miércoles, 24 de noviembre de 2021

LA GUERRA FRÍA 1950-55

 Fue una etapa difícil en Europa; salía de la posguerra con las cicatrices de la dos Guerras Mundiales. Edificios derrumbados, campos sin cultivar, fábricas bombardeadas. Era  un continente dividido en dos mitades por el comunismo y  el futuro era   el temor a una lucha nuclear entre dos superpotencias. Los EE.UU y La Unión Soviética tenían un arsenal bélico, que podía destruir el mundo con  armas  masivas. Era un peligro global  entre el enfrentamiento en Corea, la crisis de los misiles en Cuba -en 1962- y el peligro  de otra  potencial Guerra Fría.

Después de la posguerra, hubo cambios políticos, económicos, sociales y culturales, que surgen en un momento de gran austeridad, por causa de la  guerra. EE.UU tiró la primera bomba atómica en Hiroshima y, al no rendirse los nipones, tiraron la segunda en Nagasaki. Años después Rusia la obtuvo, pero ya EE UU tenía  una bomba mucho más potente: la de hidrógeno. Rusia intentó por todos los medios de conseguirla.

 Europa Central  

Las casas  eran imposibles de habitar por el estado que se encontraban; las condiciones sanitarias eran muy precarias, con gran escasez de alimentos y largas e interminables filas para conseguir el pan. Cuarenta años duró esta tensión que tenía dividida Europa en dos mitades: el oeste y el este: el corredor de Estonia, Letonia y Lituania además de Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Rumania, y la ex Yugoslavia formaban parte del bloque soviético. Fue un período  militarizado, decidido a impedir el dominio de Europa Occidental. Hubo momentos críticos, de gran tensión mundial,  superados pacíficamente.

 COREA

 Un conflicto inexplicable: ¿Por qué los Estados Unidos se involucraron en esta nueva confrontación tan lejana y buscada ex profeso?

 Japón anexó Corea en 1910 y la gobernó hasta 1939. La península fue dividida en dos: el norte –comunista, un satélite ruso– y el sur –anticomunista, protegida por Estados Unidos. El norte atacó al sur en  1950; la relación entre las dos  grandes potencias se tensó. Los norteamericanos  temían la expansión comunista en el sureste asiático y también  en Europa. En Estados Unidos se sabía que Corea del norte atacó por orden de Stalin, pese a no enviar soldados. El presidente Truman sostenía que “ si no se detenía a los soviéticos se devoraría una parte de Asia tras otra; luego de vencer esa zona invadirían el Oriente próximo y tal vez más tarde Europa se encontraría en problemas. En 1930 intentaron apaciguar el enfrentamiento, aunque no sirvió para frenar a Hitler en su momento. Si no se detenía, el Comunismo sería la causa de un tercer conflicto bélico. La UN respaldó a América del norte, permitiendo  utilizar su fuerza, militar con el fin de defender  la invasión a Corea del Sur; (Stalin aceptó la decisión de la UN -en 1945- junto con los Catorce  puntos de Wilson en la Conferencia de Yalta). Los americanos expulsaron a los coreanos del norte. Stalin no  intervino.

Mao, en China, no estuvo de acuerdo que US tuviera el control total de Corea y en 1950 envió tropas suficientes  para que el ejército norteamericano se retirara. China se mostró como una potencia militar. En dos meses controlaron el norte comunista y cayó el sur. Washington consideró tirar una bomba atómica. Se supuso que la superioridad de América del Norte en relación a Rusia era de 74 a 1, pero también se corría el peligro que la guerra se explayara con una invasión soviética en Europa occidental e incluso un lanzamiento de bombas que finalizaría en una posible III Guerra Mundial. Los soldados americanos ya tenía una lista de las ciudades rusas y chinas con objetivo de atacarlas. Finalmente la paz se impuso en 1951, sin derramamiento de sangre. La ONU obligó a China a retirarse. Durante dos años siguieron con la guerra de desgaste. Se firmó el armisticio en 1953 ; terminó como empezó, con la línea de baja en el paralelo 38.  Los tres años de guerra dejó tres millones de heridos y muertos, en su mayoría coreanos de ambos lados.  EE.UU perdió 170.000 hombres con 50.000 muertos; 8000 perdió Europa, en especial Gran Bretaña. Fue escasa su participación pero se involucró en  gastos para la defensa.

Antes del conflicto coreano se ensayó en 1949 una bomba, frente a la necesidad de aumentar la tecnología nuclear y estar en superioridad de  condiciones bélicas con la URSS. Truman aceleró la producción de una super bomba; el gasto militar se multiplicó por cuatro, gastando la quinta parte  de su PIB.

En 1953 tenían la bomba de hidrógeno que destruyó una isla del Pacífico; nueve meses más tarde, Rusia la obtuvo y la probó en un desierto, en Asia Central. Churchill habló sobre “el nuevo terror que implicaba la igualdad de la aniquilación”. Norteamérica debía revisar sus gastos y compromisos en el exterior; el peligro soviético era cada vez mayor: afectó a Europa, a la cual los EE.UU ayudaba militarmente. El Plan Marshall de 1947 otorgó trece millones de dólares durante cuatro años, finalizando en 1951: la ayuda ascendía a 5.000 millones, pero aumentó por culpa del enfrentamiento con Corea. El 80% se destinaba a fines bélicos, no a la construcción civil. En 1949 se fundó la OTAN (Tratado del Atlántico Norte) que obligaba a doce países (EE.UU, Canadá. Gran Bretaña, Francia, Italia Dinamarca, Noruega, Los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Portugal  e Islandia) a defenderse entre sí, si eran atacados. En  1952 se incorporó Grecia y Turquía; se defendían entre ellos y aportaban para su gasto de defensa. Estados Unidos no podía soportar la carga de la defensa europea y el continente debió aumentar su gasto, mientras Alemania occidental aportaba maquinarias, herramientas y autos militares de acero (tenía prohibido producir armas). La producción aumentó un 60% entre 1949 y 1953.

