «la solución final para el problema judío», su juicio en Jerusalén al año siguiente y su posterior ejecución en la horca en junio del 62, así como el juicio en Fráncfort, entre 1963 y 1965 a personas que  sirvieron en Auschwitz, atrajo la atención  sobre un genocidio en la guerra en Alemania. Era difícil excluir la conciencia colectiva.  

En los británicos era diferente a la Europa continente; no fue conquistada ni ocupada, y  salió victoriosa; su historia durante la guerra creó  una autoimagen nacional heroica.  El mito  se puso al servicio de la   historia,  en la  victoria del bien sobre el mal. Gran Bretaña  luchó y ganó  una   Primera Guerra Mundial contra Alemania: muy a su pesar, se  vio obligada a enfrentarse la segunda.

La victoria sobre el mal nazi con  Estados Unidos como aliado señalaba la idea  una relación especial con sus primos transatlánticos.  El pueblo tenía poco interés en los problemas del continente;  se educó en una versión de la guerra asociada con su mejor héroe, Winston Churchill. La historia del conflicto en seis volúmenes de Churchill, y La segunda guerra mundial, publicada entre 1948 y 1953, establecía la línea de interpretación inglesa. La calma  llevó al país al borde del desastre. En 1940, Gran Bretaña estuvo sola en la lucha contra el nazismo. La invasión alemana fue evitada gracias al valor de los jóvenes pilotos de combate que ganaron la batalla. El pueblo británico soportó durante siete noches  ser bombardeados sin descanso en el Blitz alemán y amaneció lentamente. Gracias al valor de los pilotos que cada noche se enfrentaban al acoso de los cazas alemanes para golpear  al enemigo, se  consiguió salir adelante.

El Día D, el 6 de junio de 1944, fue la culminación del   triunfo, el momento donde, junto a los  aliados estadounidenses, se selló la victoria   con el aplastamiento  del nazismo. Esta historia heroica fue grabada en la conciencia general, mediante innumerables historias tanto en relatos de ficción como en memorias de guerra y films, mientras los cómics adoctrinaban a  muchos jóvenes con imágenes del heroísmo británico y los «villanos» alemanes. Hasta la década del 60 hubo poco interés  por la II Guerra. Los temas de historia extranjera en las escuelas y  universidades finalizaban en 1914;. Salvo excepciones, se publicaron pocas obras  sobre el período nazi.
En los años 60 la educación superior  cobró impulso las investigaciones e ideologías de los movimientos políticos, que  llevaron a Europa a una guerra y a un genocidio supino. la II Guerra y el Holocausto  se convirtieron en parte central de la conciencia colectiva europea,  desde los 80. El pasado determinó el presente de la posguerra.

 

Año 1962

 


La música  les interesaba;  preferían escuchar a Mozart- Beethoven y Brahms  o las óperas de Donizetti, Verdi y Puccini,  incluso Wagner.

El público  aplaudía a  directores  de orquesta como Toscanini y  admiraron después a  von Karajan. También se emocionaba  con  María Callas o  el tenor Di Stefano. El director de orquesta  Bernstein predijo  que “la música clásica ya no poseía  capacidad de invención”.

Siguió la música pop,  vital, creativa,  fresca, intentando  romper con el pasado; al fines  del 50,  se despierta  una sensibilidad especial.

El grupo de París tiene similitudes con el arte pop de los Estados Unidos, asociado a Andy Warhol, inspirados  en movimientos pictóricos anteriores  -como Picasso,  Matisse, Chagall y otros -.  Se rebelaban contra las expresiones  tradicionales. La guerra marcó un cambio en el arte, pero no una ruptura completa con el pasado, a la vista en  las ruinas  de las ciudades y pueblos de Europa. La reconstrucción era  necesaria pero  -con sus economías arruinadas- no podía costar caro. Las viviendas,  comercios,  edificios  y los campus de las nuevas universidades  fueron construidos con hormigón crudo,  basado en  el funcionalismo del treinta,  llevando el arte a  estilos  extremos. Se  lo llamó  «progresista» y   el arquitecto urbanista, mundialmente reconocido, fue  el diseñador suizo, Le Corbusier. Su repercusión en Europa fue dispar.

La arquitectura pública italiana era mejor que en otros lugares;  hubo construcciones audaces en el inicio de la posguerra. El hormigón crudo no entró en Italia. Hubo excepciones como  Nôtre Dame du Haut, una capilla modernista que  Le Corbusier construyó al Este de Francia,  Otro  estilo buscaba el efecto estético del cristal y el acero con el fin de  crear luz y extensión.

