Se
produjo en la cultura popular cambios que rompieron con el pasado: se produjo una revolución. A la
mayoría no le importaba el pasado: quería disfrutar de tiempos mejores. Los jóvenes
en particular vivía el presente y miraba
el futuro.
Esta generación transformó
la clase social. La cultura popular se
convirtió en la fractura social más importante. Los cambios fueron alterando de
manera paulatina, pero permanente, así como los valores sociales y el modo de
vida. La brecha entre la alta cultura y
la popular se redujo porque los gustos
coincidieron. Los progenitores de clase media, contagiados por los sus hijos (y
deseosos de no ser excluidos), disfrutaban tanto de la música pop como de la
clásica, y los profesores universitarios asistían a partidos de fútbol, antes
reservado en exclusividad a la
clase obrera industrial. Los cambios
fueron uniformes en el continente.
En Europa la transformación cultural fue más lenta que en los
países Católicos, pero el proceso de cambio, una vez iniciado evolucionó y
propagándose durante el resto del siglo.
El lenguaje universal
de los jóvenes fue la música pop; la
lista de éxitos en Gran Bretaña fue la balada «My Son, My Son», de Vera Lynn. The
Comets, señaló la llegada del rock and roll, un nuevo estilo
musical que cruzó el Atlántico desde Estados Unidos y
tuvo un éxito masivo entre los
adolescentes. Las salas de baile se entregaron de inmediato al swing; sus admiradores gritaban en los cines y
bailaban rock en los pasillos. Como reflejo del espíritu de rebeldía juvenil,
la trivial historia sobre el director de una orquesta de baile que triunfa,
tras descubrir el encanto del rock and roll provocó disturbios juveniles y
vandalismo en pueblos y ciudades de toda Europa del oeste. Ochenta
ayuntamientos del Reino Unido prohibieron la película. Halley desapareció pero llegó
Elvis Presley convertido en un dios para
los jóvenes en los Estados Unidos y en Europa; fue la primera gran estrella del
rock and roll. Guapo, una expresión seductora y un estilo interpretativo, con un
provocativo movimiento de las caderas, lo convirtió en un sex symbol para
millones de adolescentes y para muchos adultos. Algunos conservadores lo consideraban
una degradación peligrosa de la
verdadera cultura y moral.
Los adolescentes
rendían culto también a otros grandes artistas del rock and roll. Ciertas figuras destacadas gozaron de una popularidad
enorme en ambos países. El impacto del rock and roll fue explosivo. Sometidos a una educación asfixiante
en colegios de hermanos o monjas, en el
oeste de Irlanda, fue como salir de la Bastilla después de cuarenta años.
El rock and roll se
convirtió en una verdadera revolución cultural trasladándose a Inglaterra. Su primera grabación
de «Love Me Do» anunció la llegada de los Beatles, cuatro adolescentes de
Liverpool con el rostro aniñado y melenudos (Lennon, McCartney,
Harrison y Ringo Star) que se convirtieron en un boom y se extendió por
toda Gran Bretaña. Su música evolucionó
del énfasis inicial en el rock a sonidos más sofisticados y alcanzó tal vez su
máxima creatividad durante su etapa «psicodélica» en 1967. Su experimento con estupefacientes acentuó el uso de drogas. Interpretaron «All You Need
is Love» -vía satélite- para una audiencia de televisión mundial entre 350-400 millones de personas y se convirtió en
unos de los temas del movimiento pacifista “flower power” y del movimiento de
las protestas internacionales contra la guerra de Vietnam.
Los Beatles rechazaban
los valores convencionales: fueron el anti
sistema juvenil. Los Rolling Stones siguieron el mismo camino; cultivaban de «chicos malos», el estilo
desinhibido con su mezcla de rock y blues más su apariencia física, con el
cabello largo y ropa informal (que contrastaba con el aspecto uniformado de los Beatles y de otras bandas de
la época); les daba un atractivo antiautoritario, encajando bien con la cultura
de los jóvenes de los años 60, que se
extendió por los Estados Unidos y Europa e incluso penetró al otro lado del
Telón de Acero; en todas partes los jóvenes se vestían con ropas similares.
Durante la fiebre
roquera de los años 50, los jóvenes
rebeldes británicos, tomando a veces como modelo a James Dean, -un joven actor
un icono que protagonizó Rebelde sin causa, usando chaquetas de cuero y pantalones
«pitillo» que se mató en un accidente de
auto a los veinticuatro años-o a Marlon
Brando. Los jóvenes de los años 50 prestaron atención a sus peinados engominados al estilo Elvis Presley. Hubo variantes en Alemania y
Francia: “Los teddy boys” o “Los blusones noirs”que aspiraban a parecer
diferente al resto de la sociedad. Se trataba de una minoría rebelde (a veces
violenta); en los 60 el estilo de los
jóvenes todavía era conservador, similar
al de sus padres pero, a fines de la década, su aspecto era bien diferente. Solían llevar el pelo largo y
vestir ropa informal. Gracias a un marketing acertado, los vaqueros -que
originalmente eran una indumentaria de trabajo pasaron a ser su uniforme, que también
usaban los adultos más modernos.
El aspecto hippie empezó en Estados Unidos y se puso de moda en Europa; indicaba la
adhesión a una contracultura, más relacionada con las drogas y la liberación
sexual. No todos querían ser hippies. El
diseño de modas, dirigido a los jóvenes de
ambos
sexos,que tenían más
dinero para gastar en ropa, anunciaba estilos atractivos y distintivos. La «juventud» se convirtió en
un gran negocio, con una amplia variedad de tiendas de moda que ofrecían la
última moda unisex.