En la cumbre de la OTAN en Lisboa, en 1952, decidieron dotarse en dos años  de noventa y seis divisiones. Pero necesitaban el rearme de Alemania occidental, poco deseable para Europa.

EE. UU  habló del punto, después de estallar la guerra de Corea, pues debía seguir pagando para defender el continente europeo y estos aportaban escaso dinero, teniendo siempre el temor de que América del Norte se retirara, como hizo al final de la I Guerra. Hablaban de  una Alemania unida y neutral con fuerzas armadas. Francia estaba de acuerdo, pero no quería que se convirtiera  en una potencia militar y que formara parte de la OTAN.

La base de la Comunidad Europea de Defensa (CED),  no incluía a todos los países europeos. Se  creó un comercio económico en el continente, llamado Mercado Común (MCE)  entre Francia, Alemania occidental, Italia, Los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. Gran Bretaña fue la excepción. La CED se basó en un modelo similar; Gran Bretaña y Francia tenían la mayor parte de las fuerzas europeas y los ingleses estuvieron de acuerdo en cooperar con la OTAN, sin formar parte de ella. En 1954 Stalin murió un año antes y la guerra de Corea terminó.

Ese mismo año, los miembros de la OTAN estuvieron de acuerdo en finalizar la ocupación  alemana;  aceptaron que formara parte de un estado e incorporara la parte occidental a la OTAN. Un año después,  logró tener  un ejército con no más de medio millar de hombres, una fuerza aérea y una armada, pero se le prohibió tener armas nucleares. La URSS estaba preocupada por estos nuevos acontecimientos en Occidente.

EE.UU era el único país capaz de usar bombas atómicas en una guerra y el primero en poseer la bomba de hidrógeno; cuando intervino en Corea, contaba con el apoyo europeo del oeste; Alemania occidental  llegó a un acuerdo. Stalin hizo lo imposible para impedirlo. 

En diez días se formó el Pacto de Varsovia. La URSS se acercó a Yugoslavia y a Austria, con el fin de intentar que no fueran parte de la alianza occidental. Tito, en Yugoslavia, rompió con Stalin en 1949: proponía tenerse un respeto mutuo y no meterse en los asuntos privados de sus países.

En mayo se puso fin a la ocupación de Austria, que pasó a ser un estado independiente. Austria prometió prohibir bases militares en su país, no ingresar en ninguna alianza y mantenerse neutral con la URSS; cerró una base naval en Finlandia, para que fuera independiente de los soviéticos, sin alinearse a la OTAN.

La guerra Fría no se detuvo pero bajó la tensión entre las dos potencias. Los cuatro países que se encontraron en Ginebra, después de diez años del pacto de Potsdam, al final de la II G.M, tocaron diversos temas respecto a la seguridad. La propuesta de Eisenhower de cielos abiertos no fue aceptada por Rusia, pues se encontraba en inferioridad de condiciones.

Aviones espías U-2 sobrevolaron la Unión Soviética hasta que -en 1960- fue derribado un avión y su piloto capturado, siendo un tema internacional que reafirmó la Guerra Fría.

En noviembre, la represión del levantamiento de Hungría contra los rusos fue brutal y coincidió con la crisis en el canal de Suez, donde Nikita Kruschev amenazó con utilizar misiles contra Gran Bretaña y Francia, lo cual terminó aumentando la tensión -entre las relaciones internacionales- y creciendo en magnitud  las armas nucleares de ambos lados.xxx

Gran Bretaña deseaba tener la bomba atómica desde 1945, luego de la explosión en Hiroshima y Nagasaki. Fue la tercera potencia en poseerla en 1952;  hizo su ensayo en unas islas cercanas  a Australia; dos años más tarde consiguió la de hidrógeno. Churchill aseguró “que era el premio por sentarse en la mesa principal de los líderes del mundo”; ambas bombas eran indispensables para la seguridad; Francia la obtuvo en 1960, haciendo una prueba en el desierto de Sahara de Argelia y logrando la termonuclear en 1969: la carrera de los vencedores continuaba. En 1954, Norteamérica fabricó una, setecientos cincuenta veces más potente que la primera bomba atómica. La radioactividad y la explosión dejó varios muertos y alcanzó hasta 120 Km de distancia. En septiembre, los soviéticos detonaron una más potente en el sur de los Urales y un año más tarde una de hidrógeno, cien veces más  poderosa. Mientras tanto América del Norte fabricaba armas más pequeñas para instalar en las ojivas de un misil, siendo esta  su mayor preocupación.

En 1950,  Estados Unidos tenía 298 bombas atómicas; en 1962 poseía 27.000 armas nucleares y 2500 bombarderos de largo alcance.

Rusia no tenía esa cantidad, pero sí algunos de largo alcance que podían llegar hasta América del Norte; en agosto lanzó un misil balístico intercontinental. En octubre lanzó el primer satélite espacial que llamaron Sputnik,  “compañero de viaje”.

La cantidad de armas de América del Norte era diez y siete veces superior a la de los rusos. Los misiles podían descargarse en contados minutos. Existían flotas de bombarderos y submarinos, listos a la primera orden solo con apretar un botón.

En 1961 los soviéticos detonaron una bomba super potente en el Océano Polar Ártico. El hongo atómico alcanzó un altura de sesenta y cinco Km y el destello se vio a mil Km. Eran mil cuatrocientos veces más potente que las dos bombas juntas de Hiroshima y Nagasaki y mayor que todos los explosivos utilizados en la II Guerra.