En Gran Bretaña, el hormigón crudo fue  forzoso; era  austero,  intimidaba con sus frentes de hormigón, cristal y acero, desnudos de cualquier adorno. Su estilo mostraba  la austeridad de la posguerra, representando una sociedad colectiva moderna. Tuvo  críticos  que consideraban esos edificios en ese material  no atractivo ni estético.

En  el Telón de Acero  aceptó un tipo de edificios socialista, anti burgués, que se centró en  viviendas baratas y funcionales, en serie, para enfrentar la escasez de alojamiento. Otra arquitectura  fue el «clasicismo social» como el Palacio de la Cultura y la Ciencia en Varsovia. En Berlín Este  se construyó una avenida de dos kilómetros  de noventa metros de ancho. 

Hubo también un renacimiento   en el teatro. El antifascismo y la crítica mordaz contra la  burguesía fue el tema principal de  Brecht;  célebre antes de la contienda, conocido  desde antes de la destrucción de Weimar, escribió su teoría sobre el «teatro épico», que  representaba una ruptura consciente con el pasado. Brecht rechazaba el teatro de la ilusión;  sus obras hacía reflexionar al público, identificándose con él.  En la posguerra, Brecht  se dedicó a dirigir; fue muy popular en Alemania y conocido en  Europa y en Estados Unidos. En Alemania comunista fue aclamado como un dramaturgo internacional; fijó  su residencia en la RDA. El gobierno soviético  tuvo sus reservas,  sin demasiada publicidad, sabiendo  que su entusiasmo por el comunista era limitado; recibió el premio Stalin de la Paz .

Entre los  50 y 60, la corriente  del teatro nuevo  fue el teatro del absurdo, sinónimo  de  Beckett y Ionesco, que vivían en París. Su filosofía  era la falta de sentido de la vida. Los diálogos de Esperando a Godot  y Final de partida ,  los actores conversan sin un sentido aparente entre personajes que parodian la existencia humana en representaciones desprovistas de acción. No  sorprende que ese teatro despertara gran hostilidad en el público, pese a los  numerosos elogios de la prensa. El teatro del absurdo,  tuvo una resonancia inmediata,  remontándose al dadaísmo y al surrealismo, posterior a la Primera Guerra.

Este pensamiento era similar al de Camus, figura de la literatura de posguerra, que ganó el premio Nobel de Literatura. Durante la ocupación alemana, Camus  escribió en la editorial clandestina de la Resistencia,  - y lo siguió haciendo hasta su cierre, al final de la II guerra  sus novelas  La peste en 1947 y La caída  con alusiones indirectas al nazismo y al Holocausto.

A través de los libros de Camus, el teatro del absurdo  mantenía un vínculo con el  pasado inmediato. La peste responde al fatalismo, intentando combatir el brote de una epidemia, que se interpreta como una alegoría de la experiencia francesa, bajo la ocupación nazi. El  impacto del libro y la exposición a la muerte ponen de relieve lo absurdo de la vida. Camus no era  existencialista; luchó para conservar la creencia  de no limitarse a aceptar  el sufrimiento y la muerte, sino a combatirlos en solidaridad con otros ciudadanos, para el bien de la comunidad.

La literatura, más que la pintura o el teatro, reflejó la necesidad de encontrar un sentido a los acontecimientos catastróficos del pasado reciente; la doctrina oficial imponía ciertas reglas;  la mayoría de los alemanes intentaba bloquear los recuerdos dolorosos, mientras ciertos escritores influyentes intentaron enfrentarse con ellos. La  novela Palomas en la hierba  -1951- fue escrita como un monólogo interior, que describía un único día en una ciudad donde la preocupación por un conflicto entre el Este y el Oeste se entremezclaba con las esperanzas depositadas en el futuro y el intento de encontrar un significado a las ruinas; el pasado nazi no se oculta, pero coexiste con vías para lograr una sociedad más abierta y pluralista.

En  Muerte en Roma -1954-  el  escritor  aborda el tema de la culpa alemana en relación con el Holocausto.

Jóvenes  escritores de Alemania Occidental no  se destacaron como figuras literarias, porque abordaban de manera directa o no el pasado reciente de Alemania. La resistencia comunista, la deserción del ejército, la persecución de los judíos y  la vanguardia  proponían un deber moral dual: ayudar a huir a los perseguidos,  oponiéndose a la crueldad de los militares nazi.  Opiniones de un payaso,  gran éxito internacional sobre la moralidad de la posguerra y sobre la herencia del pasado nazi, la hipocresía de los valores conservadores y  la intransigencia de la Iglesia Católica.