La modista Mary Quant -un icono de la moda inglesa fue
calificada en Italia como «la creadora de la moda al último grito- inventó la minifalda. Jane Shrimpton y la
delgadísima «Twiggy» se convirtieron de «supermodelos», creadoras de tendencia de la ropa femenina internacional. Desaparecieron los sombreros varoniles.
El mayor cambio de los
60 fue la televisión, con gran repercusión en la cultura; afectó a todos los
sectores sociales y en todos los países.
Empezó en los años 20, pero la
supremacía absoluta de la cultura popular fue tres décadas más tarde. En Gran Bretaña tuvo el mayor impulso de adquirirlo durante la coronación de la reina Isabel II, junio de 1953, en la abadía de Westminster.
Millones de familias se reunieron alrededor de esta voluminosa caja de madera con una
pantalla diminuta, para ver las imágenes granuladas en blanco y negro de este
gran acontecimiento en Londres; fue el primer gran evento televisado en Gran Bretaña y en diversos lugares del mundo. Participaron dieciséis organismos
de radiodifusión europeos; incluso en la Francia republicana un millón de
personas vio la coronación.
Sin embargo, en Europa, aún estaba en los inicios. En 1953, la
televisión holandesa transmitía tres horas de programas a la semana para diez mil receptores. Aunque en 1955 dos
terceras partes de los hogares estadounidenses poseían un televisor, en Italia contaba con menos de cien mil abonados. En
1963 había doce millones en Gran Bretaña, ocho
en Alemania, tres en Francia y un millón en Italia; en 1960 apenas un 1% de los
españoles poseía uno, mientras en Grecia
no se vendió hasta 1969. Su difusión no se pudo detener ni siquiera en en Alemania
Oriental: Suecia tenía 312 por cada
1.000 habitantes; Hungría (171 x cada mil) y detrás venía Irlanda, Italia y
Austria.
El 20 de julio de
1969, el alunizaje de la nave de la misión Apolo XI, dando los primeros pasos en
la superficie lunar por Armstrong y Aldrin se vieron en todo el planeta en las
imágenes, transmitidas por satélite a la mayor audiencia televisiva registrada
hasta la fecha: 530 millones de
espectadores.
El deporte televisado formaba
parte de la cultura popular y, gracias a
las conexiones por satélite de los Juegos Olímpicos, pudieron verse en todo el
mundo. En Europa, donde el fútbol es el deporte por antonomasia, la Copa de
Campeones de Europa, la Eurocopa y la Copa Mundial atraían a un número cada vez
mayor de espectadores en todo el continente y, cuando los viajes aéreos se
volvieron más económicos, los aficionados se desplazaban más. A diferencia de la
televisión comercial estadounidense, en Europa, en los primeros años lo
habitual fueron las cadenas de televisión públicas, financiadas con una cuota
de radiodifusión y con publicidad. En
Italia, Francia y Alemania Occidental, este sistema ya funcionaba. En Gran Bretaña la
BBC se financiaba solo con el pago de una licencia.
La televisión, al
igual que la radio, se consideraba en todos los países un servicio público. La
televisión comercial inglesa, totalmente financiada con publicidad, en
1955, con la televisión independiente acabó con el monopolio estatal. Sin embargo,
en la Europa continental, rara vez fue un obstáculo serio para el sector
público, antes de los 80.
Al este del Telón de
Acero, la televisión estaba estrictamente controlada por el estado, como
guardianas de la moral pública y al mismo tiempo bloqueando en lo posible
cualquier influencia occidental. La televisión pública, en Occidente, intentó equilibrar el
entretenimiento con los documentales y otros programas educativos.
Las audiencias, al
principio con un solo canal y, hasta los
80, con unos pocos canales más, no tenían mucho para elegir. Fue evidente,
desde el principio, que los programas de entretenimiento era lo que los
espectadores deseaban ver. Para entonces
suplantó a la radio como principal forma de entretenimiento familiar:
las comedias, las aventuras y los dramas ligeros, los concursos y los deportes
eran lo que millones de personas deseaban ver; incidió en la vida familiar y en
las actividades de ocio; por las noches las familias se reunían alrededor del
televisor. Ciertos programas eran una prioridad imperdible y los horarios de las comidas se ajustaban de
acuerdo al horario de Dinastía o un partido internacional. Las salidas al cine, a un café, al pub, a un
restaurante o a visitar a amigos o
parientes debían adaptarse a los
programas. El ocio, más que en la época de la radio, entró en los hogares. La televisión se
convirtió en el nuevo dios. A medida que se fue extendiendo, las salidas al
cine se volvieron menos frecuentes; la cifra de espectadores disminuyó; cayó en
Francia, Italia y los Países Bajos a una
tercera parte de su nivel, tanto como en
Noruega. En Gran Bretaña cerraron una tercera parte de los cines, convirtiéndose en salas de bingo.
Al este del Telón de
Acero, la tendencia fue diferente y poco uniforme: los espectadores se redujeron a la mitad en
Polonia, aumentó un poco en la Unión Soviética
y en Bulgaria. En 1960 había 4,8
millones de televisores en la URSS, y el cine, junto con la lectura y la
bebida, seguía siendo una de las pocas
diversiones disponibles, en medio de la monotonía de la vida cotidiana.