 Crece la  tensión de los aliados occidentales cuando Stalin  pretendió obligar a los aliados  a dejar Berlín  ocupada.

Alemania Oriental 

Fue considerada el aliado más importante de Moscú;  en 1953 fue el primer país al Este del Telón de Acero, en donde las fuerzas armadas soviéticas debieron sofocar una rebelión. Estallaron  los disturbios de modo  impresionante; la República Demócrata Alemana permaneció paralizada tres años, cuando  Polonia y  Hungría se levantaron contra el comunismo. En la década del ‘50  Alemania Oriental era el único satélite nuevo, nacido debido a la  ocupación militar y la fragmentación de un antiguo estado nación. Solo una angosta frontera la dividía  de la poderosa economía de Alemania Occidental. Incluso, en 1952,  fue cerrada  completamente,  bajo control de las cuatro grandes potencias. 

Alemania Oriental estuvo presionada, pues no se lograba detener el  éxodo: 360.000 personas entre 1952-1953 pasaron al oeste; la fuga  procedía por las malas condiciones de vida, con una economía estalinista y una industria pesada a expensas de  las necesidades de los consumidores.

El régimen  tuvo  otros inconvenientes. Moscú deseaba una Alemania reunificada neutral y desmilitarizada. Stalin  procuró convencer  a occidente, pero lo rechazaron; muerto Stalin, el gobierno soviético  convocó a un encuentro con las cuatro potencias para discutir un tratado de paz en Alemania, con elecciones libres y  un país  no unificado, lo cual llevó a una fractura con la cúpula de Alemania Oriental. La fracción principal  se oponía; otra fracción planteaba emprender reformas económicas para mejorar la vida del  pueblo,  reduciendo  la dependencia  comunista. Las disputas entre las divisiones en la cúpula, reflejaban la debilidad de Moscú, posterior a la muerte de Stalin,  que finalizó en el motín de 1953. En junio, el Politburó, aplico  reformas económicas para mejorar los niveles de vida. Mientras los campesinos, los obreros no manuales y los trabajadores autónomos  se beneficiaron, los obreros industriales empeoraron sus condiciones de vida. Los obreros debían trabajar más por el mismo sueldo. Hubo una protesta de los obreros de la construcción en Berlín Este donde exigieron  cancelar  el aumento de la producción; el pueblo  exigió la renuncia del gobierno. Estallaron protestas no  generalizadas, que no se limitaron  sólo  a huelgas; se sumaron otros nuevos  sectores: un millón de personas en setecientos lugares se amotinaron durante  cinco días; doscientas cincuenta sedes del partido y otros edificios públicos sufrieron ataques; la  protesta para modificar  normas laborales se sublevó masivamente y  creció. El gobierno  temía que la policía  tomara partido a favor de los huelguistas. Al ver el  potencial descontrol, los tanques soviéticos retumbaron en las calles del Berlín Oriental. Se impuso el toque de queda hasta  julio. Al principio, los tanques soviéticos avanzaron lentamente  intentando callar a los manifestantes. Los conductores de los tanques  saludaban para evitar provocarlos. Hubo disparos: algunos manifestantes se dispersaron para salvar sus vidas. Otros lanzaron piedras contra los tanques mientras los insultaban; los tanques  lograron su meta.  Hubo  violentos atentados entre los manifestantes; la policía y las fuerzas soviéticas que luchaban entre  pueblos  y ciudades. Los manifestantes se dieron cuenta de que era inútil combatir contra los militares soviéticos.  Hubo  señales de agitación durante semanas. Muchos esperaban lograr una  sociedad socialista, aunque  la protesta estaba condenada; fue una explosión de ira y descontento,  un deseo de cambio de sistema.

La  rebelión estalló: hubo muertos y  cayeron funcionarios del partido; detuvieron  más de seis mil personas  y  siete mil  fueron condenadas a  prisión: los jefes  fueron ejecutados sin  proceso judicial; quienes causaron  problemas fueron pasados a retiro, mientras  decenas de miles de funcionarios y militares del partido,  denunciados por provocar  la  revuelta, fueron destituidos y, para que el régimen nunca  más  perdiera el control, se reforzó  la policía y la seguridad del  Estado con espías que observaban al ciudadano común.

La  euforia de haber  desafiado  al régimen  mermó en unas horas: el recuerdo de los tanques soviéticos en Alemania Oriental disparando contra los manifestantes y la brutalidad  con que fueron tratados terminó con  sangre y represión. Las esperanzas  de una ayuda occidental acabaron en una desilusión.  El riesgo de un nuevo conflicto  internacional  contempló  una posible  intervención. No era posible derribar al régimen comunista mientras tuviera el respaldo de la Unión Soviética. No se podía repetir el fallido experimento del año 53.

En 1956  estalló en Polonia y Hungría. La represión fue acompañada de concesiones, pues las normas salariales eran la causa del problema. Siguieron otras mejoras en las condiciones de vida. La producción industrial se  redujo a la industria pesada, a favor de un gasto superior en bienes del consumo; las reformas educativas,  desde la primaria hasta la universidad, ampliaron la promoción social  para los niños de la clase obrera. Una nueva generación socializada por la propaganda antioccidental se formó  gradualmente. La mayoría  aceptaba las exigencias del régimen, pero sentían un gran resentimiento contra los limites del sistema, logrando un nivel de vida muy inferior a los alemanes occidentales; el espionaje y la denuncia estaban siempre presentes. Quienes no acataban las reglas, se encontraban en  desventaja pues la mano dura caía sobre ellos. La falta  de libertad,  el control y  la represión terminaban por subordinarlos.  La rebelión  favoreció a Alemania Occidental para que se remilitarizara y obtuviera la soberanía nacional. La renuncia de los soviéticos más las reparaciones a la RDA  causaron gran  daño  a su economía; internacionalmente  se encontraba  más ligada a la Unión Soviética, porque  dependía de su respaldo. En  1955 se convirtió en miembro del pacto de Varsovia y las décadas siguientes  fue el defensor incondicional y leal de la URSS en los asuntos internacionales.

