Vietnam
En 1965, Europa atravesó un período de revueltas
políticas. En el Telón de Acero afrontaron desafíos en los gobiernos.
En 1968, en Francia
hubo protestas estudiantiles. La
«Primavera de Praga» causó una conmoción en el bloque soviético. A principios
de los años 70 su legado fue multifacético y duradero. Los disturbios reflejaron
transformaciones profundas en los valores sociales.
La juventud del baby
boom eran adultos. Los valores y el comportamiento de la generación anterior,
educada en una disciplina impuesta por la
guerra mundial, se cuestionaba. Para los jóvenes, el poder, el deber
y la obediencia eran valores del pasado;
fueron más individualistas en su modo de vestir, sus hábitos y estilos de vida, no dispuestos
a aceptar el conformismo conservador y la autoridad paterna, siempre dispuestos
a rebelarse.
Estados Unidos libraba
una guerra desgastante en Vietnam
convirtiéndose en la imagen del
imperialismo capitalista. Alemania era la principal candidata nuclear en caso
de un enfrentamiento entre
superpotencias; se movilizaron protestas estudiantiles.
En 1960, un sociólogo
americano proclamó el fin de la ideología
Occidental. Las tendencias evolucionaron desde el siglo XIX hasta
mitad del siglo XX. El marxismo
finalizó en una sociedad tecnocrática, sin ningún papel.
La década del ‘50 fue testigo de su agonía y de lo
inútil de sus ideas fundamentalistas.
A mitad de la década, la
oposición entre el marxismo y el
capitalismo tuvo un papel central
denominada la Guerra Fría; la protesta política reflejaba un sentimiento de alienación
en la juventud que se generalizó en una
generación nueva que tomaba el poder.
Algunos incitaban a las manifestaciones,
a favor de los derechos civiles. Las canciones líricas de Bob Dylan se transformaron en himnos de
protestas juveniles.
El horror de la guerra
de Vietnam - se vio en televisión- trascendía las fronteras y condenaba el imperialismo y el colonialismo.
El capitalismo tuvo una visión idealista de una sociedad sin clases, según
los neo marxistas; se reflejó en manifestaciones
dirigidas contra la clase política.
Estallaron en París, en 1968,
pero el malestar venía del pasado. Fue el símbolo del
rechazo de los valores fundamentales de la
época. Los estudiantes, en contacto con
el extranjero, adquirían oportunidades de transformar las ideas radicales en
una acción colectiva, originando una revuelta generacional. Encontró también su
expresión en Estados Unidos, Japón (incluso en regímenes autócratas como la España franquista, diferente
de la que estalló en Polonia y Checoslovaquia. En
el oeste, el movimiento de protesta se dio de manera más dramática; en Italia, Alemania
y Francia, con rasgos diferentes pero con ciertas similitudes. Básicamente la protesta fue un estallido de
descontento estudiantil en las universidades.
Los docentes eran profesores distantes y autoritarios. Los estudiantes
se duplicaron. La Universidad de Roma, concebida para cinco mil alumnos,
tenía cincuenta mil . Muchos salían de la universidad sin títulos y los aprobados
tenían problemas para encontrar trabajo. En Alemania, los estudiantes se
cuadriplicaron pero los profesores universitarios y las instalaciones no
aumentaron al mismo ritmo. Para los estudiantes, la administración de
las universidades era reaccionaria y restrictiva y los nuevos campus universitarios llevaban a la alienación. El descontento
social se volvió costumbre y se convirtió en un rechazo total a la
sociedad.
Cada protesta
reflejaba las condiciones de su país: la
facilidad para comunicarse y para viajar permitía que las quejas se divulgaran velozmente. La ira y el
resentimiento crecieron entre los alumnos. La pólvora encendió la mecha de los líderes estudiantiles rebeldes, hábiles para
convertir las quejas en un desafío a la
autoridad burguesa.
En Italia y en Alemania los regímenes fascistas y la sociedad
capitalista hervían; se trataba de una
rebelión de izquierda: el marxismo
era una inspiración intelectual de
la Nueva Izquierda, pero sus adeptos no miraba a Moscú: el modelo
soviético quedó deshonrado, después de la represión de Hungría. Hallaron sus
líderes en las revoluciones campesinas y las luchas guerrilleras en el Lejano Oriente y en América Latina.
Admiraban a Mao, ignorantes de su responsabilidad en los crímenes de lesa
humanidad; también admiraban al líder norvietnamita, a Fidel Castro, la figura
opuesta al imperialismo, en especial al Che Guevara, el líder de la revolución cubana
-asesinado a tiros por soldados bolivianos.
Leían a Marx y a León Trotski. Su
obra, en tiempos de Mussolini, era
venerada. Se inspiraban en los gurúes intelectuales marxistas, el filósofo
francés Sartre y Foucault, cuyas obras
hacían hincapié en el poder represivo de
las instituciones. Marcuse, crítico
alemán, consideraba la sociedad contemporánea deshumanizada y abogaba
por al rechazo de los falsos dioses del
consumismo occidental.
Diferente a las ideas
marxistas estimularon la rebelión en grupo, con el deseo de crear un mundo
mejor, una sociedad más justa e igualitaria. La guerra de Vietnam se agravaba; puso a la juventud en contra de los EE .UU
que, desde la Segunda Guerra se convirtió en el modelo de los valores democráticos de
libertad y prosperidad.
Estados unidos
fue arrastrado hacia un conflicto sin solución en Indochina,
Vietnam, Laos y Camboya. En 1954-1955, los franceses le pidieron ayuda a esa
potencia pero luego, viendo que no podían
ganar la guerra contra el norte comunista,
se retiraron de la contienda. El objetivo de los Estados Unidos y
Francia era contener el avance del comunismo en toda Indochina.
Washington dependía de un gobierno
títere y corrupto en Saigón, capital de
Vietnam del Sur. A principio de los 60,
Estados Unidos envió una cantidad importante de armas a Vietnam; los
norvietnamitas luchaban por la
independencia , intensificando su guerra de guerrillas en el sur. Cuando
aumentó el riesgo de perder la guerra, Johnson, envió tropas a Vietnam. De
184.000 soldados en Vietnam, en
dos años la cifra aumentó a 485.000.
En 1964, se extendió
velozmente una organización inspirada en
la ideología de la Nueva Izquierda. En 1967, 200.000
personas se reunieron en Nueva York para protestar contra la guerra. En los meses siguientes la guerra se
intensificó y el horror fue el uso de las temibles bombas de napalm norteamericanas.
La opinión pública fue contraria a la guerra, mientras aumentaba
el número de jóvenes reclutados forzosamente para luchar (y morir) en un
conflicto imposible de ganar. Muchos venían de familias pobres, de piel blanca
o negra, mientras las familias ricas o bien relacionadas evitaban que sus hijos
fueran movilizados. Las protestas
aumentaron con manifestaciones contra la participación de su país en
Vietnam.
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