Dada la escasez de
capital, el predominio estadounidense en el cine europeo, durante los primeros
años de la posguerra, fue inevitable. A
principio de los 60, las películas importadas de Estados Unidos constituían una
parte importante de las exhibiciones en los cines europeos. Francia e Italia fueron más resistentes a la
tendencia general. Los franceses preferían sus películas; la cuota de mercado
del cine francés aumentó, impulsada por los éxitos internacionales: Y Dios creó
a la mujer de Roger Vadim lanzó la carrera del nuevo icono sexual, Brigitte
Bardot.
Alemania
Occidental importaba películas de
Estados Unidos; sin embargo las
películas más populares. como Sissi
(1955), protagonizada por Romy Schneider, fueron producciones alemanas.
Gran Bretaña, al
compartir la misma lengua con Estados Unidos, estuvo más expuesta al dominio de Hollywood; en la posguerra,
la producción cinematográfica británica florecía. Su película más destacada fue
El tercer hombre de Carol Reed, con
sus imágenes de una Viena devastada por la guerra y una memorable
interpretación de Orson Wells en el papel del antihéroe, implicado en un
negocio de contrabando de penicilina. El inglés
era aficionado a las películas bélicas, novelas, memorias y cómics de guerra. La glorificación
de los héroes del pasado enmascaraba el declive nacional. Entre el 45 y el
60 se rodaron más de un centenar de películas de guerra y unos 8,5
millones de espectadores vieron Misión
de valientes estrenada en el 55, y doce millones la vieron dos años más tarde El puente sobre el río Kuwait describía
la crueldad de los japoneses con los prisioneros de guerra británicos. Ningún
otro país europeo podía enaltecer la guerra en el cine de ese modo; cuando en
la Europa continental se rodaba alguna película bélica tendía a centrarse en
los temas de la resistencia o en el sufrimiento de las víctimas inocentes. Pero
en los países con historias bélicas complejas y ambivalentes este tipo de películas fueron muy populares.
Los ciudadanos deseaban sobre todo evadirse, que no que les recordaran sus horrores. Justo
después de la guerra, el cine italiano estuvo dominado por las producciones estadounidenses.
En 1957, cinco de las diez películas más taquilleras en Italia fueron de la US,
pero a fines de los años 60 cambió: solo
tres producciones dos westerns y una comedia de Disney figuraron entre las diez
películas más populares, pues los gustos
se trasladaron a los westerns y
las comedias italianas. Gina Lollobrigida y Sophia Loren, al igual que la sex
symbol Brigitte Bardot se convirtieron
en nombres universales en toda Europa y al otro lado del Atlántico y varios
directores de cine italianos rodaron películas de gran calidad que fueron muy
populares tanto en Italia como en el extranjero. Entre ellas destacó La dolce vita (1960), de Fellini,
que retrataba una «buena vida» vacía,
sórdida y sin sentido; era una crítica a la moral contemporánea y a una clase
alta italiana poderosa y decadente. Protagonizada por Anita Ekberg , incluía ciertas escenas atrevidas que la televisión
italiana, influida por la Iglesia
Católica, suprimió. La controversia en torno a la película no hizo sino
incrementar el interés en Italia y más
aún en el extranjero. Su enorme éxito
internacional convirtió la Roma
posfascista en una atracción turística de moda. En los 60 las premiadas
películas de Antonioni en La
aventura, La noche y El
eclipse, que exploraban la inseguridad emocional en uns sociedad moderna,
fueron aclamadas internacionalmente y su film en inglés Blow-Up se convirtió en un
enorme éxito público y artístico, debido
en parte a sus escenas de sexo, explícitas para la época. Otro director
italiano de reconocimiento internacional
fue Visconti, cuya película La
caída de los dioses sobre las relaciones de una familia de industriales
bajo el régimen de Hitler, fue
internacionalmente aclamada, mientras Zeffirelli cosechó popularidad con sus adaptaciones de las obras
teatrales de Shakespeare La mujer
indomable con Richard Burton y
Elizabeth Taylor, y Romeo y Julieta.
El cine italiano fue excepcional en varios sentidos. Italia contaba con el
mayor número de cines de Europa y la televisión tardó en establecerse; a mitad
de los 60, los italianos veían más cine y teatro o eventos deportivos. No ocurría lo mismo en
gran parte de Europa. De vez en cuando,
una película artística, como El séptimo
sello (1956), del director sueco Ingmar Bergman podía romper las
barreras habituales y convertirse en un clásico además de un éxito
internacional. Le siguieron otros éxitos como Gritos y Susurros, Sonata
otoñal.
Cuando en la posguerra
aumentó la prosperidad, el cine, el teatro y la literatura recurrieron cada vez
más a la crítica social. Para muchos artistas, la prosperidad y la estabilidad
se convirtieron en sinónimos del materialismo, hipocresía y los asfixiantes
valores conservadores. El estilo de vida y lo social convencional más la falta
de oportunidades basadas en la clase fueron temas frecuentes. La crítica social
miraba al pasado para rebelarse contra él. Gran Bretaña y
Alemania Occidental respondieron a los cambios sociales y culturales. En
Inglaterra, la literatura, el teatro y
el cine se centraron en la pobreza, la agresividad, el resentimiento y los
valores sexuales de la clase obrera. En 1963 transmitían una nostalgia por la
vida «genuina» de la clase obrera del norte de Inglaterra, que estaba
desapareciendo. Criticaba el hedonismo y el culto a la juventud. Era evidente
que la cortesía estaba en decadencia.