La construcción del Muro de Berlín en 1961 siguió a la conmoción causada por la sublevación de 1953; tanto los soviéticos como   los alemanes del régimen de Oriental lograron  una estabilidad permanente:  Alemania del Este  aceptó lo que no podían cambiar.   Tras los dramáticos acontecimientos, la Unión Soviética no volvió a enfrentarse a otras turbulencias con sus países satélites; el gobierno ruso  intentó unir  a los países del bloque oriental. La creación del pacto de Varsovia fue la respuesta inmediata a la remilitarización de Alemania Occidental. También lo fue la reconciliación con Tito, que restablecieron relaciones entre ambos partidos comunistas, el soviético y el yugoslavo. La URSS  mermó su autoridad  en Europa del Este.  Los problemas surgidos en Polonia y Hungría eran distintos, pero estaban interrelacionados. En  1956, la agitación de Polonia pasó a Hungría, donde representaba una amenaza mucho más grave. Había diferencias significativas entre los dos países, pero también algunos rasgos comunes en la agitación.  Los intelectuales y los  estudiantes,  polacos como húngaros, se sentían asfixiados por las restricciones impuestas a su libertad de expresión.  En Polonia y  en Hungría, la prioridad  era el gasto de la industria pesada y los productos del capital -a costa de los bienes de consumo-   provocó un descontento enorme en la clase obrera.  Las presiones en pro de la reforma se  intensificaron,  después del discurso  de Kruschev. Con el triunfo del ejército ruso sobre  Hitler, Polonia  pasó a estar bajo el comunismo, creando un control y un sistema de seguridad estatal. En 1954, el Ministerio de Seguridad Pública tenía un fichero de los  sospechosos,  donde estaban incluidos  una tercera parte de los adultos. La información provenía de las denuncias de ochenta y cinco mil informantes.  El vice primer ministro de Defensa  tenía como función garantizar el control soviético, mientras los polacos rechazaban someterse al control de Moscú: a la muerte de Stalin se acentuó esa sensación. Los soviéticos relajaron la censura. En el ‘55, al Festival de la Juventud de Varsovia asistieron treinta mil jóvenes  de 114 países,  lo cual permitió  descubrir  un mundo occidental más abierto y con  menos reglas. En junio,  los trabajadores de las fábricas  se quejaron  indignados por la exigencia de aumentar un 25% la productividad sin una subida de los salarios, (como en Alemania Oriental, tres años antes); desencadenaron una huelga de decenas de miles de trabajadores y  sus alrededores y, como  sucedió en Alemania Oriental,  las demandas económicas iniciales no tardaron en transformarse en políticas.  De los gritos de «Paz y libertad» se pasó a  «Rusos marchaos a casa». Los guardias de la cárcel liberaron a los presos, requisaron las armas a los guardias y la sede del partido y la mando de la policía fue atacada. El régimen envió diez mil soldados y cuatrocientos tanques  para sofocar los disturbios, mientras la revuelta amenazaba con extenderse a otras ciudades. Los soldados abrieron fuego contra los huelguistas, dejando setenta y tres muertos y centenares de heridos; sofocaron el levantamiento en  dos días, pero no pudieron erradicar la animosidad subyacente. Los servicios de seguridad polaca  estaban ansioso por impedir cualquier debilitamiento de los vínculos con la Unión Soviética abogaba para que Moscú emplease la mano dura. Los dirigentes soviéticos creían que Polonia opondría una fuerte resistencia armada a semejante intervención y movilizarían a las milicias obreras para la causa. Hubo acuerdo: la URSS debía abstenerse de  intervenir militarmente. Kruschev buscó una solución política, accediendo sin ganas al reemplazo del ministro de Defensa. intentó también calmar la situación en Polonia;  liberaron   al cardenal de la Iglesia Católica polaca. Las muestras de apoyo popular que recibió con enormes concentraciones (más de cien mil personas en varias ciudades  y medio millón en Varsovia) llevaron  a Kruschev a poner fin  a la confrontación. aseguró que Polonia seguiría siendo un miembro leal del pacto de Varsovia, pero condenó públicamente a quienes se habían manifestado en contra  y exhortó a los ciudadanos a volver al trabajo y terminar con las protestas. Kruschev  buscó un acercamiento, en lugar de ordenar una intervención militar.

 Hungría

 En 1956   estalló una crisis mucho más peligrosa;  para afrontarla, los soviéticos querían  contar con el apoyo de los dirigentes polacos. El tenso conflicto en Polonia desempeñó un papel  tan significativo  que desencadenó  la futura  revolución a gran escala.

Mitad del S XIX. La burguesía cumplió su obligación de mantener la literatura húngara en su lengua oriental (seguía siendo el privilegio de una clase social). La masa popular leía y escribía; no tenía otro conocimiento.