Gunter Grass se impuso con su novela El tambor de hojalata   -1959-. La originalidad  radicó en su doble perspectiva: la época nazi en Danzig,  donde Grass  pasó sus primeros años; el  Oskar  niño de tres años y  el Oskar  adulto, de treinta años,  internado en un hospital psiquiátrico. El  desarrollo psicológico se  detuvo en esa etapa infantil, aunque  le  otorgó poderes de clarividencia; usa su tambor de hojalata para intervenir en los asuntos de los adultos, como  un desfile nazi que marcha al ritmo que él señala.  Grass describió cómo su ciudad natal se sumió en la  destrucción más inhumana. El recurso de la  clarividencia  permite  revelar  la ingenua percepción del  niño -que reside en su mundo- cuya dañina realidad comprende cuando se torna  adulto. El tambor de hojalata llama la atención sobre el individuo, que observa y  reacciona a la disciplina de los  actos de masas y a la ideología dogmática. Aunque no se involucra en una posición política, la obra,  en una sociedad rígidamente conservadora y muy religiosa,  fue muy polémica para los jóvenes, pues significó un enfoque crítico del pasado reciente, que formaba parte de un cuestionamiento del presente.  Muestra hasta qué punto fue complicada esa relación con el pasado para quien  vivió en la época  del nazismo. 

En Italia se publicaron obras que reflexionaban sobre el legado del régimen fascista y de la guerra. La conmovedora novela Cristo se detuvo  en Éboli, de Carlo Levy,  adaptada al cine, eran las memorias de su exilio político durante la dictadura de Mussolini, en una región atrasada, infestada de malaria y abandonada por Dios, en el sur de Italia.

 El jardín de los Finzi-Contini  es un film sobre  las experiencias de la comunidad judía de Ferrara que, durante el fascismo  sufrió discriminación y persecución.

Sin embargo, después de la guerra,  los italianos no deseaban recordar el pasado fascista. Primo Levy tuvo dificultades para encontrar un editor que  lo haría mundialmente famoso con la novela  Si esto es un hombre, sobre la supervivencia en Auschwitz;  consiguió la edición, con dos mil ejemplares,  pero no todos se vendieron;  más de una década después  fue  traducida al inglés y el libro se convirtió  en un  gran clásico  sobre las memorias del Holocausto.  

El sentimiento de  nihilismo fatalista, presente en la literatura de la Europa continental, era inexistente en Gran Bretaña. Aunque el país estaba  al borde de la miseria, se contaba entre los vencedores de la guerra. Una sensación de victoria moral sobre la maldad del nazismo, combinada con la expectativa de que los sacrificios llevarían a una sociedad mejor, acompañaba a un  aislamiento cultural, no menor que la política y economía. La guerra  generó escasa poesía -con excepción  del poema de  Douglas, «Nomeolvides»-

Pocos se dedicaban a filosofar sobre la ruina de la civilización: la gente quería mirar el futuro.  Hubo solo una descripción  pesimista de la decadencia de los valores  sociales y tradicionales, en un mundo mediocre.

La guerra fue un triunfo del deshonor, una traición al idealismo, un ataque contra la humanidad. El escritor inglés George Orwell fue la voz del socialismo ético, que  criticó los valores y los defectos del partido conservador británico,  preservando un fuerte patriotismo inglés, que enraizaba con las viejas tradiciones de igualdad, justicia y libertad.  La experiencia de la guerra allanaba el camino hacia un gran cambio radical en la sociedad.

Orwell rechazaba la utopía comunista; sus experiencias, durante la guerra civil española, le  abrieron  los ojos a la opresión y  a la crueldad  del comunismo soviético. La novela que lo haría mundialmente famoso, Rebelión en la granja, en 1984, título que  invertía la fecha de su final,  describía una sociedad futura totalitaria, en donde el individuo se sometía   a la dominación política y social de los gobernantes. El Gran Hermano  representaba el poder absoluto del líder supremo; fue un lema  incorporado en el lenguaje cotidiano, que  convertía la mentira en verdad, donde lo negativo se volvió positivo, la falta de libertad se transformó en libertad y el totalitarismo, en la guerra fría. Era inevitable en un continente dividido entre sistemas políticos e ideologías rivales; la actividad literaria e intelectual quedaba bañada  de los dogmas de la guerra fría. Los soviéticos dedicaron dinero y mucha energía para fomentar en Europa del Oeste el sentimiento antiamericano;  En Francia predominó el mismo sentimiento entre los intelectuales y  ciertos sectores de la izquierda. 