En Alemania del oeste,
la creatividad cultural estaba vinculada
a la conciencia del pasado nazi. La obra teatral El vicario provocó una
enorme controversia por su reproche al silencio del papa Pío XII durante el
Holocausto. En literatura, la
crítica solía ser más sutil; censuró la mente de los alemanes en esa década,
mientras aludía al pasado reciente en su poema Blues de la clase media. Un pasado
no superado, una catástrofe a la cual
contribuyó la complicidad de tantos ciudadanos se desterró de la
conciencia y fue suplantado por los valores materialistas de una sociedad de
consumo próspera, dando lugar a un frenético placer por lo «nuevo», la vanguardia, en todas sus formas
artísticas. El sentimiento de alienación entre los intelectuales de esta
Alemania que describía una sociedad arrogante y superficial,
intentando borrar su pasado era más intenso.
Se asemejaba a la «nueva ola» de
Truffaut, Godard y otros
cineastas franceses, que dieron la
espalda a las formas narrativas convencionales y crearon algo similar a los
ensayos reflexivos en el cine. En el teatro y la pintura experimentales,
provocadores, criticaban los valores
vigentes de la cultura, la política y la sociedad. los Beatles y otras bandas influyeron en la transformación de los
valores sociales. No obstante, la vanguardia cultural tuvo un efecto desproporcionado
en la generación joven. La idea de una cultura más democrática y comunitaria, más consciente
y menos subordinada a las formas tradicionales.
LOS HIPPIES ROMPEN CON
LAS NORMAS DEL PASADO
La cultura, en sus formas artísticas, literarias y creativas refleja, cuestiona y moldea los
valores y la mente de una sociedad. En los
60, esos valores, entre los jóvenes se encontraba en la primera etapa de
una transformación duradera que estaba cambiando y perdiendo peso. En esos
años, las sociedades europeas se desmilitarizaron
y el ejército perdió su influencia socialmente.
Los valores de los militares no eran tan
dominantes y los estados gastaban menos en defensa y más en protección social.
Las escuelas y las iglesias cristianas tenían menos capacidad para adoctrinar a
los jóvenes. La creencia, inculcada a los jóvenes hasta el fin de la II guerra
mundial, del deber combatir y morir por su país desapareció. La juventud realizaba el servicio militar obligatorio de dos
años sin entusiasmo. El servicio militar era necesario para que los soldados
lucharan en las guerras, pero con las armas
nucleares se volvió un anacronismo. Los ejércitos eran inútiles para las guerras impopulares y en los años 60
ofrecieron alternativas, como el trabajo civil en hospitales o
escuelas. El mundo laboral cambiaba en una época de empleo full time, con sindicatos a fin de mejorar las condiciones de sus afiliados eran
comunes en los 50 y 60. Las pautas
laborales más flexibles hacía el trabajo menos monótono, más humano; se tomaban
en cuenta las iniciativas de los trabajadores: no eran tan rígidas. Las
fábricas suecas de automóviles reducían las diferencias; la producción era más
corporativa; se debilitaba la disciplina
férrea. A fines de los 60, en Alemania Occidental un tercio de la clase media era de origen obrero y una
quinta parte era de la clase media alta.
Construían bloques de pisos o barrios en zonas nuevas, a poca distancia del trabajo. Los obreros
especializados, bien pagos, se aburguesaron, buscando la felicidad individual en occidente
aunque y no se aplicaba del otro lado del Telón de Acero. Los empleos administrativos de oficina
cautivaron a personas que antes
trabajaban en la industria; se redujo la diferencia entre la clase obrera y la
clase media baja. Al reducirse la semana laboral, había tiempo libre para el
ocio, otorgaban importancia a la familia,
disfrutaban de vacaciones, tenían viviendas con jardín y viajaban al extranjero. muchas diversiones eran
individuales, (la música, el cine y el televisión) Después de la guerra, en los
países europeos la educación secundaria se extendió velozmente ofreciendo oportunidades de ascenso
antes reservadas a la élite social. En
1970, la asistencia a las escuelas era dos veces y media mayor en alumnos entre
los diez y los diecinueve años de edad, preparando a la juventud para trabajos más complejos o acceder a estudios
superiores, terciarios. En los países
satélites, la educación fue diferente Se
abolieron las escuelas privadas y religiosas, se prestó atención a la lengua, la
literatura y la historia rusa del movimiento obrero marxista-leninista y el desarrollo social y político. La educación
universitaria aumentó. Se fundaron nuevas universidades politécnicas y aumentó el porcentaje de los
alumnos. En Europa occidental y oriental, la enseñanza superior era para los hombres. 1/4 parte de los estudiantes en Mánchester eran mujeres, una parte ínfima del sexo femenino estudiaba ciencias. luego de la posguerra. La cultura
europea estuvo casi dos milenios bajo la enseñanza
cristiana, hasta el siglo XVIII. El conocimiento científico los hacía encontrar
respuestas racionales lo cual socavó la fe. Por tradición la iglesia ejercía mayor influjo en las zonas rurales que
en la clase obrera industrial, y el
éxodo del campo a las ciudades debilitó la
autoridad de la iglesia. Las atracciones que ofrecía la ciudad comprendía mayor
tiempo para el ocio; los jóvenes
preferían ir al parque, al cine o a
algún espectáculo deportivo en vez de a
la iglesia. El descenso de la práctica religiosa llevó finalmente a una educación
laica reduciéndose la enseñanza religiosa, e incluso los valores morales que fueron el
dominio tradicional eclesiástico. En los estados
comunistas del Este la caída de las prácticas religiosas respondía a
motivos políticos. Ser cristiano practicante o judío o musulmán suponía
una desventaja, y hasta las iglesia sufrió
la represión política. Entre el 59 y el 65,
el número de sacerdotes ortodoxos soviéticos se redujo a la mitad en seis años; iglesias, mezquitas y
sinagogas cerraron, y las instituciones
religiosas fueron vigiladas por el
estado.