“Fuimos asfixiados por los turcos durante 150 años, 500 años por los Habsburgo y 25 años por los bolcheviques; cuando se retiraron, Hungría dejó de ser un motor central de Europa. Fue una fuerza salvaje, despiadada, invasora; varias generaciones vieron como saqueaban al país. Hungría quedó rezagada respecto a Occidente. Faltaba la argamasa nacional que nutría la sociedad burguesa de la Alta Hungría y de Transilvania, que en gran parte se libraron de la ocupación”. Quedaron en la Baja Hungría descendientes  zuavos, eslavos, serbios; el único refugio que  quedaba era la  lengua húngara, como último bastión, pues comenzó la exterminación de la burguesía húngara. 

El pueblo alemán avanzó; fue un  espacio mínimo pero  modificó la faz de la tierra con consecuencias catastróficas en el   planeta: muchos estaban nerviosos; comerciantes y judíos detectaron el peligro sutilmente. Alemania se apoderó de Austria sin detener su marcha hacia el Este, hacia los trigos y el petróleo de Ucrania.  La excusa era el nacionalismo contra el bolchevismo en alguna frontera de Europa, que no se detendría junto al Rin.  Algunos condenaban la invasión de Hitler; Mussolini estaba a la espera, con las armas listas. Chamberlain y Blume callaban: necesitaban ganar tiempo: no estaban preparados; querían evitar la II Guerra Mundial. Austria y el continente esperaban la declaración de la guerra. Los checos no  estaban listos.  Churchill sostenía que la decisión era inevitable, pero no estaba en el poder.  Roosevelt se quedó en silencio. Stalin calló y esperó que Hitler marchara  hacia Praga y  firmara un pacto sobre el futuro de Polonia. Los eslovenos tenía cierta esperanza de que Hitler terminara con los soviéticos. Hitler no tuvo problemas de invadir Praga  y dejar crecer a Mussolini. Los cuatro siglos de dominio de los  Habsburgo dejaron sus huellas. En 1848,  Hungría intentó liberarse    pero fracasó: el emperador Francisco José de Austria tenía 36 años.

Austria junta a Rusia dominaron Hungría: hubo  muchos muertos, prisioneros y exiliados. Se firmó un tratado que se llamó el imperio Austro-húngaro con algunas libertades concedidas: una cierta seguridad jurídica para poder mantener su autonomía nacional, mejorar su nivel de vida,  cierto equilibrio social y económico, conservar la lengua y construir  escuelas. Hungría anhelaba la paz, luego de siglos de dominio otomano y Habsburgo. Hubo medio siglo pacífico entre ambas dominios. (recordar el Tratado de Versalles). La Paz del Trianon  arrancó dos terceras partes de su tierra, arrasó contra la burguesía y la cultura de la Alta Hungría y Transilvania, donde regía  un Gran Señor a los cuales los campesino se sometían.

El día que Hitler entró en Viena, el peligro amenazó a Hungría: fue una amenaza moral. Se debía tomar una decisión: integrarse o no a los pueblos soviéticos, donde sólo se podría conservar la lengua materna durante un tiempo. La forma de vida se fundió en el crisol del bolchevismo eslavo. La burguesía húngara simpatizaba con los ideales del nacionalismo. Los aristócratas latifundistas, dueños de inmensos campos y gran apellido de alcurnia eran contrarios al nazismo. Muchos murieron en los campos de concentración. Los nazis firmaron acuerdos con los judíos terratenientes, a beneficio del partido; la clase media simpatizaba por temor. Había racistas de extrema derecha con el mismo objetivo en común. La mayor parte de los intelectuales aceptaban ser de derecha. Después de la I Guerra impusieron a Hungría el ideal  del comunismo.

 EL  COMUNISMO

En 1919, Rusia  se hizo  comunista, luego de destronar  y asesinar al zar y a su  familia, tomando el poder y pasando a la acción; saqueo de judíos, exilio,  aniquilando los principios morales de la cultura húngara. Se vio al judío similar al bolchevique: era falso e injusto. Fueron ciudadanos fieles a Hungría y al estado contra los descendientes alemanes, eslovacos y serbios. Eran opuestos al bolchevismo. Las

leyes antijudías humillaban su dignidad, sus derechos y mermaban sus ingresos. Durante seis años, los judíos húngaros siguieron en sus  hogares   con su actividad . Parte de los 800. 000 judíos húngaros  pudieron vivir de sus comercios, profesiones  y sus hijas iban a las escuelas públicas hasta que la invasión alemana  invadió los sudetes; mandó las tropas a Praga. Los húngaros recuperaron las zonas del sur de Yugoslavia, cuando el führer la  derrotó;  combatieron con  sus propias  fuerzas y hubo derramamiento de sangre. Subió la autoestima nacional; quedaban meses para vivir, como si todo estuviera en orden: balnearios, centros termales repletos de gente, que se disponía a viajar, divertirse, relajarse. Había vida social, bailes,  tiendas, restaurants y abundancia de alimentos. Fue el  último verano de paz, antes de la II G Mundial, un mundo que se disponía a desaparecer. Frente al trágico presentimiento se actuaba con los nervios, no con la razón. Unos elegían la actividad frenética, otros la resignación estoica  y algunos, la  impotencia ciega. De la guerra se percibía   el   olor a humo, pero aún no había guerra, aunque tampoco paz.