Estados Unidos contraatacó con su propia  propaganda, diseminando ideas anticomunistas por toda Europa occidental. El Congreso, financiado en secreto, contó con el apoyo de intelectuales antisoviéticos,  entre los cuales figuraban Russell, Crocce y Jaspers. Antes de la segunda guerra mundial, ciertos intelectuales consideraban el marxismo como única vía segura para lograr una sociedad mejor,  pese a las revelaciones de Kruschev, sobre los crímenes de Stalin y el posterior aplastamiento de la sublevación húngara, ese mismo año.

Ya perdido en la memoria, dispersado por la emigración o eliminado por la dominación soviética, París reafirmó su posición dominante en la vida intelectual y cultural europea. No fue una casualidad que en posguerra  devoró con avidez la filosofía existencialista de  Sartre,  El ser y la nada , 1943, un tratado escrito después de la contienda. Siguió  El existencialismo es un humanismo tres años después, -influido en el existencialismo alemán de Heidegger-; sostenía que la única característica distintiva de la humanidad era ser consciente de la nada de su ser. La existencia era absurda, carecía  de sentido; sólo el individuo podía elegir un sentido para su vida. La desesperada desolación aparente se podía combatir con la libertad y la elección, pues el individuo creaba sus propios valores. No obstante, la guerra  transformó algunos aspectos del pensamiento  de Sartre,  surgiendo como una filosofía individualista  (no política),  reestructurada en una fuerza activista, en donde la libertad individual significaba la responsabilidad de luchar por la libertad, lo cual implicaba  esforzarse para llevar a cabo una transformación radical de la sociedad. Su pensamiento lo acercó al marxismo: apoyó  al Partido Comunista Francés (sin afiliarse). Sartre reconocía las tensiones en su pensamiento. Declarar el absurdo y la «nada» de la existencia, pero aspirar a luchar por una sociedad nueva era una contradicción. Sartre captaba el estado de ánimo de la posguerra, que oscilaba entre la desesperación, el optimismo y el destino de la humanidad. A fines del 50, su filosofía  perdió su atractivo, pese a cautivar  a los jóvenes,  influyendo con sus opiniones revolucionarias  contra el sistema. En abril de 1980, decenas de miles de personas se agolparon en las calles de París durante su funeral.

En los primeros años de la posguerra, el marxismo asoció la lucha triunfante contra el fascismo con la esperanza en el futuro. Para sus adeptos, proporcionaba un sistema de creencia tan integral como el catolicismo, pero la invasión de Hungría  no justificó los crímenes  y el carácter opresivo del régimen soviético. Muchos  intelectuales famosos y marxistas  abandonaron el Partido en los años 60: la Unión Soviética ya no era el modelo ideal. 

Del otro lado del TElón de Acero, el antifascismo era el nexo ideológico que unía el pasado y el futuro. El fascismo,  para los  europeos centrales, era sinónimo del nazismo, derrotado por la fuerza militar soviética; el fascismo permanecía unido  al capitalismo imperialista de Occidente. El futuro, una utopía comunista, solo podía convertirse en realidad, si proseguía la lucha contra el capitalismo occidental: el pasado y el futuro estaban ligados.

Las obras de Brecht fueron una mordaz sátira sobre el ascenso de Hitler al poder: resumía  el antifascismo y las ideas defensoras del marxismo, que se popularizaron en Occidente.

Pocos intelectuales podían tolerar encadenarse durante mucho tiempo a una ideología que, en la práctica política solo generaba censura, restricciones y un fuerte conformismo.

En la Unión Soviética, el deshielo anunció una nueva libertad intelectual sobre la ruptura con el pasado estalinista y las asfixiantes  reglas impuestas por Stalin. La epopeya  Vida y destino narra la crónica de vida  de una familia soviética, durante la segunda guerra mundial; es sumamente crítica con la URSS y muy   aclamada en Occidente.  La expresión literaria enfrentaba estrictas limitaciones.

Fuera de la Unión Soviética, el inconformismo intelectual  estuvo presente, decepcionado con la Polonia estalinista. otros escritor, dramaturgo y crítico polaco, no  escatimó elogios a Stalin, pese a, poner fin a su afiliación al partido.  Aun así, predominaba el conformismo y  los intelectuales no rechazaba  el marxismo.