En Europa oriental la tendencia no fue uniforme. Albania fue más hostil con la
religión. En Polonia, la práctica religiosa y la piedad popular aumentaron. En Europa occidental, el descenso de la
práctica religiosa fue más pronunciado en el protestantismo que en la Iglesia
Católica, El debilitamiento fue mayor en Escandinavia; la la población era + instruida, los sistemas políticos liberales
más desarrollados y las normas culturales sujetas a mayores cambios. El declive
fue más lento en el sur católico del continente; el influjo de la religión protestante era más fuerte en la región septentrional. En Irlanda, un país pobre, el
catolicismo estaba integrado en la identidad nacional, con excepción del
noroeste; el 90% de su población acudía a misa. en regiones más ricas y modernas, como
Baviera, la fidelidad a la iglesia era
fuerte; millones de personas peregrinaban a santuarios católicos como Lourdes
en Francia, Fátima en Portugal, Knock en Irlanda o en el santuario de Polonia (donde se encuentra el
icono de la «Virgen Negra», símbolo de la nación), asegurando la fuerza de la fe católica., Más católicos que
protestantes asistían a los oficios religiosos. La mayoría creía en
Dios, se bautizaban, se casaban y
ofrecían servicios fúnebres, pero la fe religiosa disminuía y no creían en el más allá. Las
iglesias intentaron adaptarse a los cambios sociales. se abrieron a otras religiones en busca de la
unidad cristiana. En el 60 el arzobispo
de Canterbury, primado de la Iglesia Anglicana, y el papa se encontraron por primera vez desde antes de
la Reforma; fueron ordenadas las primeras mujeres pastoras por las iglesias
luteranas de Dinamarca Suecia y Noruega. Pocos fieles se interesaban en un Dios
puramente subjetivo. Era un cambio de
época; el papa Juan XXIII más cordial y
cerca del pueblo que Pío XII fue el papa más transformador y moderno. Convocó un concilio general de la
Iglesia, el único desde 1870, y el segundo desde el siglo XVI. La Iglesia necesitaba reformarse y modernizarse
para evitar una deterioro mayor de sus
feligreses. Los obispos de Alemania eran
conscientes de la falta de
asistencia a la misa de los domingos; la reforma y la renovación estaba más avanzada en
Francia, se extendió a Holanda, Bélgica, progresando poco en
Irlanda y Gran Bretaña pero en Italia la
Iglesia conservadora se resistía al cambio. Aceptó la reconciliación con otros
credos y se disculpó ante los judíos por su sufrimiento por la postura del Papa.
En 1965 se cerró el cisma con la Iglesia Ortodoxa. Para los católicos
practicantes -inaceptable para los tradicionalistas- se cambió la celebración
de la misa en latín a lenguas vernáculas, decisión creada para acercar la Iglesia a todas las personas. Los cambios reavivaron
el debate entre laicos y el clero; los obispos estaban en contra. La doctrina de la infalibilidad
papal fue rechazada y el comportamiento sexual se volvió más flexible,
aunque el celibato del clero fue reafirmado
por el papa Pablo VI, sucesor de Juan
XXIII, que murió antes de que el concilio finalizara su trabajo. Disminuyó el número de
sacerdotes y aumentó quienes abandonaban
el sacerdocio para casarse. El problema mayor fue la prohibición de la anticoncepción,
que llevó a protestas ásperas entre el
clero y los seglares: finalmente la prohibición
papal fue ignorada, causando un daño a
la autoridad papal y señalando los límites del Vaticano II, decayendo más aún la práctica católica en occidente. Al no aceptar el control de natalidad, el papa
dejó abierto el conflicto que la Iglesia no pudo frenar. La rigidez hacia el matrimonio, el divorcio, la
cohabitación y los nacimientos extramaritales se modificaron. Los jóvenes no
consideraban la reproducción como el fin primordial del matrimonio; las
oportunidades de empleo llevaban a las
personas a organizar la crianza de los hijos y el ejercicio de la profesión en función de sus propias vidas, sus deseos y
sus economías. Mujeres que buscaban un empleo remunerado cuestionaban la visión
tradicional de tener hijos y encargarse del hogar familiar. Esa idea se impuso
más en Escandinavia, siendo más lento en
los países católicos. La tendencia a casarse,
ser madre años más tarde y tener menos hijos se desarrolló también en Europa
oriental. El sistema de apoyo a la maternidad permitía a las mujeres trabajar a jornada
completa más extendido que en el oeste,
donde las ganas de prosperar, el dilema por conseguir un departamento
adecuado retrasaba el deseo de tener hijos.