Alemania pisoteó treinta millones de polacos, luego Noruega, Bélgica, Holanda y Francia; semanas después  entró en Rusia. Durante cuatro años, mientras la guerra  devastaba a Europa y Oriente  Próximo ni una bomba inglesa  cayó sobre el país. Los aviones bombardearon Budapest dos veces,  sin causar daño.   En Julio de 1941, Hungría le declaró la guerra a la URSS,  a  los EE.UU y  a Gran Bretaña, incitado por Hitler. El hecho consumado por el primer ministro selló el Sino húngaro. La gente estaba nerviosa. Decenas de miles de judíos fueron llevados a los campos de concentración; cayeron 200.000 soldados prisioneros y oficiales del ejército húngaro; no eran ignorantes de la tragedia: primero fue el trigo, luego la manteca, luego el hierro; más tarde entregaron a los judíos para pelear en el frente; más tarde los soldados y finalmente se abalanzaron sobre el país. La propaganda afirmaba que el éxito   era de Alemania, creando confusión con noticias falsas  .En el 42, los soldados alemanes cruzaron la frontera húngara, sin comunicar sus  intenciones al gobierno, violando la soberanía; los tanques marchaban cerca del Danubio con el fin de invadir Yugoslavia.

Hungría estaba a favor de los alemanes, de los nacionalistas,  porque de lo contrario estaría sola en Europa.  Rodeado de Alemania engrandecida sin respetar fronteras, Hungría era un diminuto país asiático que debía forzosamente obedecer sin condiciones: no tenía otra alternativa. Si ganaba Alemania seríamos un pueblo sumiso; si perdiera, los bolcheviques nos aplastarían, lo que sucedió finalmente; los húngaros estaban con Alemania por el terror que les inspiraba Stalin. Los zuavos se sentían separados de los húngaros y deseaban recuperar sus apellidos alemanes: se volvieron germanos. La guerra estalló   en contra de la burguesía; atacaron a todos los burgueses que vivían de rentas. Hubo alegatos contra su cultura. Los nazis afirmaban que ningún judío extranjero   tenía derecho a vivir, trabajar u ocupar cargo público, si no descendían de obreros o agrarios o industriales. Las revistas nazis húngaras atacaban la burguesía judía y a  los burgueses, culpables por tener posesiones, quitándoles sus bienes.

La burguesía fue perseguida por la ultra derecha y el comunismo; todo  aconteció en una década. Odiaban  la mentalidad burguesa más que al capitalismo explotador, más que a la aristocracia  latifundista. Los nazis y los bolcheviques negaban la legitimidad de la burguesía. Los comunistas los castigaron por sus males reales e imaginarios. Era legítima la condena de toda Europa del Este.  Muchos  partieron para América en  barco  o hacia Wall Street. 

Cuando Hitler invadió a Viena, terminó con el poder estatal.

Los soviéticos arrasaron con todo para crear el hombre nuevo, colectivo, subyugado por el estado y advirtieron al  embajador húngaro en la URSS de permanecer neutral, porque los soviéticos no tenían nada en contra de HUNGRÍA.  El embajador regresó a Hungría: dos días después le declaró la guerra a la URSS. Alemania envió  200.000 soldados sin armas,  aunque la ayuda no fue suficiente. En un clima dantesco abandonó a su suerte al ejército húngaro. El primer ministro huyó a suiza; lo encontraron lo enjuiciaron, lo condenaron y lo ejecutaron.

(Sandro Maraï, escritor,  nació en Hungría de una familia burguesa,  una ciudad que hoy forma parte de Eslovaquia). Nunca más volvería a su país mientras estuviera sometida al régimen soviético. Murió antes de verla libre).

 El país,  mantenido bajo control mediante una fuerte represión,  mostraba el descontento general. Con este nuevo rumbo soviético, que siguió a la muerte de Stalin, el líder húngaro tenía los días contados. En  1953 la economía  en crisis, los campesinos se resistieron a la colectivización y los trabajadores se declararon en huelga por  la baja de los salarios:  las cárceles estaban repletas.

 El líder, junto a  otros dirigentes del partido, fueron llamados a Moscú y se les pidió que actuaran con orden. En la URSS les dijeron que el estilo despótico y dominante condujo a graves equivocaciones, colocando a Hungría al borde de una catástrofe.  Hubo una división crucial en el liderazgo comunista,  que quería un liderazgo más atractivo.

El líder del Partido Comunista desempeñaría un papel destacado en el plan, aunque no se limitaría a gobernar. Fue condenado por desviación ideológica y lo expulsaron del  partido.

La situación en Hungría ya era frágil: en 1956, el discurso de Kruschev agitó más el clima; intelectuales y estudiantes, animados por la perspectiva de una vía más democrática en el comunismo, furiosos por la represión y la censura, iniciaron un debate político sobre el futuro de su país. Los trabajadores, indignados por el trato, se sentían explotados;  los obreros  se reunían con intelectuales  e iban a los debates revolucionarios,  luchando por la independencia. Seis mil personas en una reunión en Budapest, exigieron que el gobierno renunciara. Por orden de Moscú,  dimitió; los problemas continuaron.  En octubre del mismo año,  decenas de miles de manifestantes gritaban que querían a Nagy como primer ministro, el retiro de las tropas soviéticas, un castigo para los responsables de la represión y elecciones libres con el fin  del régimen comunista.