Los métodos
anticonceptivos y las leyes sobre el aborto permitieron a las mujeres decidir
cuándo tener hijos o tenerlos fuera del
matrimonio. En el 60, en Estados Unidos,
la píldora anticonceptiva cambió la vida de las mujeres; por primera vez podían
controlar los embarazos. La píldora transformó la conducta sexual. Hubo más libertad, disfrutando hombres como mujeres: la liberación erótica y
los divorcios aumentaron. Una década más t arde
una cuarta parte de los matrimonios de Suecia
y Dinamarca terminaban en divorcio; una tercera parte de las parejas suecas y danesas de
veinte años elegían vivir juntas sin casarse en Suecia; una quinta parte de los nacimientos se producían fuera
del matrimonio, superior a los otros países del oeste.
En Italia el divorcio fue legal en 1970, en Portugal en 1975, en
España en 1982, en Irlanda, en 1997 y en Malta en 2011.Una revolución
sexual juzgó las convenciones sexuales.
Simone de Beauvoir fue una pionera con su libro El segundo sexo en la posguerra: fue el mejor ensayo sobre ese tema, promoviendo
la independencia sexual femenina. La igualdad de la mujer fue una conquista del movimiento feminista, un
cambio social sideral en las décadas siguientes, gracias a la píldora. Hombres y mujeres
disfrutaron del sexo ocasional, sin riesgo de un embarazo. La libertad sexual
dio lugar al intercambio de múltiples parejas, que provenían de la cultura
hippie cruzando el Atlántico. La homosexualidad en los años 50 era criminalizada,
fue mayormente aceptada en la sociedad, con un
avance más lento por los prejuicios.
Los medios de rápida
expansión, desempeñaron un papel en la aceptación social en las actitudes
sexuales. Libros y films
rompieron tabúes tradicionales. En 1960 se
publicó íntegra la novela El amante de lady Chatterley con
descripciones explícitas y en un lenguaje gráfico y coloquial. La editorial,
Penguin Books fue absuelta por el tribunal y el escándalo disparó las
ventas del libro. Fue un ejemplo de la imposibilidad de mantener una estricta
censura sobre la expresión sexual, hasta entonces en vigente, mientras cambiaban los valores sociales; en la literatura, el cine, los diarios y las
revistas (la televisión protegía la moral pública) el sexo fue un gran negocio.
Los gobiernos se adaptaron. Suecia y Dinamarca volvieron a tomar la delantera en los
métodos anticonceptivos. Gran Bretaña ofreció la píldora gratuitamente a disposición de las parejas casadas, pero con
receta médica; desde 1961 a 1968, se
otorgó para todas las mujeres, casadas o no. Tras las presiones de las
feministas, en 1965 Francia eliminó la prohibición del control de la natalidad.
Los países católicos, siguiendo la postura oficial de la Iglesia, se opusieron
a relajar las restricciones que pesaban
sobre la anticoncepción; en Italia no se
levantó hasta 1970 y en Irlanda, diez años después. El aborto era legal en la
Unión Soviética y en los países satélites desde los 50; en Europa occidental,
las leyes que permitían el aborto aún se
aplicaban, cumpliendo estrictamente ciertas condiciones; se extendieron desde
fines de los 60 y principios de los 70. Las
medidas legislativas llevaba a acalorados debates, que se topaban con la
oposición del Catolicismo; los países católicos legalizaron gradualmente el
aborto; algunos, como Malta, siguieron
resistiéndose y mantendrían la prohibición del aborto hasta el siglo siguiente.
El cambio en las
actitudes sociales se reflejó en la
legislación sobre las prácticas homosexuales. La postura de los gobiernos con
respecto a ella varió a lo largo de la
historia. En la mayoría de los estados comunistas existían prohibiciones
oficiales, mientras la mayoría de las
democracias occidentales criminalizaban la homosexualidad. En Francia era legal
desde la Revolución; en Dinamarca, Suecia e Islandia, desde hacía dos o tres
décadas. Desde los 60, los gobiernos de
toda Europa liberaron la legislación sobre la homosexualidad. El movimiento por
los derechos de los homosexuales, iniciado en Estados Unidos, ejerció más
presión. Poco a poco, aunque el proceso se alargó hasta los 90, la
criminalización de la homosexualidad
entre adultos tocó a su fin en todo el continente oeste y este. La
discriminación persistió; Rusia occidental era más progresista, más tolerante.
Las actitudes racistas
persistían. Las actitudes sexistas eran habituales y las mujeres lidiaban con insinuaciones sexuales no
deseadas. El feminismo se enfrentaba a una ardua lucha para cambiar los
prejuicios masculinos sobre las mujeres y alterar la persistente discriminación
contra ellas en la educación, las
oportunidades laborales. Para los jóvenes, era demasiado lenta, no suficientemente radical. A fin de la década
desafiaron el orden político y social tanto al oeste como al este.
Gran Bretaña
Tuvo problemas en
las universidades con protestas
masivas de estudiantes. La proporción
entre estudiantes y profesores era
equilibrada. Los estudiantes de Oxford y Cambridge gozaban
de tutelas individuales y una
educación superior que privilegiaba a los de la elite. Las aulas y los seminarios eran pequeños y el
contacto entre los alumnos y los profesores era estrecho y frecuente: a menudo
los profesores simpatizaban con los discípulos y sus exigencias de democratizar
el modo de gestionar las universidades. Se logró ciertas mejoras; se limitó el poder de
los docentes y se redujo la masificación
de aulas y bibliotecas; los
estudiantes fueron tratados como adultos. La mayoría de edad
pasó a ser de 18 años. Desde 1965 se levantaron también contra la guerra de Vietnam. La Campaña de Solidaridad hizo causa común con
la victoria de Vietnam del Norte. Hubo en
Londres manifestaciones pacífica hasta que centenares de personas se separaron
de la marcha y se dirigieron donde estaba
la embajada de Estados Unidos; se
encontraron a con policías a caballo, que
los esperaba. Hubo centenares de heridos. La gente fue agredida con porras,
atropellada por los caballos y golpeada con las botas reforzadas con hierro.
Sin embargo la violencia fue baja,
comparada con la de Italia, Alemania Occidental y Francia. La guerra de Vietnam fue muy impopular y era imposible de ganar. En Europa, el descontento de los trabajadores logró mejoras en los
salarios y en las condiciones laborales. Los gobiernos aflojaron el enfrentamiento mediante
negociaciones entre empresarios y sindicatos. Intentaron reformas
sociales, una suma mayor de las pensiones, mejoras en las viviendas y mejor calidad de vida. La actitud rebelde
contra la autoridad de los ‘60 y los ‘80 abrieron la puerta para impulsar la igualdad entre hombres y
mujeres. El movimiento feminista estaba en su
inicio donde la liberación de las mujeres tenía
un papel secundario. Las presiones a favor de las minorías raciales,
inspiradas en el derecho de la libertad
sexual (incluido el derecho al aborto) más
los derechos de los homosexuales se debían al impulso de las protestas de París.
El movimiento pacifista hippie en
EE.UU «haz el amor y no la guerra» cruzó el Atlántico con protestas antinucleares
en los años 80. El legado en Francia promovió el
movimiento ecologista, que
defendía el medioambiente. Un
activista estudiantil se convirtió en
miembro del Parlamento por el Partido de
Los Verdes e incluso llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores. Danny el Rojo llegó a
ser miembro del Parlamento Europeo y líder de Los Verdes franceses. La revuelta del 68
tuvo un efecto duradero y definitivo; algunos
se distanciaron de su pasado radical; el
movimiento revolucionario no generó ninguna
revolución; otros continuaron
con la lucha, como periodistas, abogados o trabajadores sociales, inculcando a sus alumnos los valores de ese
año garantizando que el cambio
no se quedara solo en movimientos
de protesta.Primavera de Praga en Checoslovaquia ¡En Europa central, un desafío al orden amenazaba quebrantar el poder soviético. La Primavera de Praga, en Checoslovaquia fue distinta. Sus causas y consecuencias fueron diferentes, pero el eco fue escuchado en el Telón de Acero. En muchos países hubo protestas estudiantiles. Se necesitaba tener coraje para levantar la voz en el bloque oriental, pues se enfrentaban con duras represalias: Checoslovaquia se exponían a ser aislada socialmente. La mayoría podía sufrir las consecuencias: el empleo peligraba, la educación de los hijos, la vivienda y otras necesidades. A fines de los ‘60, los occidentales viajaban al Este. La liberalización parcial de los comunistas en Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia permitió cierta movilidad; 600.000 civiles viajaron a Occidente ese año y a principio del 69. La política de Hungría, desde mitad de los ‘60, permitió escuchar la música popular y el cine occidental, siempre interpretado como crítica al capitalismo.
En Berlín, el régimen tuvo una tolerancia relativa; algunos jóvenes alemanes del Este recibían ropas occidentales, discos y publicaciones, gracias al contacto con Berlín Occidental. Algunos fueron detenidos por protestar contra la invasión soviética de Checoslovaquia. En las universidades de Alemania Occidental e Italia se desencadenaron manifestaciones en defensa de la libertad de los checos, atacando a la Unión Soviética y criticando la República Democrática alemana. Fueron pequeñas en comparación con las del bloque oriental. Los manifestantes eran jóvenes; los estudiantes, escasos. Tres cuartas tenían menos de treinta años; fueron castigados por su apoyo al país rebelde.. En Berlín Occidental, la seguridad era demasiado estricta y la represión demasiado dura, pero en Alemania del Este los intelectuales estaban vinculados con el régimen. solo hubo represión.
Primavera de Praga en Checoslovaquia
En Europa central, un desafío al orden amenazaba quebrantar el poder soviético.
La Primavera de Praga, en Checoslovaquia fue distinta. Sus causas y consecuencias fueron diferentes, pero el eco fue escuchado en el Telón de Acero. En muchos países hubo protestas estudiantiles. Se necesitaba tener coraje para levantar la voz en el bloque oriental, pues se enfrentaban con duras represalias: Checoslovaquia se exponían a ser aislada socialmente. La mayoría podía sufrir las consecuencias: el empleo peligraba, la educación de los hijos, la vivienda y otras necesidades.
A fines de los ‘60, los occidentales viajaban al Este. La liberalización parcial de los comunistas en Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia permitió cierta movilidad; 600.000 civiles viajaron a Occidente ese año y a principio del 69. La política de Hungría, desde mitad de los ‘60, permitió escuchar la música popular y el cine occidental, siempre interpretado como crítica al capitalismo.
En Berlín, el régimen tuvo una tolerancia relativa; algunos jóvenes alemanes del Este recibían ropas occidentales, discos y publicaciones, gracias al contacto con Berlín Occidental.