Un camión arrastró por las calles una enorme estatua de Stalin, derribada de un parque de Budapest, con  un cartel que pedía a los soviéticos marcharse. Esa tarde las fuerzas de seguridad  dispararon contra los manifestantes desarmados: el gobierno estaba al borde del pánico; los funcionarios soviéticos  querían la autorización de Moscú; llegó el permiso y al día siguiente  había  miles de soldados soviéticos muertos en Budapest, junto a veinticinco manifestantes y más de doscientos heridos. Sin embargo, la fuerza militar  no pudo sofocar los disturbios; se tiraron los símbolos soviéticos y una huelga total paralizó a Budapest. Los tanques  eran blancos fáciles para las granadas y los dos cañones antitanque  del ejército. Nagy fue restituido como primer ministro; ofreció a los rebeldes una amnistía, si deponían las armas, pero no aceptaron y tampoco se  calmó la situación; el 25 de octubre,  la policía disparó y los húngaros mataron a un policía. La fuerza del partido se debilitó. La calma no regresó hasta el 28 de ese mes nefasto, cuando Nagy aceptó las  exigencias del movimiento nacional democrático. Habló de  retirar  las tropas soviéticas, disolver  la policía política,  una amnistía general y  la reforma de la agricultura. El 29, las tropas soviéticas se  retiraron de Budapest. La revolución parecía haber  triunfado;  los dirigentes soviéticos  retiraron las tropas de Budapest  a fin de evitar una intervención militar a gran escala. Los informes en Budapest eran pesimistas:  hablaban de  ataques violentos contra funcionarios del partido  y temían  que el ejército húngaro tomara partido. Las peticiones de las autoridades eran: una Hungría neutral, Nagy en el poder, el  retiro de todas las tropas soviéticas y la salida del país del pacto de Varsovia, lo cual confirmó la gravedad de los hechos. Kruschev sopesó  si era mejor evitar una intervención militar. Cualquier signo de debilidad de la URSS sería visto  por las potencias imperialistas de Occidente (que se encontraban inmersas en la crisis de Suez),  como una debilidad soviética y además alentaría los disturbios en Rumania, Checoslovaquia, y otros países satélites. El peligro de contagio era grave y el  gobierno era  consciente: Kruschev se decidió; el 31   atacaría la contrarrevolución. Entraron en Hungría nuevas unidades militares. El 1º de noviembre  Hungría abandonó el pacto de Varsovia y proclamó la neutralidad del país.

Las potencias occidentales -pese a las simpatías que les inspiraban  los  húngaros- no  deseaban intervenir en otra  guerra mundial:  la crisis en  Suez fue su mejor excusa. 

Las tropas soviéticas asaltaron  Budapest  en noviembre. Los combates en Budapest y en otras ciudades  duraron pocos días; los muertos. y heridos llegaron a  veintidós mil húngaros y  dos mil trescientos soldados soviéticos. Las represalias llegaron luego: se detuvieron a más de cien mil personas; treinta y cinco mil fueron juzgados,   veintiséis mil encarcelados y seiscientos ejecutados: doscientos mil húngaros huyeron  al extranjero. 

El prestigio de la URSS  se resintió;  muchísimos comunistas europeos de Occidente  -escandalizados-    se retiraron del partido. Los soviéticos  evitaron  la desintegración del bloque  oriental mediante la fuerza.  Sofocar  la revolución húngara era  vital: mostró que cualquier intento de derribar el poder soviético era catastrófico, pues los húngaros serían aplastados sin piedad.

Moscú  cambió su política, luego de la masacre:  frenó los niveles de vida en el Este europeo para impedir  otras revueltas; modificó  el desequilibrio entre  gastos de capital y el consumo y  el  nivel de vida aumentó  en los países  satélites. Polonia y Hungría  se convirtieron en una decepción para quienes se ilusionaron   con el inicio de un socialismo más liberal. Kruschev   permitió  cierto alivio  para no complicar la situación. Su gobierno se mostró  menos rígido y  represivo y fue más popular. Se redujo el poder  policial  de seguridad,  Los intelectuales y los estudiantes  vivían con más libertad. Se  frenó  la colectivización de agricultura  y se dio  libertad a los campesinos para  cultivar productos en sus parcelas; hubo una limitada iniciativa privada. Los salarios aumentaron y  el nivel de vida también. El régimen polaco se suavizó con ayuda de la Iglesia Católica.

A principio de la década del ‘60 fracasó la campaña a favor de la autosuficiencia agrícola;  los sueldos   bajaron  y generó una gran  desilusión observar a  los jefes del partido disfrutar de lujos exorbitantes; la policía, la seguridad y el ejército recibían suculentos  sobornos.

Se  introdujeron mejoras sólidas; la violencia era parte del sistema  y la crítica era imperdonable.  Treinta y cuatro escritores  en 1964 firmaron una carta, pidiendo una política cultural más  relajada. Se trataba de tolerar  lo que no se podía alterar.

En Hungría, la brutal represión continuó;  Moscú  mantuvo un estricto control.  Sin embargo,  mejoró  el nivel de vida.  Se descentralizaron   los controles administrativos en la industria y  agricultura y se  aumentó  la producción. Creció la economía con la exportación de bauxita y uranio y se estabilizó el sistema.  Se excarceló a los presos políticos  con una amnistía general. Se ablandaron las  restricciones impuestas,  permitiendo  las actividades culturales y  la libertad de expresión;  se podía oír la radio occidental. Los intelectuales   se relacionaron   con Occidente, mermó el castigo policial, permitiendo una escasa economía de mercado.
Polonia y Hungría siguieron caminos disímiles: en Polonia se aflojaron las restricciones  para luego  oprimirlas; en Hungría fue lo opuesto.  Ambos países se mantuvieron unidos  al resto del bloque del Este.   El comunismo en  Europa oriental perdió su sentido como revolución; estaban convencidos  de que eran mejores que el capitalismo imperialista occidental. 
La URSS y sus satélites  pasaron a ser  simples estados autoritarios, que carecían de la energía revolucionaria y sin ambiciones idealistas.   El régimen  cambió su autoridad  en relación con las exigencias  de cada país satelital, - no en el país checo-. Después del  56, la URSS  en Europa oriental  fue escasamente discutida durante más de treinta años. 

Rumania

Cuando en  1956 los estudiantes universitarios protestaron, animados por los acontecimientos, fueron masacrados por la policía secreta: fue una de las más brutales  represiones en Europa oriental. El castigo de la revolución húngara de octubre les proporcionó una oportunidad para negociar con Kruschev; las cargas económicas de la Unión Soviética  disminuyeron y  el gobernante se mantuvo en el poder.  A fines de los 50  Rumania no solo tenía un régimen comunista sino que estaba desarrollando un partido nacional-soviético, incompatible con los imperativos económicos soviéticos.  La prioridad económica de las autoridades rumanas (forzar la industrialización del país) no se correspondía con las expectativas soviéticas, que consistían en mantener a Rumania como a un país agrícola, como  mero proveedor de materias primas.  
El gobierno rumano  era cauteloso y  los soviéticos  evitaban todo enfrentamiento, luego  de la brutal represión. Mantuvieron  una relación más distante, pues  la independencia, dentro del bloque comunista no se permitía: el líder murió en  el ‘65; nada cambió, porque lo  reemplazó alguien igual de violento. 
En Bulgaria se aplicó con energía el régimen de Stalin, diferente al de Rumania, donde los sentimientos  contra los rusos  quedaron ocultos  bajo el yugo  comunista, quedando aún  cicatrices de las pasadas  anexiones  en 1940.

Bulgaria

Era  pro-rusa y paneslava y  -desde la guerra-   fue el más leal satélite  doblegada. El gobernante  búlgaro  era  comunista acérrimo; en 1950 era primer ministro y secretario general del partido pero, a diferencia del anterior, -que conservó el mismo poder, tras la muerte de Stalin- Bulgaria lo perdió, arruinando  a los campesinos e imponiendo  las granjas colectivas, que no dieron resultado. Después de Stalin, se aflojaron algunos  controles, mejorando la vivienda y el consumo,  pese a seguir siendo un país  pobre y muy atrasado, que llevaban una vida miserable, con gran subordinación económica a la Unión Soviética.  La  temible represión soviética de la revolución húngara fue una oportunidad para imponer  de nuevo controles estrictos en el Estado. Con Stalin se reforzó; las luchas internas en el partido siguieron  hasta que en 1961. El líder  de Bulgaria pasó a ser el primer ministro y secretario del partido y sus afiliados fueron colocados en todos los puestos clave. Bulgaria, que económicamente dependía de la Unión Soviética, siguió siendo un satélite servil. Kruschev visitó  el país en 1962.  
Bulgaria fue el país más pobre y más pequeño del bloque soviético.
 
Albania 

 Fue sometida entre las dos guerras a una dictadura monárquica, para  finalizar ocupado primero por Italia y luego por Alemania. A diferencia de lo  sucedido en Rumania y Bulgaria, los responsables de establecer un régimen comunista en el país fueron  los guerrilleros yugoslavos, no del Ejército Rojo.  Cuando  Tito rompió con Stalin, en 1948, los líderes comunistas, opuestos a la explotación económica yugoslava, se aproximaron a la Unión Soviética y obtuvieron ayuda económica; desde 1946, el secretario del partido y del Estado,  admirador de Stalin, doblegó   la oposición  con purgas despiadadas y, sostenido por un gobierno reducido y nepotista, obtuvo el control absoluto de Albania, que mantuvo hasta su muerte, en  el ‘85.  Se hizo pasar por un líder nacional que defendía a su país, el cual sometía con mano férrea. La represión,  más  la  muerte de miles de enemigos,  dominó durante  su régimen. Una cuarta parte de los miembros del partido fueron expulsados o detenidos en la purga,  luego de  la ruptura con Yugoslavia y la colectivización de la agricultura -desde mitad de la década del ’50- que fue muy impopular entre el campesinado, seguida de un aumento de  represión:  Stalin seguía en pie.
Tras su muerte,  los problemas con la Unión Soviética  se acumularon. El gobierno no  admitió las reformas post-Stalin y se asombraron de la crítica que hizo Kruschev en su discurso sobre Stalin. Aceptó plenamente la represión  húngara pero se distanció, debido al acercamiento de Kruschev a su  antiguo enemigo Tito. Los soviéticos  intuyeron el futuro de Albania como el proveedor de productos agrícolas, ignorando su deseo de aumentar la industria.
Cuando China rompió con la Unión Soviética, Albania trasladó su apoyo a  Mao, que le ofrecía  ayuda económica y un modelo de liderazgo que se adecuaba más a su culto que a su personalidad.
Albania siguió  su propio camino, muy aislada del resto de Europa, tanto oriental como occidental,  degenerando en una situación económica  muy atrasada, que solo  ofrecía a su pueblo unas condiciones de vida miserable. No obstante, no socavó la afianzada posición del líder, respaldada por un aumento de la represión y el control del poder.
A diferencia de otros países comunistas de Europa oriental, Albania siguió siendo firmemente estalinista. Cuando en   el 56 protestaron los estudiantes universitarios, animados por los acontecimientos de Polonia y Hungría,  fueron reciamente reprimidos por la URSS. El firme respaldo  al castigo de la revolución húngara de octubre le proporcionó una oportunidad para negociar con Kruschev, pues las cargas económicas de la Unión Soviética en Rumania disminuyeron.  El gobierno mantuvo intacto el poder.  A fines de los ‘50, Rumania no solo tenía un régimen estalinista, sino que estaba desarrollando un nacional-comunismo incompatible con los imperativos económicos soviéticos, sobre la división socialista laboral en los estados satélites. 

Albania siguió  su propio camino aislada del resto de Europa, fue  degenerando en una situación económica todavía más atrasada, que sólo podía ofrecer a su pueblo una condición de vida más miserable. No obstante,  no socavó la afianzada posición de su líder, respaldada por un aumento de la represión y el control del poder. A diferencia de otros países comunistas de Europa oriental, Albania siguió siendo firmemente comunista.


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