Algunos fueron detenidos por protestar contra la invasión soviética de Checoslovaquia.
En las universidades de Alemania Occidental e Italia se desencadenaron manifestaciones en defensa de la libertad de los checos, atacando a la Unión Soviética y criticando la República Democrática alemana. Fueron pequeñas en comparación con las del bloque oriental. Los manifestantes eran jóvenes; los estudiantes, escasos. Tres cuartas tenían menos de treinta años; fueron castigados por su apoyo al país rebelde..
En Berlín Occidental, la seguridad era demasiado estricta y la represión demasiado dura, pero en Alemania del Este los intelectuales estaban vinculados con el régimen. solo hubo represión.
Polonia
Los estudiantes polacos, -conscientes del clima de protesta en Europa occidental y de las exigencias en Checoslovaquia- tuvieron una mayor libertad de expresión, pero el cierre de un teatro de Varsovia donde se representaba la obra que criticaba las condiciones en Rusia desencadenó protestas: veinte mil estudiantes en Varsovia gritaban «Abajo la censura y «Viva Checoslovaquia». La respuesta fue una brutal represión. La policía con cañones de agua y gases lacrimógenos, provocó un ataque que duró horas. Las protestas se extendieron a las universidades polacas. En Cracovia, los obreros expresaron su apoyo, pero los dispersaron con perros policías. Los estudiantes no consiguieron un apoyo de los obreros. La policía cerró fracciones de la Universidad de Varsovia; cancelaron varios cursos y una cuarta parte de los 2.700 estudiantes fueron detenidos junto con un 10% de los profesores: cientos de ellos fueron reclutados. Muchos académicos dimitieron.
Con los graves disturbios, el régimen se favoreció con los sucesos en Checoslovaquia, pues el aplastamiento de la Primavera de Praga, mediante una intervención soviética armada, centró la atención de los polacos: los problemas no habían desaparecido. Los estudiantes querían una mayor democracia y de una liberalización del sistema. La revuelta fue inferior a la de Checoslovaquia, aunque fue respaldada socialmente: condenaba, el estancamiento en el nivel de vida, los transportes y las malas condiciones de las residencias estudiantiles. Para el gobierno era el único modo de garantizar el control. Querían acabar con la sociedad capitalista y sustituirla por una forma ideal de comunismo: no deseaban reemplazarlo sino reformarlo. Muchos deseaban volver a un comunismo más democrático y liberal. La Primavera de Praga puso fin a estas utopías. La democracia era incompatible con el estado comunista. Si amenazaba el Partido gobernante y ponía en peligro la unidad del bloque soviético, sería aniquilado por las fuerzas.
Un socialismo más humano se aprobó; el Partido Comunista garantizaría los derechos, libertades e intereses y modificaría resoluciones para satisfacer las demandas populares. Los reformistas ocuparon los puestos clave en el partido y en el estado. Sin embargo, el líder no fue capaz de controlar la presión a favor de las reformas radicales que él mismo desencadenó. Su popularidad era un dilema: debía mantener la reforma, pero impedir que se transformara en un peligro para los intereses de la Unión Soviética y de sus aliados: el temor era un grave riesgo para los reformistas checos. Mientras tanto, los líderes de la Unión Soviética y de la República Democrática Alemana, Bulgaria, Hungría y Polonia, miembros satélites del pacto de Varsovia, estaban muy preocupados por lo sucedido en Checoslovaquia. Advirtieron a Praga finalizar la contrarrevolución contra el sistema socialista, que ponía en peligro al comunismo. Bréznev intentó reinstaurara la censura, destituir a los líderes reformistas y exigió orden en el partido checo. En agosto, el Politburó soviético decidió intervenir militarmente: medio millón de soldados de cinco países del pacto de Varsovia, apoyados por 7.500 tanques soviéticos y un millar de aviones, iniciaron la invasión de Checoslovaquia. Por orden del gobierno checo, no hubo resistencia armada; enormes multitudes se congregaron en Praga y Bratislava para protestar contra la invasión. Cuatro dirigentes fueron detenidos y llevados en avión a Moscú: fueron sometidos a presiones, cedieron y firmaron un acuerdo, anulando las reformas de la Primavera de Praga; a cambio, Moscú retiró las fuerzas. Se restablecieron las relaciones bajo imposición. El acuerdo establecía la obligación internacional de defender a los países socialistas de las fuerzas contrarrevolucionarias: los líderes de la Primavera de Praga fueron destituidos; un estudiante de Praga se inmoló prendiéndose fuego en protesta por las reformas removidas; cien mil personas fueron a su funeral y doscientas mil los apoyaban. En marzo, la victoria del equipo checo de hockey sobre hielo frente a la URSS produjo manifestaciones antisoviéticas: una rápida intervención soviética destituyó al líder. En 1970 hubo tres grandes purgas. Miles de agentes sindicales, maestros, académicos, periodistas fueron despedidos. Checoslovaquia restableció el orden mediante una represión brutal: se impuso la censura. La población se sometió, aunque un pequeño grupo de escritores e intelectuales seguía protestando de diversas formas. Bajo la mirada de occidente, el aplastamiento de la Primavera de Praga fue otro duro golpe; después de Hungría, el prestigio de la Unión Soviética y su gobierno socialista podían mantenerse mediante las armas. Muchos simpatizantes del comunismo en Europa del Oeste se desalentaron con el comunismo. La URSS debió cambiar.